I
I
Con Horacio Rosatti nos conocemos desde hace muchos años. Exageraría si dijera que somos amigos, pero no falto a la verdad si digo que siempre hemos mantenido una relación cordial, relación en la que estuvo presente el respeto y la consideración, el respeto por la manera de elaborar nuestras diferencias y la consideración que se merecen dos personas que políticamente piensan diferentes pero ello no impide otras coincidencias a veces más interesantes que la política. A quien hoy ejerce la titularidad de la Corte Suprema de Justicia, yo lo conocí cuando era, y creo que lo sigue siendo, profesor de la facultad de Derecho, y ya entonces se destacaba por sus preocupaciones intelectuales y su identidad política peronista. Más de una vez compartimos un café, alguna vez compartimos junto con Lilita Puig el jurado de concurso para ingreso a la docencia y no olvido una respetuosa polémica que sostuvimos en las páginas de El Litoral alrededor del peronismo. Muchas veces, lo entrevisté en el diario, en la radio y en la televisión. Siempre fueron entrevistas distendidas pero no complacientes. En más de una ocasión, luego de la entrevista, nos hemos quedado conversando del mismo tema o de temas parecidos porque con Horacio se puede hablar de política pero también de historia, de literatura. Sin ir más lejos, la última vez que estuve conversando con él fue en la presentación de un libro de Gustavo Vittori en La Cumbre, ocasión en la que conversamos un rato largo acerca de la obra de Marcel Proust
II
Horacio nunca ocultó o disimuló su identidad peronista. Lo que digo, para los santafesinos no es ninguna novedad porque en nombre del peronismo fue constituyente en 1994 y luego intendente. Diría que si alguna identidad lo distingue, además de su pasión incondicional por Boca, es su pertenencia política y cultural al peronismo y todos los cargos públicos que ejerció, que no fueron pocos, lo hizo en nombre de esa identidad política, incluso aquel ministerio en los primeros tiempos de Kirchner cuando renunció porque no lo terminó de conformar una licitación presentada por esa espada prominente del kirchnerismo histórico que se llama José López, el destacado atleta en el arte de revolear bolsos en las puertas de conventos para asombro y excitación de monjas y beatas. Convengamos con la mano en el corazón que en esos menesteres los peronistas son insuperables. A mis años poseo la experiencia y si se quiere el escepticismo o el desencanto necesario para saber que en todos los gobiernos puede haber corruptos, pero convengamos que en este oficio el peronismo les saca varios cuerpos de ventajas a todos. Digamos que el copyright en la materia les pertenece por derecho propio. Los gobiernos de Alfonsín, De la Rúa o Macri no han estado integrados exclusivamente por angelitos y querubines, pero ninguno de ellos ha logrado exhibir personajes como Lázaro Báez, Julio de Vido, Igor Ulloa, Ricardo Jaime, para no mencionar la galería menemista más digna de integrar una bizarra crónica policial que una columna de reflexión política.
III
Agrego, además, que a Rosatti nunca lo voté, porque yo por definición y por motivos que por ahora considero innecesario extenderme, puedo votar radicales, socialistas, liberales, pero nunca voto peronistas y esa negativa no es por razones cabalísticas sino por exclusivos motivos históricos, culturales, políticos y, por qué no, emocionales, salvo que alguien crea que le puede resultar indiferente que un matón en nombre de Perón e Isabel te ponga una pistola en la cabeza, o que una patota amenace con no dejarte un hueso sano, mientras canturrean con dulzura de canarios y zorzales consignas al estilo "Perón, mazorca, gorilas a la horca". Ustedes me perdonarán por lo autoreferencial, pero compartan conmigo que después de vivir esas experiencias, o la de llorar a amigos cocinados a balazos por esa otra corriente interna del peronismo que se llamó Tres A y que, para no olvidarlo, inició su periplo de sangre y muerte atentando contra la vida del senador radical Hipólito Solari Yrigoyen, resulta muy difícil prescindir de la subjetividad. Y ya que estamos en plan de confidencias, admito que estuve a punto de votar por Kirchner en 2003, pero la deserción de Menem en el balotaje me permitió no cometer un error del que me hubiera lamentado toda la vida. Menem o Kirchner, esas suelen ser las deliciosas alternativas que nos suelen ofrecer los peronistas para transitar por ese valle de lágrimas que se llama Argentina: un ladrón y otro ladrón, más parecidos en lo fundamental de lo que ellos mismos estarían dispuestos a admitir.
IV
Pero volvamos a Horacio Rosatti. Alguna vez André Malraux dijo que sus largos y agitados años de vida política le han permitido evaluar a los políticos no por sus ideologías o sus promesas, sino por su temperamento. La opinión puede ser controvertida pero dispone de su cuota de verdad. En todas las fuerzas políticas, en todas, hay personas de temperamento autoritario o temperamento tolerante; ortodoxos y heterodoxos; halcones y palomas. No es el único criterio para evaluar una personalidad política y mucho menos un proceso político, pero puede ser un buen punto de partida y en determinadas circunstancias, puede ser el que más se debe tener en cuenta. Horacio pertenece a los políticos dialoguistas, tolerantes. Su tono de voz, sus modales son los de un hombre democrático; su formación jurídica está moldeada en los principios de la democracia republicana y el estado de derecho. Una confidencia puedo permitirme: en 1994, en una entrevista a Alfonsín, me dijo como al pasar: ese muchacho Rosatti es por lejos el mejor constituyente de su bloque. A más de uno le asistiría el derecho de preguntar: ¿Cómo hace Rosatti para compatibilizar esa personalidad, ese temperamento político con el peronismo? No lo sé, pero lo hace. Y todos sabemos que además no es el único. El peronismo es un hecho histórico con el que los argentinos debemos resignarnos a convivir como se convive con tantas contrariedades en la vida. El peronismo es lo que es, pero importa establecer algunas mediaciones que vayan más allá de la simpleza ramplona de "peronistas buenos y peronistas malos". Realidad multitudinaria, histórica, compleja, representativa de cierta manera de concebir la política e incluso la vida, importa distinguir en homenaje a la reflexión, lo que el peronismo es y lo que los peronistas se imaginan que es. Algunas veces, sobre todo cuando era intendente de nuestra ciudad y debía atravesar por circunstancias internas que no eran precisamente agradables, yo me permitía hacerle una broma alrededor del "Poema Conjetural" de Borges, y entonces le mencionaba esos versos en los que Francisco Narciso Laprida a punto de ser liquidado por la montonera del fraile Aldao, confiesa: "Yo que soñé ser otro, un hombre de sentencias, de libros, de dictámenes, a cielo abierto yaceré entre ciénaga…" Por supuesto se reía, lo divertía la referencia; lo divertía, aunque no la compartiera. Pero broma más, broma menos, Rosatti efectivamente es un hombre de sentencias, de libros, de dictámenes. Son esas sentencias, esos dictámenes respaldados por su exquisita cultura jurídica y su concepto de decencia pública, la que ha despertado las iras, las furias de sus "compañeros" peronistas quienes, espero, no lo amenacen con el "íntimo cuchillo en la garganta", aunque está visto que están dispuestos a todo para liquidar políticamente al presidente de una Corte Suprema de Justicia -y a la Corte misma- para rendirle tributos a la abogada exitosa, abogada cuyo título sigue siendo uno de los grandes misterios insondables del universo, aunque sí debamos admitir que sus éxitos económicos son por demás visibles y evidentes.