Aníbal Ignacio Faccendini (**)
Aníbal Ignacio Faccendini (**)
Estamos en la tercera década del siglo XXI, presenciando y sufriendo víctimas humanas por la dolorosa guerra de Rusia y Ucrania que se suman a las víctimas de agua en el mundo, en la región y en nuestro país. Nos referimos a los pobres e indigentes de agua. Sabemos que el 75% de nuestro cuerpo está constituido por agua. Sabemos, y lo sabemos bien, con honestidad, que nadie puede pasar más de tres días sin tomar agua y sí puede pasar 30 días sin comer alimentos.
La Argentina y el mundo a desarrollarse, presentan millones de personas que padecen pobreza e indigencia de agua. Lo cual significa una lesa ambientalidad grave. En el Decenio Internacional del Agua 2005-2015 para erradicar la escasez social del agua, si bien hubo avances fueron irrelevantes. Y, respecto del Objetivo 6 del Desarrollo Sostenible ONU 2015-2030 no hay señales de que se pueda erradicar la pobreza e indigencia del agua. A su vez, hay que decir que científicamente hay un gran avance en la categorización, caracterización y percepción científica del agua potable: se ha incorporado el concepto de seguridad en el agua potable y ya no alcanza con la clasificación de agua apta para el consumo. De este modo, la seguridad en el agua potable se hace más integralmente desde el abordaje científico microbiológico, de los elementos físicos contaminantes y los factores sociológicos. ¿Tiene seguridad el acceso al agua potable cuando el centro de proveimiento de agua se encuentra de 1 hora a 3 horas de distancia? ¿Se puede considerar con seguridad de agua potable aquella que no sea transparente, que tenga color y olor? ¿Es potable el agua de segunda, para estigmatizar a segundas condiciones a las personas? Por último, ¿se puede considerar en seguridad de agua potable a las personas que se encuentran en pobreza e indigencia de agua? Las respuestas son: no. Ahora se toma y se considera a las personas que no acceden integralmente al agua potable segura. En el mundo hay 2.200 millones de personas que son víctimas de la escasez social del agua. África -que tiene una población aproximada de 1.300 millones de habitantes- presenta 500 millones de personas que no acceden al agua potable segura.
América Latina tiene cerca de 70 millones de personas y 7 millones en Argentina que no acceden integralmente al agua potable segura. Todo un escándalo sanitario, humano y ético.
Empecemos por nuestra Casa Común, para que haya un acceso integral. Necesitamos que el Estado nacional, los Estados provinciales, los Estados municipales, la sociedad civil, las entidades intermedias, los partidos políticos y las universidades públicas y privadas se pongan en un acuerdo respecto del agua para las personas. Es necesario construir el Consenso Agua 22, para promover y funcionalizar políticas públicas que solucionen estos graves problemas en Argentina, y luego se tendría que expandir internacionalmente con las características de cada país y región.
La construcción del Consenso Agua 22 requiere de un compromiso con el presente y con el futuro. Hay dos grandes períodos que marcaron interesantes avances sanitarios 1942-1955 y 1963-1966. Desde ya hay que mencionar también los avances de principio del siglo XX.
Requerimos el Consenso Agua 22 para que los ríos no se conviertan en cloacas. A modo de ejemplo es lo que sucede en las ciudades de Rosario y en Santa Fe. En la primera, cerca de 350 millones de litros de líquidos cloacales se vierten en el río Paraná por día y en la segunda ciudad más de 100 millones de litros por día desembocan en el mismo cauce. Es decir, no hay procesos de tratamientos de efluentes cloacales y de ciertas aguas residuales industriales. El principio de integralidad ambiental plantea que hay que devolverle al río lo que el río dio en su composición. Las tres ciudades más importantes de la provincia de Santa Fe en la ribera del río Paraná -Rosario, Santa Fe y Reconquista-, reiteramos, no tienen procesos de tratamientos de los efluentes cloacales. No alcanza la capacidad de dilución del potencial de metros cúbicos por segundo del Paraná. Este río ha perdido la capacidad de dilución. Los más de 16.000 metros cúbicos que tiene en normalidad han bajado hasta acercarse aproximadamente a un poco más de 6.000 metros cúbicos.
Es importante recordar que en el 2010 parecía que se podían implementar estos procesos de tratamiento con la financiación de la CFI y lamentablemente no se realizó. El 80% de los efluentes cloacales en el mundo no tienen tratamiento, un promedio que se torna entre 70 a 80% en América Latina. Debemos cuidar los ríos y lagunas. Esto, se convierte en una garantía integral ambiental para el acceso al agua potable, es decir la necesidad de que las aguas servidas sean tratada antes de ser vertidas al río.
En Argentina, necesitamos convocarnos y correspondernos en un consenso entre el Estado y la sociedad civil para que el agua llegue a todas las personas. En el Día Nacional del Agua, comencemos a construir el Consenso Agua 22.
(*) Notredad es un nuevo concepto de ambientalismo inclusivo.
(**) Director de la Catedra del Agua y del CeIA UNR - Magíster y Especialista en Ambiente y Desarrollo Sustentable - Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales.
América Latina tiene cerca de 70 millones de personas que no acceden integralmente al agua potable segura. En Argentina son 7 millones las víctimas de la escasez social del agua. Todo un escándalo sanitario, humano y ético.
El 80% de los efluentes cloacales en el mundo no tienen tratamiento, un promedio que se encuentra entre el 70 y el 80% en América Latina. Debemos cuidar los ríos y lagunas. Para ello es preciso que las aguas servidas sean tratada antes de ser vertidas al río.