Por Alejo Román París (*) | parisalejo.r@gmail.com
Por Alejo Román París (*) | parisalejo.r@gmail.com
¿Alguna vez te pusiste a pensar en el miedo y la esperanza? ¿Cuáles son las cosas que te causan miedo y cuáles pueden ser talismanes de esperanza contra ese miedo? Efectivamente, podríamos estar hablando de dos caras de la misma moneda. Ambos signos resignificados mutuamente con la existencia del otro.
“Un hombre sin miedo es un hombre sin esperanza”, aconseja un sacerdote confesor a un abogado ciego. Matt Murdok era ese abogado y también Daredevil, “el hombre sin miedo”; un cómic publicado por Marvel en abril de 1964. Tenía razón el padre, un hombre que no tiene miedo tampoco tiene esperanza. Entonces, Daredevil no podría ser nunca un símbolo de esperanza. Su falta de miedo era también su falta de esperanza, y su mayor fortaleza al mismo tiempo su mayor debilidad.
Distinto fue el caso de un ícono más nuestro, latino para empezar. Fiel amigo del miedo, para continuar. Creado por Roberto Gómez Bolaños, el Chapulin Colorado haría su primera aparición televisiva el 1º de septiembre de 1972; y sería él el mayor de los héroes. Amigo del miedo y de la esperanza, su debilidad aparente era la chispa que encendía su mayor fortaleza. Cada reto representaba para él la posibilidad de superar un obstáculo personal: su propio miedo. Era ese miedo la chispa que encendía una hoguera de esperanza donde se perdía entre llamas la chispa inicial. El Chapulín Colorado, no solo fue símbolo de miedo y esperanza, también un personaje entrañable querido por toda la comunidad televisiva que se deleitaba con las comedias de Chespirito. Uno de tantos hogares donde el hombre de las antenitas de vinil y el chipote chillón logró instalarse fue en el de dos hermanos de Argentina.
Corría el año 1983, en alguna pileta de la localidad santafesina de Gálvez dos hermanos de tres y ocho años se divertían bajo la calidez del sol. El mayor, al observar cómo los rayos incas hacían mella, enrojeciendo la piel de su hermano más chico, lanzó (disfrazado de apodo) el mejor diagnóstico hipotético para el futuro de ese niño de tres años que era su hermano -la familia es quien mejor nos conoce-.
Quizás ahora entendamos por qué Andrés Nocioni fue “el alma dentro del alma” en la generación dorada del básquet argentino. Fue bautizado por su hermano mayor como “Chapulín” en aquella tarde de pileta, lo que su hermano no sabía era que su ingenio disfrazado de picaresca infantil para bromear a su hermano menor en realidad escondía un significado muy profundo. El verdadero concepto del apodo de “Chapu” se escondía como una estrella fugaz, esas que son difíciles de ver pero que son talismán de esperanza cada vez que alguien las observa como pincelada de Gauguin en un cielo dibujado por dios. Andrés Nocioni fue “el Chapu” porque fue el optimista del miedo, sabía cómo usarlo para encender la llama de esperanza. Nocioni nunca dio una por perdida, el amigo del miedo fue la bandera de esperanza, y por eso fue el alma del alma. Platón había dicho que el hombre es dualidad de cuerpo y alma, el cuerpo es la cárcel del alma, y cuando el cuerpo perece, el alma se libera. Nocioni era el corazón delator del viejo que yacía debajo del piso de madera, que latía bien fuerte aun luego de haber muerto. Diástole y sístole, como la voz de nuestro interior alentándonos a dar todo hasta el final, así el corazón del viejo en la conciencia de su homicida seguía latiendo tan fuerte que revivía con cada latido en forma de fantasma de la moral. Nocioni es “el Chapu”, es la voz de nuestro interior alentándonos a dar todo hasta al final, es la voz del estadio diciendo: “Prohibido abandonar”. Nocioni era el corazón delator del viejo porque latía más en las más difíciles. Porque aun hoy es capaz de volver en forma de conciencia para cualquiera que necesite tener esperanza. Nocioni no se dio por vencido ni aun vencido. El alma se libera en la muerte del cuerpo. El miedo y la esperanza son el paso a la muerte del cuerpo y a la liberación del alma; superación permanente. Andrés Nocioni es signo de lucha constante, un gladiador del miedo.
Aficionado a la caza, fue bien recibido los Bulls de Chicago que junto a él llegaron a una post temporada por primera vez luego de la era de su Majestad. Los Bulls amaron su juego de garra y tenacidad, y él fue confortado por los bosques de Illinois que le sirvieron de recreación como hobbie. Es que Nocioni además de aportar corazón, fue un acérrimo tirador, tanto sobre el parquet como en los bosques. Aun hoy se oye el silencio del Carioca I, repleto de brasileños apichonándose ante la imagen de un hombre bestia que le da entidad al mito de los cazadores que se vuelven el animal que cazaron. Vio el ocaso con derrota en Río como jugador de Argentina, y en Valencia como jugador del Real Madrid. Pero su optimismo, el mismo que ahuyentó la yeta de su eterna albiceleste con el número 13, transformó esas derrotas en triunfos; rió en Río como un dorado eterno, inmortalizó su presencia en Valencia como mito merengue.
Para los escépticos, como dijo Bruno Altieri, es “el último ingrediente que usamos para cazar imposibles”. Para los supersticiosos es el optimista de oro, un cuento de Poe para la mala suerte, el terror de la yeta, el amanecer del miedo y la esperanza. Una expresión de deseo. Un hombre con corazón valiente.
(*) Estudiante de licenciatura en Cs. de la Comunicación, docente.
Nocioni nunca dio una por perdida, el amigo del miedo fue la bandera de esperanza, y por eso fue el alma del alma.
Para los supersticiosos es el optimista de oro, un cuento de Poe para la mala suerte, el terror de la yeta, el amanecer del miedo y la esperanza.