El 22 de octubre se acerca rápidamente y muchos afirman que habrá balotaje, incluso predicen entre quiénes. No confiamos en las encuestas pero a la hora de opinar recurrimos a ellas. En general todos los analistas coinciden en que Javier Milei tiene un lugar asegurado para dilucidar la cuestión en noviembre. De los cinco candidatos, dicen las poco creíbles encuestas de opinión, son tres los aspirantes que cuentan con mayores posibilidades. Y esos tres, por distintas razones, han ido modificando, con mayor o menor énfasis, sus estrategias de campaña en función de los resultados de las Paso y de cómo se ven ellos mismos en la contienda.
Desde el oficialismo, analizan como muy probable una derrota en el mejor de los casos en la segunda vuelta. No participar del balotaje sería una derrota catastrófica para el peronismo-kirchnerismo. El más que famoso y criticado "plan platita" instrumentado por Sergio Massa se profundiza pero despierta recelos a la vista de los resultados en varias provincias, donde apelaron a lo mismo pero los gobernadores perdieron. Un Massa que hoy dice que convocaría a sectores de otros partidos para que lo ayuden a gobernar.
Milei, otrora furioso destructor de lo estatal, ha ido morigerando su discurso. Varios colaboradores aclararon que "tal cosa" no sería automática, que "tal otra" llevaría tiempo, que "estas medidas" pueden implicar años para concretarlas, e incluso cambió hasta su aspecto físico, tal como lo demostró en su visita a la Embajada de Estados Unidos, modificando como Carlos Menem, su cuidadoso despeinado, luciendo una cabellera producida y prolija. En esto lo mismo que cualquier candidato de la "casta", a la que tanto critica y defenestra, pero a la que se parece cada vez más, e incluso se integra con la designación de algunos colaboradores y/o voceros. Para esto no hay más que ver ciertas alianzas prelectorales. Se mostró varias veces con la motosierra de juguete que lanza humo para luego espaciar sus apariciones públicas rumbo a los debates.
La tercera en discordia es Patricia Bullrich, para muchos la más centrada y con propuestas que la gente acepta pueda concretar debido a su fama de "dura". Pese a ello, sería la tercera y con ese resultado quedaría afuera del balotaje. La interna durísima para triunfar en las Paso demostró las diferencias dentro de Juntos por el Cambio, e incluso varios dirigentes importantes del radicalismo replantearon sus críticas a la alianza con el PRO. En las elecciones provinciales gana la UCR pero a nivel nacional el macrismo fija condiciones. Esto no es aceptado por muchos.
Otra cuestión que preocupa, y mucho, es el después. Desde la elección hasta la entrega del poder, pasa un tiempo donde los perdedores son denunciados por "vaciar" las arcas públicas, aprobar medidas que complicarían a los "nuevos", paralizar obras públicas y en algunos casos hasta amenazar a los ganadores de que le harán más que difícil gobernar. Cambios en el accionar que serían la consecuencia de perder las elecciones, perder el poder, y no se sabe que otras cosas perdieron.
Algo que debería cambiar positivamente es la concurrencia a las urnas. Un piso aceptable sería llegar al 80%, demostrar que el país nos interesa y queremos ser partícipes eligiendo dentro de nuestras ideas e información. Lo mal que estamos no justifica no asistir, al contrario. La realidad del país, la imperiosa necesidad de modificar, de cambiar, de mejorar, de que comencemos a estar mejor, debería marcar nuestra decidida necesidad de participar. No es la antipolítica lo que debe prevalecer, al contrario, hay que privilegiar la política, pero la política al servicio del pueblo, de la gente, de sus necesidades. Y para esto debemos participar. Esta es una cuestión que también debe cambar.
Lo que es imperioso cambiar son las prioridades en función de la situación del país. Discutir nuevas formas de crear trabajo, mejorar los índices de empleo formal para disminuir paralelamente la asistencia estatal. Mejorar la salud en todo sentido, invertir en salud pública, en educación, cuestiones básicas, combatir en serio la inflación y los privilegios, aplicando políticas en ese sentido.
Cambiar para mejorar… no para continuar o profundizar la destrucción del país.
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