Ha terminado el proceso, larguísimo, que llegó hasta un nuevo presidente electo. Nada ha sido tan terrible como la larga espera. Macri lo hizo. Desvirtuó, le quitó virtudes a Horacio Rodríguez Larreta, propició a Patricia Bullrich y alentó a Javier Milei. Aquella oposición del 65/70 % contra el magro 18/20% del oficialismo trocó a tercios y esto que hoy se ve. El contrafactismo siempre es improbable. El triunfo de Milei tiene mucho de Mauricio. El reparto de la torta dirá el secreto de cómo fue esa alianza con los ojos populares adivinando.
La frase del refranero popular, cantada por Roberto Sánchez, Sandro, rebota en "los aleros de la mente con las chicharras", como escribe Charlie. La puesta en caja de las elecciones también es cantada: "Sus ojos se cerraron y el mundo sigue andando". Así despertamos hoy. Eso sucede (hoy). La vida sigue… tal vez algo diferente. Queda la vigilancia sobre promesas de campaña y sobre ellas también resuelve el cancionero popular: "Hoy un juramento, mañana una traición".
En todos los casos, para ganadores, perdedores y ausentes, la consigna es sobrevivir, arrancar y para eso este día con coletazos, con remesones del terremoto electoral dominical. Me planto en una duda muy profunda: no se han cicatrizado ni las rasgaduras ni las heridas. Nada está en calma. Hubo rarezas en los días previos, "días como flechas", diría Miguel Ángel Asturias.
Una violencia verbal inusitada azotó los mensajes privados y las charlas públicas. Un texto recibido puede dar idea de la dimensión de cuanto creían que se jugaba, me siento extraño de tamaña seguridad porque, en rigor, no cambiaba tanto el mundo, no era el final de los tempos ni de la especie. El texto al que hago mención, firmado por dos personalidades del espectáculo rosarino decía:
"De N.N. y N.N: La vida suele ser una selva llena de palabras y en ellas nos solemos encontrar, a veces con empatía y certezas, otras con incertidumbres. Escribimos canciones, las interpretamos, pero en ello no hay vanidad, solo agradecimiento. ¿Que pretendemos? Ningún podio: solo un poco de belleza que nos transforme y nos haga mejores, y tal vez mejore un minuto la vida de quienes nos escuchan sin que por ello sea necesario que se nos recuerde.
Pero nuestro oficio nos ha dejado claro que esos lenguajes, la música y la palabra, están investidos de un enorme poder; tanto puede la palabra sostener certezas universales cercanas a la verdad como falsear íntegramente la realidad del mundo, puede igualmente enfermar o curar, provocar la fascinación o la pesadilla.
En estos tiempos preelectorales hemos asistido a innumerables batallas informativas, con el estupor del espanto y la esperanza de que los mensajes políticos se suavizaran y hemos comprobado que, lejos de atenuarse aún en el disenso, fueron creciendo en violencia e intolerancia sólo en una parte –la más oscura, la oposición- hasta alcanzar dimensiones monstruosas.
Hemos comprobado con claridad y dolor que hay dos caminos posibles en medio de la guerra de ruidos, apotegmas, promesas y hechos reales: de un lado la esperanza, el reconocimiento de errores e inclusive la solicitud de perdón de parte del oficialismo y su voluntad de redención, y del otro, solo el llamado a la muerte, a la destrucción, a la demencia, a lo macabro. Un juego que apunta a degradar y en lo posible confundir, arrear veneno para así obtener la victoria.
Nadie es un ángel en política, lo sabemos. Pero hay algunos que vuelan previsibles y otros, se enmascaran y constituyen lo peor del ancho cielo, que dudamos que sea tan real como dicen pero que nos envuelve a todos por igual, evocando la cara del infierno si es que ambas cosas coexistieran. Nos sentimos humillados ante tanta fiereza, tan tremendo placer por ofender, mentir, ensuciar, provocar y acusarnos hasta de respirar. Tenemos pavor de que se mate, se secuestre, se suprima la vida y la sangre como ocurrió entre 1976 y 1983.
Nos negamos a que la gente acepte ser humillada, degradada y enceguecida por aires de cambio, cuando en el fondo son las sombras de siempre las que aparecen hoy simulando una luz que jamás tuvieron. Tememos que se pierdan los derechos, el respeto y un concepto de estado como garantía de los derechos laborales y justicia social, salud y educación públicas, y se subestime la fuerza vital de la solidaridad. Por todo esto y mucho más creemos que Javier Milei, su partido y sus alianzas, encarnan sin tapujos la perversión y el terror; la antipatía y la indiferencia son su verdadera condición, la que muestra, la que ofende, la que humilla. No es una máscara, es su legítima cara, la auténtica y la más pavorosa.
