I
I
Las Paso del 13 de agosto son importantes para todos, pero en particular para Juntos por el Cambio (JxC), porque el ganador dispone de muchas posibilidades de ser el nuevo presidente de la Argentina (podría escribir "gandorxs" y "presidente y presidenta", pero respeto mucho nuestro idioma como para enlodarme en adefesios gramaticales reforzados por tilinguerías políticas que inesperadamente transforman a mi querida tía Cata en una inspirada lingüista y semióloga de 90 años, decidida a enseñarles a leer y escribir a los imberbes de siempre). Sabemos que los candidatos de JxC son Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, pero no sabemos quién será el ganador. Cada uno podrá apostar como mejor le parezca, pero es una apuesta, un juego de azar, no una certeza científica.
II
La interna opositora se está desarrollando dentro de las reglas de juego de una coalición democrática. Hay diferencias y no las disimulan; hay palabras que se dicen de más o de menos, pero nada que se aparte de los tonos y los ritmos de una interna clásica, salvo que alguien pretenda una competencia de este tipo con contendientes que digan exactamente lo mismo. Dicen que Bullrich es un "halcón" y Rodríguez Larreta una "paloma". No sé si son los términos que mejor califiquen a los candidatos. Lo que sé, es que quien tenga que gobernar deberá combinar con sabiduría política la agresividad del halcón y la mansedumbre de la paloma. No tengo noticias de que en democracia se pueda gobernar de otra manera. Los dos candidatos dicen disponer de equipos y asesores eficaces, y aseguran que saben muy bien lo que hay que hacer en el país para sacarlo del actual pantano. Ojalá. Espero que el ganador sepa lo que hay que hacer y cómo hacerlo. Espero que sepa que con consignas se pueden ganar las elecciones, pero no alcanzan ni por cerca para lidiar con el poder. Los peronistas suelen decir que ellos no son muy buenos para gobernar, pero ocurre que quienes lo reemplazan son peores. Desearía que de aquí en más ese refrán se agote en la nadería. Y lo deseo porque el populismo ha agotado sus posibilidades, pero en ese tema se cumple el fenómeno de esas estrellas que ya no existen, pero a su luz la seguimos percibiendo y la seguiremos percibiendo durante cientos de años, con la diferencia que lo que ocurre en el punto de las galaxias en principio no nos hace daño, perjuicio que no sé si se lo podemos negar al peronismo. Halperín Donghi habló de la larga agonía de la Argentina peronista y explicó las causas y posibilidades de este diagnóstico. Halperín Donghi ya no está entre nosotros, pero la agonía continúa.
III
Bullrich o Rodríguez Larreta deberán probar que la hipótesis de Halperín Donghi no solo es verdadera, sino que ellos están llamados a ponerle fin a esa prolongada agonía que es al mismo tiempo la agonía del pueblo argentino. No va a ser fácil. El peronismo ha montado a lo largo de estas décadas un sentido común, un régimen de dominación, con beneficiarios concretos decididos a defender sus privilegios sin escrúpulos institucionales. Ya lo han demostrado y, además, ya lo han anunciado. Los dirigentes de JxC están sobre aviso. Espero, deseo, que sepan cómo responder y, sobre todo, cómo convencer a la sociedad de que el rumbo encarado es el que más nos conviene como nación. No se trata de provocar una revolución o mejunjes por el estilo, se trata de gobernar a partir de un diagnóstico preciso, gobernar equilibrando los costos y los beneficios. O, para decirlo de otro modo: resolviendo con eficiencia las tensiones entre la acumulación indispensable para hacer funcionar el capitalismo, y la distribución, también indispensable para garantizar la paz social.
