Por Raúl Eduardo Lien (*)
Por Raúl Eduardo Lien (*)
Israel. Un país pequeñito, con una historia muy rica. Hasta los faraones del Antiguo Egipto mencionan a su gente. Podemos sumar a los romanos y sus famosos escribas e historiadores. Tanto la historia escrita en los libros de las religiones monoteístas, como los legados reales arqueológicos no dejan lugar a dudas de que este rinconcito del Medio Oriente, a las costas del Mediterráneo, corresponden al actual pueblo y Estado de Israel.
La finalización de la Segunda Guerra Mundial sentó las bases jurídicas y el reconocimiento mundial para el desarrollo del moderno Israel. Ha pasado mucha agua bajo el puente. La formación de los grandes bloques luego de la Segunda Guerra Mundial, encuentra a Israel en el bloque occidental de los ganadores y así ha seguido hasta el día de hoy. En este bloque (Occidente) se encuentran grandes potencias que han sido y siguen siendo colonizadores de zonas estratégicas a todo nivel, lo que permite las críticas de quienes han sufrido las políticas de dominio y expoliación de sus dominios.
Israel, a pesar de formar parte de ese bloque, como muchos de los países desarrollados del mundo, no es potencia colonizadora. Y a pesar de que ha ganado todas las guerras que entabló con sus vecinos, nunca se ha quedado con territorios. Si ha tomado, en pos de su defensa territorial, zonas del Golán sirio, porque era la única forma de evitar los ataques permanentes que sufría, por una cuestión de supervivencia. El sentido común obliga a no ser ingenuos y establecer las condiciones de seguridad para sus fronteras.
Refiriéndonos a la actualidad, el 7 de octubre pasado una vez más Israel fue atacado por un ejército terrorista, Hamás, que ha planificado la acción por años y hasta el último detalle, ocultándose entre la población civil de Gaza, la que ha sido educada, entrenada y asalariada por el mismo grupo. La planificación con el objetivo de exterminio de ciudadanos de toda índole, sin distinguir su estrato etario o sexual, o condición, es solo comparable con algunas de las masacres étnicas africanas o las sucedidas en las guerras más sangrientas de las que se tiene referencia en la historia de la humanidad.
Es muy difícil para quienes están lejos del conflicto, y no viven el día a día, concebir que los infructuosos intentos de llegar a un acuerdo del cese el fuego no se puedan realizar; el interlocutor, Hamás, no razona de forma estándar, solo esgrime la razón de la iluminación de una guerra santa… y esas son las consecuencias. Las condiciones de estabilidad posteriores a la guerra deberán construirse de forma tal que las fronteras intenten ser lo más seguras posible y la vida para los damnificados, de los dos lados de la contienda, vuelva a la normalidad, gestándose así un futuro que contemple todos los componentes de las sociedades civilizadas.
(*) Santafesino radicado en Israel desde 2002.