Estamos asistiendo a la emergencia del sustantivo insidioso, del verbo que corta, del calificativo que desgarra; estamos tolerando vergonzosamente en el candidato de LLA dos atributos terminales de la palabra: falsedad y letalidad.
No queremos vivir sin dignidad. Tenemos amigos, familia, hijos, vecinos y gente anónima que no merece ser víctima de los errores de quienes por sentirse enojados o cansados elijan el suicidio político, que es el que ejecuta un pueblo cuando decide contra sus propios intereses y sus propios derechos.
Puede ser la última oportunidad de considerarnos una Nación independiente. Llamamos a NO VOTAR A LA LIBERTAD AVANZA. La vida es sagrada y debemos defenderla con nuestro voto. El nuestro es indudablemente para Sergio Massa; luego discutiremos lo que sea necesario para que no quede nadie afuera".
Lo anterior es textual. Me golpeó. Pregunté, por un correo personal, a uno de los firmantes que respondió: "Es de ambos. Mezclados, corregidos, intervenidos, etc. Abrazo". Pasó la elección. Ese texto dejará huellas. En estos casos remito a Raúl González Tuñón: "Que todo en broma se toma, todo… menos la canción". No creo mínimo el pedido que hacían, era y es mayúsculo. Pregunto… ¿Cómo se vuelve al punto medio?
Ya diversos actores, otras personalidades públicas habían dejado su intención, su decisión, acaso su corazón mirando hacia un costado personal muy afligido. Es más que evidente que la previa de la elección liberó una profunda corriente de pensamiento que se expresó como la carta lo demuestra. Corriente muy profunda. Que se hizo pública. Eso es bueno. Había que "sacarlo para afuera". Ahora hay que manejar esta diferencia.
Hoy, como el sábado previo, somos lo que somos. Que muchas de las personalidades a quienes respeto, un fenomenal periodista y dramaturgo (él me envió la carta mencionada) y uno de los firmantes, sobre quien no hago más que sacarme el sombrero y saludar, que personalidades de tal tamaño apostaran en esta elección toda su baraja indica que, si desde el sur santafesino, si desde este sur quienes tienen trayectoria de vida vivida hicieron eso: cantar las 33 y jugar el As de Espadas, es que algo tremendo vieron en esta elección.
Por mi parte insisto: el año 2023 es para un presidente "pos peste" que arrancará en mitad de números de inflación y salarios que nadie pudo esconder y calamidades que nadie puede ocultar y que atrapan a tantos y tantos… En fin, me dice, esta muestra de vehemencia ciudadana que algo más se jugaba aquí, algo que, de ser cierto, deja huellas, "heridas que no cierran y sangran todavía". Lo doy por cierto. Algo muy íntimo se jugaba, se jugó. Esas heridas no cerrarán.
Pasó la elección, al parecer de estos amigos muy tremenda elección. Perdieron y quedó larvado un desencanto, quedó, no ha desaparecido. Esos votos necesitan que se les diga que hay vida real, lejana al énfasis del texto mencionado, sin aquellas desesperadas advertencias. Que podrán respirar, tener vecinos e imaginarse un porvenir.
Repasemos lo que allí se dice: "Por todo esto y mucho más creemos que Javier Milei, su partido y sus alianzas, encarnan sin tapujos la perversión y el terror; la antipatía y la indiferencia son su verdadera condición, la que muestra, la que ofende, la que humilla. No es una máscara, es su legítima cara, la auténtica y la más pavorosa". Está claro que cuanto se piensa fue dicho... y en esos términos. Con su firma lo sostienen.
Más claro aún que una mayoría de votos populares (una persona, un voto) ya definió un presidente. La realidad constitucional es más sólida. En la democracia argentina los cuerpos legislativos ya estaban elegidos y el Poder Judicial tiene otro sistema para su elección y/o su renovación. Es necesario resolver qué se hace con aquellos que, mediante el uso de la absoluta libertad (obligatorio, secreto, universal), votaron de otro modo. Perdieron. Deseo que no los encuentre una tragedia individual y/o colectiva.
Con un aire de música de cosacos alegres, desde el fondo de "lo popular", lo inatajable, la voz de Sandro devuelve la más sencilla solución: al final, la vida sigue igual. Me gustaría que lo dijesen los vehementes de la semana anterior. Ojalá lo aprendamos para la próxima. La democracia tiene algo que no se debe olvidar: se cura a sí misma… con más democracia.