IV
¿Quién está en mejores condiciones para hacerlo? Patricia y Horacio se han comprometidos con los valores de la democracia y la república. Ambos se proponen representar el centro político, más allá de que Patricia pareciera inclinarse más a posiciones más duras. De Patricia Bullrich me interesa su experiencia política, su vocación de poder, aquello que con los matices del caso podría calificarse de "decisionismo". Admito que su consigna "Todo o nada", no me convence. Y me cuesta entender que alguien que pasó por las aulas de la universidad pudo haberse equivocado por una diferencia tan grande con los porcentajes de estudiantes extranjeros. Para corregir esa "ligereza" con las cifras, Patricia debería recordar aquella frase de un estadista español: "Serás dueña de tus silencios y prisionera de tus palabras". Su vocación de poder no nació ayer, es una pasión que además la transmite y en general es la que han transmitido todos los políticos que han aspirado a ser presidentes. Temas como seguridad, orden, como condiciones para el desarrollo de las fuerzas productivas, los domina con solvencia y están en sintonía con las necesidades de la sociedad que muy bien podría sintetizarse en aquella vieja y valiosa consigna de nuestros Padres Fundadores: "Orden y progreso". Su sensibilidad por los temas sociales, su austeridad personal, la colocan con virtudes personales decisivas respecto del señor a quien su competidor interno, Juan Grabois, no vacilara en calificar de "sinvergüenza, cagador y vendepatria".
V
Rodríguez Larreta propone el consenso, lo cual según se mire, es una virtud, pero no dice una palabra, o dice poco, acerca del conflicto, lo cual, según se mire, es una debilidad. De diferentes maneras explica que con el kirchnerismo no hay arreglo, pero sí es posible sumar a una nueva épica al peronismo "bueno". Esta propuesta incluye aceptar que kirchnerismo y peronismo no son lo mismo, una hipótesis que yo no la daría por aceptada a libro cerrado. Larreta no es un "zurdo", como lo califica Javier Milei con aires de energúmeno, y mucho menos un kirchnerista infiltrado. Palabras más, palabras menos, ha sido un opositor consistente a la actual gestión, pero entiende que no se puede enfrentar al peronismo en bloque, por lo que lo más inteligente es dividirlo o atribuirle a un sector del peronismo todos los vicios de la humanidad, y al otro, alguna que otra virtud. Yo insisto, una vez más, que el gobierno que venga, si no es peronista, deberá administrar con sabiduría y astucia las artes complejas del conflicto y el consenso. Respecto del consenso, admitamos que en la Argentina se lo ha practicado muchísimas veces, y muchas veces fue más una capitulación que un acuerdo. Ocurre que la política y el devenir social son algo mucho más complicado que la fórmula candorosa de "sentémonos alrededor de una mesa y pongámonos de acuerdo". La democracia, bueno es recordarlo, se constituye para gestionar el conflicto; gestionarlo de manera pacífica, con reglas establecidas de antemano, pero sabiendo que hay intereses contrapuestos que no se resuelven con palabras cariñosas. Sin ir más lejos, Alfonsín jamás podría haber constituido la Conadep o juzgado a las juntas militares y las cúpulas guerrilleras, si hubiera esperado el acuerdo de un peronismo partidario de la amnistía y el indulto a los militares. El líder radical intentó en otro momento poner punto final a una estructura sindical y, por supuesto, los beneficiarios de esa "columna vertebral obrera" modelada según la voluntad de Mussolini, se opusieron con todos los recursos legales e ilegales del caso. Argentina hoy está atravesando una encrucijada compleja que exige acuerdos, pero en primer lugar toma de decisiones que permitan desbloquear los principales nudos de la crisis. Rodríguez Larreta no ignora estos desafíos, pero entiende que hay que privilegiar el consenso; Patricia no desconoce que en una democracia los acuerdos importan, pero entiende que si no se quiere traicionar las expectativas de los votantes es imposible eludir el conflicto. El 13 de agosto sabremos qué liderazgo prefieren los argentinos. También sabremos lo obvio: que los peronistas han elegido como candidato a Sergio Massa que, importa decirlo, es un dirigente que, en sus escasas virtudes y abundantes defectos, reúne esa clásica tipología en la que mendacidad, farsa y banalidad se conjugan en una síntesis que, sin vacilaciones, podríamos decir que honra las mejores tradiciones del populismo criollo.
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