Aclaración: "jugar a la pelota" es una descripción, burda, del "football". Es una referencia del fútbol. Hablemos de "fulbo". En Argentina no es difícil explicar un penal. Cualquiera lo sabe. Un defensor dentro del "área grande", o de las 18 yardas, que toque la pelota con la mano, voluntaria o involuntariamente (para este caso hay jurisprudencia) tiene castigo.
Un tiro libre desde los doce pasos -el punto del penal- habilita a un jugador del equipo atacante a patear ante el arquero, quien no debe moverse de la línea de gol bajo el travesaño de su arco antes que el jugador patee. Tampoco debe adelantarse de tal línea, la línea de gol. Con el foul (es decir una infracción, interviniendo sobre el cuerpo del oponente) es lo mismo… dentro del área es penal.
En Argentina no es difícil explicar "pelota afuera", traducción de "out ball". Hay una línea que rodea todo el campo de juego. Fuera de ésa línea no se puede jugar ni está permitido. Cuando la pelota sale de la cancha, cuando describe toda una circunferencia fuera de la línea de borde de campo, la pelota está afuera. Debe reincorporarla el equipo contrario al que la envió fuera para proseguir el juego.
Mirá tambiénSomos sordos de padre y madreAlfredo Aguayo, en su "Didáctica de la Escuela Nueva", proponía que los ejercicios físicos y la práctica del deporte no buscasen sólo un mejor desarrollo del cuerpo, sino que promoviesen hábitos de acción y disciplina, tendientes a conducir a una mejor actuación social. En palabras más claritas: si se practica un deporte con la aceptación de sus reglas, lo que termina por entenderse es que las reglas aseguran la práctica del deporte, que igualan y traen justicia.
Que el referí se olvide, se distraiga, que el juez de raya no vea que la pelota salió afuera es otra cosa. Estaba dentro del área. La paró con la mano. Chau. Íntimamente sabemos que fue penal. Erich Fromm explicaba: "el hombre masa", se comporta distinto que el individuo. Simplificando. Cualquiera, en pantuflas, en el living, ve el penal de un modo. En la tribuna de otro. Y diferente la mirada y los latidos si es penal a favor o penal en contra.
Los hombres somos una pasión que a veces logramos explicar racionalmente. A veces. Sabemos, todos, qué cosas están bien o mal. En el fútbol es fácil advertirlo y el deporte es, de un modo perfecto, un ejercicio vital. Esas reglas son -para el fútbol - lo que plantea la Constitución Argentina y todas las leyes para la vida en común. Podemos hacernos los tontos si no cobró penal en contra de nuestro equipo, de nuestra camiseta. Un juez de línea distraído que deja seguir el juego nos alegra (si la "no sanción" es a favor, claro).
Lo que no se puede decir es que no sabemos las reglas del juego. Que las olvidamos. Que son otras. Que hay variaciones e interpretaciones. Que cambiaron en mitad del partido. Que no importan las leyes si son a nuestro favor las faltas y son gravísimas equivocaciones si el penal será en nuestra área y contra nuestro arquero. Que debemos suspender el partido, rajar al otro equipo, condenar al juez. Condenar a quienes relataban el partido y no dijeron nada de la tremenda injusticia en nuestro propio arco y entonces…
Un país no es muy distinto a un partido de fútbol. Hay un reglamento antes de empezar el partido: uno solo. La "agarrás" con la mano y es mano, porque no se puede agarrar con la mano; le "rompés" el tobillo de una patada al atacante y es penal. Punto.
¿En qué reglamento (Constitución) se perdona el enriquecimiento ilícito, las coimas, los negociados, el ocultamiento de tus bienes? ¿Dónde está escrito que no se cuenten los foules (Indec/API, AFI/Aduana, Migraciones, Narcotráfico), que sea castigado gritar el gol del otro equipo? ¿Dónde, la muerte impune de quien te acusa?
A punto estuvimos de pedir que el partido dure toda la vida y no sólo dos tiempos de 45 minutos y listo. Listo. Pitazo final. Nos venimos salvando de la arbitrariedad y la falta de cumplimiento de las leyes del juego. Pero no hay VAR que nos salve de las infracciones groseras. El VAR, es decir Video Assistant Referee, tiene como objetivo ayudar al árbitro principal a evitar errores graves y manifiestos durante el partido.
