Por Rogelio Alaniz
Por Rogelio Alaniz
Así están las cosas. De Santiago Maldonado sabemos poco y nada, pero sospechamos lo peor. Y lo peor es que esté muerto. De Alberto Nisman sabemos lo peor, es decir, que está muerto. Ahora sabemos con certeza que el fiscal fue asesinado. Y en homenaje a la lógica más elemental sospechamos de dónde vino la orden. De Maldonado no sabemos si los asesinos fueron uno o varios gendarmes, pero salvo algunos delirios, está claro que el poder político no es el responsable de su desaparición. Con Nisman, el asunto es algo más complicado. No conocemos los nombres y apellidos de los asesinos, pero está claro que el poder político de entonces -léase, los Kirchner- estaban interesados en que las denuncias no avancen. Objetivamente hablando, el presidente Macri no conocía a Maldonado y Maldonado no significaba ningún peligro para su gobierno. En el caso de Nisman, todo es más complicado. O, si se quiere, más claro. Nisman pedía la cabeza del gobierno y, según sus propias palabras, venía “con los puños llenos de verdades”. Como dijo una legisladora kircnnerista: hay que pararlo, hay que salirle con los botines de punta. Y lo hicieron. Vaya si lo hicieron
Para completar, hay que decir algo más del caso Maldonado. Es probable que los autores de su desaparición sean algunos gendarmes. Pero dicho esto, y también en homenaje a la lógica deductiva, no se puede, no se debe, descartar que los muchachos de RAM tengan alguna responsabilidad. A los gendarmes los están investigando. Y a fondo. A los mapuches de RAM todavía no se los ha molestado. Lo único que sabemos de ellos es su afición a la violencia y un detalle más: su afición a la mentira. Mienten como gitanos adivinando la suerte y no se les mueve un pelo. Esto no los hace culpables, pero es sugestivo.
A los RAM no se los ha molestado y no termino de entender por qué el juez respeta el principio de “territorio sagrado”. ¿No quiere crear más situaciones de violencia? ¿Les tiene miedo? ¿Hay algún reparo jurídico? ¿Son capaces de matar los RAM? ¿Son capaces de recurrir al crimen para favorecer sus posiciones o sus reclamos? No lo sé. Y no hay manera de saberlo porque no los investigan.
Nobleza obliga, hay que decir que disponemos de muy poca información del caso. Sabemos chismes, trascendidos, rumores, pero tengo la impresión que lo más importante no lo sabemos o lo ocultan. Por prudencia o por temor, pero lo ocultan. Cuando digo “lo más importante”, aludo a lo más importante en términos de investigación, porque, de hecho, lo más importante es que digan lo que digan y callen lo que callen, Maldonado sigue desaparecido.
Dos casos, varias hipótesis...
De este muchacho no sabemos hasta ahora si está muerto, pero si esto ocurriera -y a esta altura del partido hay muchas probabilidades que así sea- habrá que ver si fue la consecuencia de una desaparición forzada o un simple asesinato. Con respecto a Nisman, la situación es diferente. Se trata de un magnicidio. Y no hace falta ser Hércules Poirot o Sherlock Holmes para deducir quiénes están detrás de esta muerte o quiénes estaban interesados en silenciar al fiscal. Digamos que sobre Maldonado hay dudas e interrogantes respecto a si está o no con vida y quiénes fueron los autores de su desaparición o su posible muerte. A la inversa, con Nisman todo parece estar bastante claro. Está muerto, fue asesinado y esto le ocurrió al hombre cuyas denuncias comprometían seriamente el poder de la Señora. Macri no tiene absolutamente nada que ver con lo que le pudo pasar a Maldonado. Lo mismo no se puede decir de los Kirchner respecto de Nisman.
A continuación, admitamos que de todas maneras en el caso de Maldonado hay cosas raras. Primero, un indio montado a caballo y con largavistas. Parece un chiste del Negro Fontanarrosa. Ahora gendarmes que se agarran a cascotazos con los indios. Si no fuera trágico, si no estuviera en juego la vida de una persona, todo esto sería gracioso o grotesco. Lo grave es que cuarenta días después de la desaparición aparece un gendarme diciendo que tiró piedras y que hirió a un manifestante. Asombroso: un piedrazo de treinta metros logró esa hazaña. Que me perdone el gendarme, pero ni un campeón mundial de lanzamiento de bala logra semejante hazaña. Pero, además: ¿recién a los cuarenta días sale a la cancha para contarnos sus habilidades de hondero entusiasta? Convengamos que todo esto es muy raro. ¿O acaso no fue la propia a Patricia Bullrich la que nos dijo que la gendarmería estaba siendo investigada exhaustivamente desde el primer día? Pero además, ¿por qué si el piedrazo fue inofensivo, el gendarme sale a contarlo? ¿O fue mucho más grave y él lo minimiza como para cubrirse las espaldas? Raro. Muy raro.
Insisto en diferenciar el cuerpo de Gendarmería de algún gendarme en particular que pudo cometer un delito. Advierto acerca del ataque del kirchnerismo contra Gendarmería. Justamente la institución que en estos días brinda el informe más completo acerca del asesinato de Nisman. Finalmente le pregunto a quiénes con tanto entusiasmo e irresponsabilidad y mala leche reclaman la renuncia de Patricia Bullrich. ¿Nunca se les ocurrió reclamar algo parecido con Berni? ¿O con Fein?
... una entrevista
Acuciada por las necesidades urgentes de la política o por los números de las encuestas que no la favorecen, la Señora se dignó a conceder una entrevista a un periodista que no integra su corte incondicional de alcahuetes, léase Morales, Navarro o cualquiera de los indignos que la agasajan y cortejan.
El reportaje no fue brillante pero fue bueno. No lo conozco a Novaresio, pero admito que se comportó como un periodista profesional entrevistando a un personaje difícil como es la Señora. Las preguntas que hizo son las que corresponde. Seguramente a mí me hubiera gustado repreguntar, pero hay que estar en la cancha. Por otra parte, una entrevista es eso, una entrevista, no un confesionario o una sesión de apremios ilegales. Se hacen las preguntas que corresponden, las preguntas que seguramente un oyente atento haría en este caso. Y se escucha la respuesta. Lo demás pertenece a los oyentes. Ellos deben sacar las conclusiones. La Señora, ¿miente, dice la verdad, responde lo que puede? Cada uno es libre de arribar a su propia conclusión. La entrevista es importante, pero no es lo más importante de la política ni reemplaza a los acontecimientos. Repito, es una entrevista, no un juicio. Tampoco hay que suponer que, como en ciertas películas, el entrevistado -o para ciertos lectores, la acusada-, en cierto momento se va a quebrar, se va a poner a llorar y va a confesar sus crímenes o sus faltas.
Ninguna de las respuestas de ella me resultó satisfactoria, pero son sus respuestas. De hecho, sus palabras son las previsibles, pero lo importante en este caso es que empujada por los acontecimientos debió admitir una entrevista profesional. La Señora no cree demasiado en la libertad de prensa, en la libertad de expresión o en la profesionalidad de los periodistas, pero para bien o para mal no le quedó otra alternativa que soportar lo que no le gusta. Y eso es bueno. Es bueno objetivamente hablando que deba ajustarse -muy a su pesar si se quiere- a las reglas de la democracia. Así son las cosas en esta vida. Acatamos la ley porque estamos íntimamente convencidos, porque nos conviene o porque no nos queda otra alternativa, tal vez porque sospechamos que todo lo demás que hagamos puede ser peor. La Señora hace lo que hace porque no le queda otra alternativa. Y eso es bueno. No sé si para ella, pero sí para la democracia.