“Made in Taiwán”, se podía leer en las etiquetas de algunos juguetes o bienes importados que llegaban a la Argentina hace ya algunos años. Nunca uno podría imaginar que el periodismo abriría tantas puertas, oportunidades de conocer lugares, personas y costumbres.
Llegar a Taiwán demandó una logística interesante. Tres aeropuertos, dos aviones y unas 30 horas, contando escalas y tiempo neto de vuelo. En el medio, el contacto con personas de todas partes del mundo.
El imponente aeropuerto de Estambul recibe a diario a miles de pasajeros de todas partes del mundo. Foto: Gonzalo Zentner
Porque de eso se trata la convivencia en un aeropuerto, mirar, escuchar y conversar con personas de otras naciones bajo la lengua universal del inglés. (Las señas también ayudan, como así también los gestos que no conocen de fronteras).
La parada intermedia fue en Turquía. El aeropuerto internacional de Estambul es gigante, lujoso y no repara en tamaño. Una ciudad dentro de un inmenso y alto techo, cercada por vidrios y la seguridad propia de un lugar así.
Las avenidas principales de Taipéi cuentan con amplios bulevares ornamentados con flores y árboles. Una conjunción perfecta entre edificaciones y la naturaleza. Foto: Gonzalo Zentner
En su interior, negocios de las primeras marcas de ropa, perfumería, comidas rápidas, joyas. Es difícil escapar a la curiosidad de recorrer las diversas tiendas; claro, están preparadas para seducir a los viajeros.
En este hub confluyen turistas, hombres de negocios y diplomáticos de todo el mundo. Son pocas las voces y rostros de argentinos que uno pudo captar. Los destinos son muy variados. Al ser un centro de distribución de vuelos, algunos iban a Europa central, otros un poco más al Este y algunos, como quien escribe, a Asia.
Unas 11 horas separan a Estambul de Taipéi. Al arribar al destino final, el clima del lunes se presentaba nublado, con frío y haciéndole notar al recién llegado que estaba en otro hemisferio. Por estos lares, se cuentan las horas finales del invierno. Estación que parece que resiste y entrega jornadas frescas y desapacibles.
El centro de convenciones que alberga la cumbre de ciudades inteligentes. Foto: Gonzalo Zentner
El bendito jetlag, esa condición que se produce al cambiar repentinamente de huso horario y provoca problemas para dormir, se hace sentir pero no impide concurrir a la apertura del mega evento. No sin antes, una recorrida en bus por las calles de la capital taiwanesa; cuyo ritmo es intenso, típico de ciudad importante.
Cruzar al otro lado del mundo es un desafío importante. Conocer parte de la cultura e idiosincrasia taiwanesa es una de las tareas, además de la cobertura a la cumbre de tecnología y cuidado del medio ambiente.
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