Cuando la señora CFK habla de "estoy proscripta" y (años atrás) delante de dirigentes socialistas, en mitad de un discurso de Mónica Fein -la intendenta rosarina que despanzurró Rosario-, modulaba desde el placo frente al Monumento a la Bandera, sin sonido, pero con la boca lista para la lectura de labios a sus leales: "Vamos por todo". ¿Hablaba de algún deporte? ¿Taba? ¿Cuadreras? ¿Bochas? ¿Volley? ¿Fulbo? O no era deporte, sino gobierno/ estado/democracia lo que pedía que se eliminase, con el "vamos por todo".
Ella sabe que, en el fútbol, lo suyo está fuera de reglamento. Como los hinchas más furiosos, ciegos, irrefrenables: "Que esta tarde cueste lo que cueste, que esta tarde tenemos que ganar…" El "cueste lo que cueste" se parece a la amenaza: "si no somos gobierno, no dejaremos gobernar al otro". Ella sabe que la Constitución es, si se quiere, más contundente que el Referee´s Chart. Enriquecerse no es el fin de la función pública. Penal. Todos somos aquella educación que recibimos.
Es Aguayo el que insiste: "En lo que se refiere a la enseñanza, la Escuela Nueva estimula a los alumnos para que piensen por sí mismos y lejos de cultivar la imitación, procura desarrollar en ellos el poder creador, la iniciativa y la originalidad. La vida de los niños en la escuela tiene semejanza con la que viven fuera de la misma".
Parecería que Cristina no fue a la escuela, que si concurrió se trató de otra enseñanza ("somos aquello que recibimos y qué hacemos con ello", dice Jean Paul), pero la cuestión no termina en tal verificación. Acaba de afirmar: "Para ganar hay que apostar". Y sobre ese punto, ya he dicho lo que es: una apostadora serial.
También explicó que las candidaturas (a presidente, a vicepresidente, a los más importantes cargos legislativos) fueron el resultado de reuniones de "pocos decidiendo sobre muchos"; de un modo y con algunos nombres hasta cierta hora y por determinadas circunstancias; de otro modo y con otros nombres al cambiar tales circunstancias.
La coyuntura indicó quién es el candidato y quién no. Menciona a su hijo como quien definió el cargo de vicepresidente. Ella asumió el relato. Participa. El que participa, pertenece. A cierta hora, Sergio Massa era "penal" y Wado de Pedro "gol válido". Después no. Ella dice que ella decidió y no nos hagamos los tontos.
Cristina es, por sus actos, una actora política que no fue a la escuela de "Civismo y Constitución". Su peronismo a distancia, allá lejos y hace tiempo, es parte del gen argentino presente en muchos de los otros actores. El mismo gen (alelo 17/10/45) y su manera de jugar el partido está penada por el Referee Chart llamado Constitución Nacional, división de poderes, independencia.
No es difícil encontrar "el gen peronista" en Patricia Bullrich, Horacio Rodríguez Larreta o el propio Massa. La próxima presidencia no sale de otro sitio que de alguno de los tres mencionados. Tienen, en alguno de sus cromosomas, los alelos que definen: peruca. En los tres posibles presidentes agarrar la pelota con la mano en el área propia no es penal. Son alumnos de la misma escuela que Cristina.
Veamos la situación: Massa, el "che pibe" de la Caamaño; Bullrich, "la piba", como le decían en la CGT de los gordos; Rodríguez Larreta, el hijo de aquel encargado internacional de la SIDE, adscripto a un pintoresco Señor 5 en tiempos de Carlos Menem. Todos ellos tienen -sin dudar- por un íntimo convencimiento de mi parte, el gen que intranquiliza.
Javier Milei nunca será presidente. Acaso su yerro fue no entender de fútbol, algo elemental en la política argentina. Ahora ya es tarde. No se salva ni volviéndose peronista, línea Fundación Mediterránea. Alguno de los mencionados sí… sí que puede ser presidente. Un consejo: ojo a quien ponen a manejar el VAR. Por las dudas: hablen con Cristina.
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