Por Lic. Raúl Ochoa y Gómez (*)
Una coyuntura desafiante
Por Lic. Raúl Ochoa y Gómez (*)
En lo que va del 2024, el peso lleva una apreciación sin precedentes, lo cual ha provocado que todas las consultoras económicas que analizan las expectativas de mercado, hayan ajustado a la baja sus predicciones vinculadas al precio del dólar.
Sin embargo, en el mercado con mayor volumen de operaciones a futuro de moneda extranjera, comodities y activos financieros (Rofex), hubo recientemente un cambio de tendencia sobre el precio del dólar que encendió algunas alarmas. No estamos hablando de que se aproxime un gran salto en el tipo de cambio, sino más bien una aceleración del crawling peg.
Por otro lado, la presente apreciación, llevó al tipo de cambio real a niveles de junio de 2019 y empieza a generar algunos problemas para los exportadores, ya que si a esto se suma el incremento del nivel general de precios (acumula un 59,3% en los últimos tres registros), tenemos como resultado la inflación en dólares más alta del mundo, lo que dificulta fuertemente la competencia de nuestros productos en el exterior.
De sostenerse esta situación y teniendo en cuenta que el nivel de importaciones está aumentando sostenidamente, podría generarse una fuerte presión sobre el tipo de cambio y un nuevo ajuste de precios, lo que dificultaría los esfuerzos actuales del gobierno por disminuir la inflación.
Otro escenario podría ser que el gobierno nacional continúe con esta política de apreciación cambiaria y apertura de importaciones, pero actualmente no existen dólares suficientes para sostener estas medidas a mediano o largo plazo.
En este marco, sorprende aún más la estabilidad cambiaria, sobre todo teniendo en cuenta la caída en las tasas de interés y las pocas alternativas de inversiones en pesos. Aquí creo que la confianza en el factor Milei juega un rol clave, pero.. ¿Hasta cuándo perdurará esa confianza? ¿Hay probabilidades de bajar la inflación y que se reactive la economía al mismo tiempo?
La respuesta es que sí, hay probabilidades, y si se logra, la confianza va a perdurar.
Sin embargo, existen demasiadas tensiones en el corto plazo. Por un lado las malas condiciones climáticas y la disminución en los precios internacionales, hicieron bajar las perspectivas de recaudación producto de la cosecha, a esto se suma un aumento significativo de las importaciones y nuevos vencimientos de deuda en dólares, factores que en su conjunto provocan un escenario poco propicio para liberar totalmente las restricciones al dólar. Si además suponemos que continúe la pérdida de competitividad, es probable que terminemos con un estrangulamiento en la balanza de pagos (como pasa sistemáticamente).
En los últimos 50 años todos los programas anti-inflacionarios se han centrado en algún control forzoso sobre el dólar, también en todos los casos, terminaron con una apreciación del tipo de cambio y una pérdida de competitividad, perjudicando al sector exportador y provocando una crisis del sector externo.
Por otro lado, en países medianos como Argentina, existe una fuerte evidencia empírica de correlación entre un tipo de cambio real elevado y un crecimiento del PBI. En este sentido, una solución sostenible es desarrollar un programa de inflation-targeting o metas de inflación, el cual requeriría una menor intervención del Banco Central sobre el tipo de cambio y una concentración de todos los esfuerzos en la política anti-inflacionaria.
La experiencia internacional, muestra que este tipo de programas han sido muy efectivos para lograr una desaceleración de precios sin ocasionar una depresión económica.
Más allá de la rigurosidad fiscal que plantea el nuevo gobierno y de su declarado liberalismo, el programa sobre cómo va a reinsertar a la Argentina en las sendas del desarrollo económico, no está del todo claro. El apoyo de gran parte de la sociedad y la confianza de los mercados internacionales parece sostenerse, esperemos que el gobierno haga su parte ejecutando las políticas necesarias para salir de este estancamiento secular.
En los últimos 50 años todos los programas anti-inflacionarios se han centrado en algún control forzoso sobre el dólar, también en todos los casos, terminaron con una apreciación del tipo de cambio y una pérdida de competitividad, perjudicando al sector exportador y provocando una crisis del sector externo.
Más allá de la rigurosidad fiscal que plantea el nuevo gobierno y de su declarado liberalismo, el programa sobre cómo va a reinsertar a la Argentina en las sendas del desarrollo económico, no está del todo claro.
(*) Economista
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