I
I
Alguna vez funcionó allí la flamante facultad de Arquitectura de la UNL, luego fue una dependencia de los Tribunales y en la actualidad es una torre de departamentos. Acabo de mencionar el itinerario edilicio de nuestro viejo Comedor Universitario que durante casi veinte años funcionó en bulevar, entre 1 de Mayo y 4 de Enero. Alguna noche, una de las tantas, pasé por allí y contemplé sus ruinas. Entonces recordé la primera estrofa de un tango, porque a mis años no tengo pudores en decir que cualquier evocación se refiere a un tango. "Te redujo a escombros la fría piqueta, y al pasar de noche mirando tus ruinas, este milonguero se siente poeta, y a un tango muy triste le pone sordina". Habilito a los tangueros para hallar en su memoria al autor de la letra y a su cantor preferido, por lo pronto solo quiero expresar esa sensación que se tiene ante el paso irrevocable del tiempo. No ignoro que solo a los veteranos esta referencia le importa. El Comedor Universitario cerró para siempre en 1975. Hace muchos años. Un señor de cincuenta años tenía entonces dos años; un caballero de sesenta, entonces estaba terminando la primaria. "Maula el tiempo", dice un tango que canta Ángel Vargas.
II
No recuerdo la fecha exacta en la que se inició el Comedor Universitario, pero fue la consecuencia de movilizaciones estudiantiles de principios de los años cincuenta. De todos modos, no exagero si digo que durante casi veinte años los estudiantes nos beneficiamos con sus servicios. Estaba abierto todos los días del año. A la hora del almuerzo y de la cena; de lunes a domingo, incluidos los feriados. Se comía por un precio irrisorio. Siempre recuerdo que el precio del ticket de un almuerzo era el de un colectivo. El estudiante compraba los tickets mensuales y sabía que pasara lo que pasara, tenía la comida asegurada. Durante veinte años el espectáculo cotidiano en bulevar era la multitud de estudiantes de todas las facultades reunidos para almorzar o cenar. Los mesones, las bandejas, la cola para ser atendido por los mozos que también eran estudiantes y que, según tengo entendido, una vez al año se reúnen para compartir un asado y los recuerdos. La comida no era la de un hotel cinco estrellas, pero era aceptable. Por lo menos no tengo noticias de que nadie se haya intoxicado por más que una prolongada huelga estudiantil se inició porque un chorizo tenía más grasa que lo aconsejable. Éramos jóvenes y nuestros estómagos estaban a prueba de todo, pero yo aún recuerdo la milanesa con ensalada y huevo duro; o las porciones de pizza; o la carne estofada. De las 12 a las 2 de la tarde y de las 20 a las 22 el bulevar se poblaba de estudiantes. El objetivo era almorzar y cenar, pero suponer que lo único importante que ocurría allí era el cumplimiento de estas necesidades fisiológicas es no conocer o no saber nada de lo que fue la estudiantina de aquellos años. Un dato histórico que merece recordarse. Las movilizaciones estudiantiles de 1969 que anunciaron la derrota de la dictadura militar de Onganía, se iniciaron en el comedor estudiantil de Corrientes, como consecuencia de la muerte de un estudiante: Cabral, era su apellido.
III
El Comedor Universitario fue lo que su nombre dice, pero para quienes vivimos aquellos años sabemos que en su estilo y a su manera fue algo así como el club social de los estudiantes, el lugar donde nos reuníamos todos los días, mañana y noche. Entonces la población estudiantil era mayoritariamente forastera. Muchachos y chicas; estudiantes de todas las provincias e incluso de países vecinos, estudiaban en Santa Fe. El lugar exclusivo, donde nos encontrábamos más allá de nuestras exigencias académicas, era el comedor. Allí se hablaba de las materias que cursábamos, pero también se hablaba de política y de todo aquello que a un joven le importaba: una película en Cine Club o en alguna facultad, una obra de teatro, un concierto, una peña. En el comedor se tejieron y destejieron todos los romances imaginables; también todas las amistades posibles y todas las intrigas y riñas políticas de aquellos tiempos. Era nuestro lugar exclusivo, el lugar donde nos reconocíamos iguales más allá de diferencias sociales o económicas. El Comedor Universitario afirmaba nuestra identidad de estudiantes. Era el lugar, nuestro lugar. Una isla democrática, decían peyorativamente algunos; el ámbito de los niños privilegiados que dicen luchar a favor de los pobres, repetían algunos católicos cargados de culpas; el bullicio de pequeños burgueses que se niegan a proletarizarse para sumarse a la revolución, sugerían algunos izquierdistas. Y todas estas calificaciones y descalificaciones daban lugar a prolongados y calurosos debates que hoy nos parecen risueños, pero que en aquellos años podían dar lugar a rupturas de amistades o intercambio de trompadas.
IV
Todo eso y mucho más ocurría en el Comedor Universitario. No desconozco sus usos y abusos, pero para la memoria, esas imágenes juveniles se parecen mucho a la felicidad. Éramos jóvenes, alegres, coléricos, exagerados, solidarios, valientes, imprudentes, a veces generosos, a veces pedantes… y todos los adjetivos que quieran. Pero vivíamos, con errores, tonterías, torpezas, desbordábamos de vida. Todo se conjuraba para que eso fuera posible: la juventud, el saber, los ideales. Desde afuera llegaban las quejas, las recriminaciones, las protestas. No faltaban los que decían que el estado financiaba vagos y comunistas, que más que un comedor universitario era un soviet; que lo más justo que debía hacerse era cerrarlo. Recuerdo que alguna vez se probó que un estudiante iba en auto al comedor. El hijo de un millonario almorzando con los pobres. El estudiante fue consultado y admitió todo: que era de familia rica, que su padre le mandaba giros para que se alimentara en los mejores restaurantes de la ciudad, pero que a pesar de todo, incluso a pesar de la dudosa calidad de la comida, prefería ir al Comedor Universitario. "Allí me encuentro con mis amigos, con mis amigas…nada que ver con un restaurant muy bien atendido pero asfixiado por la soledad".
V
Por supuesto que el Comedor Universitario fue algo más que un club social o la cueva bohemia de una generación. Muchos estudiantes pudieron estudiar y recibirse gracias al Comedor Universitario. Claro que hubo excesos, siempre los hay; claro que se abusó del activismo político y de las eternas asambleas que se extendían a lo largo de la siesta, pero sus objetivos sociales se cumplieron. No concibo los años de mi generación sin ese Comedor Universitario de bulevar entre 1 de Mayo y 4 de Enero. Estaba allí, luminoso como una nave o un puerto. Y nos parecía eterno como el Parque Sur, el bulevar o el rectorado. Tan eterno que no supimos defenderlo cuando llegaron momentos difíciles. Al Comedor Universitario lo cerró para siempre el peronismo. Un rector peronista y un ministro de Educación peronista que respondía al nombre de Ivanissevich. Fue en el año 1975. En honor a la verdad, hay que decir que muchos peronistas resistieron ese cierre, pero políticamente la decisión fue de un gobierno que actuaba en nombre de Perón e Isabel. Todos supusimos que se trataba de un cierre temporario. Fue para siempre. Casualidad o causalidad. El Comedor Universitario en Santa Fe se inició para resistir al régimen peronista de entonces, cuya política universitaria la representaban los cachiporreros rentados de la CGU. Y veinticinco años después, lo cerró otro gobierno peronista. Cosas veredes Sancho.
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