Días atrás tuvo lugar en el Vaticano el Encuentro Mundial de Movimientos Populares a quien el Papa Francisco asigna gran importancia por su “capacidad transformadora” y en su transcurso hizo críticas al gobierno de Javier Milei por el recorte de fondos en algunas organizaciones y por el protocolo antipiquete del Ministerio de Seguridad que encabeza Patricia Bullrich.
Para Bergoglio los movimientos populares son trascendentes ya que, sostuvo, “la acción comunitaria de los pobres de la tierra depende no solo su propio futuro, sino, tal vez, el de toda la humanidad”. Enorme responsabilidad les otorgó en su discurso desde el Palazzo San Calisto.
Lamentablemente el Sumo Pontífice olvidó las muertes y detenciones en Venezuela donde el dictador Nicolás Maduro condena al hambre a su población y no duda en violar derechos humanos esenciales al detener y encarcelar menores. Una pena. Porque también en Venezuela hay organizaciones sociales que necesitan de palabras de aliento ante el incremento de la violencia institucional del chavismo. Y otro dato histórico. También requirió de un largo tiempo el reproche -no pasó de ahí- a la invasión de Rusia a Ucrania que aún provoca crímenes de guerra casi a diario. Un Papa cómodo con algunos e incómodo con otros.
Y es que esa visión le hacer perder la categoría de “católico”, de “universal”. Al Papa Francisco le molesta -expresa- la violencia de que las protestas se tengan que hacer respetando el derecho de los otros y, al parecer, ve con buenos ojos que se puedan cortar calles, avenidas, accesos y egresos de cualquier ciudad importante de la Argentina. Fuera del discurso que venía leyendo Francisco en el Palazzo Calisto dijo en un comentario al público que “frente a un grupo de obreros y personas que reclamaban por lo suyo, la policía usó lo más caro, el gas pimienta de primera calidad contra lo que consideraban revoltosos y comunistas. Téngalo en cuenta a esto”. En la visión del Infalible, el uso de la generalización de la acción de un agente sobre una niña -absolutamente condenable y que debe ser resuelto por la vía legal- hace que un solo hecho se convierta en una política de Estado. ¿Error de cálculo o disparo milimétrico a la “gestión” Milei?
Es que el presidente se había ufanado en su discurso de presentación del presupuesto que “gestionar es eliminar los intermediarios que lucraban con la pobreza”, y apuntó -sin nombrarlos- contra dirigentes sociales como Eduardo Belliboni (Polo Obrero), Daniel Menéndez (Barrios de Pie) y Juan Grabois (Movimiento de Trabajadores Excluidos). Este último participaba del encuentro en el Vaticano por ser unos de sus impulsores y por formar parte del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral que funciona en el pequeño estado y que se creó por impulso de Bergoglio. Y el presidente Milei también consideró que “gestionar es haber eliminado los piquetes y llevar más de cuatro meses sin cortes de calle en el AMBA”.
Más que un mensaje apostólico se trató de uno vinculado con su pasado de simpatías al peronismo al que se acercó por su estrecha relación con los dirigentes de Guardia de Hierro con quienes mantuvo un intenso diálogo en los 60 y los 70. Los “guardianes” -que decían proteger la quinta Puerta de Hierro y se definían como soldados de Perón- se habrían inspirado en la “Garda de Fier” rumana, fundada y dirigida por Corneliu Zelea Codreanu, de orientación fascista y clerical. En la Argentina fueron nacionalistas y seguidores de Juan Domingo Perón. Por ello aspiraban a la armonía de clases, la separación del imperialismo yanqui y de la URSS y la supresión del comunismo por ser una ideología materialista. Allí el joven Bergoglio se sentió cómodo. Un dato importante es que a inicios de la década de los 70 la GdH rompe con Montoneros y con la Tendencia Revolucionaria pero también se amplía al fusionarse con el Frente Estudiantil Nacional conducido por Roberto “Pajarito” Grabois llegando a ser un nuevo Guardián. Su hijo, Juan, es el mismo que hoy asesora al Papa sobre los movimientos populares.
Aquella visión parece que aún pervive en el interior profundo de Bergoglio. Cuando está a puertas cerradas y bajando línea a la curia se pierde parte del discurso más progresista y aparece la ortodoxia que, en definitiva, es la línea que siempre defiende. Uno de esos días fue cuando habló de que había “demasiada mariconería” en los seminarios y que había que “acompañarlos durante un tiempo pero luego separarlos”. Lejos de una posición más “progre”, el Papa sostuvo en mayo de este año que “es mejor no ordenar a alguien con esas tendencias” antes que “enfrentar los problemas” que generan estos eventuales sacerdotes. Un discurso retrógrado y machista
Además hay que tener en cuenta que la Iglesia Católica en general y el Papa Francisco en particular han trabajado para tratar de limitar los juicios por los sacerdotes pedófilos y abusadores no solo porque es un delito y un pecado sino debido al enorme costo económico que provocan. En Estados Unidos alguna diócesis se vieron al borde de la bancarrota debido a los pagos que debieron hacer frente por los numerosos casos de abusos denunciados y resueltos por la vía judicial. Sobre este tema hubo un embate inicial de Bergoglio sobre los curas envueltos en casos de pederastia pero últimamente no hubo nuevos pronunciamientos aunque los casos se siguen produciendo en todo el mundo católico. En suma, también hay una defensa de la “caja” que maneja el Vaticano sobre todo a través del opaco Banco Ambrosiano. Entidad que tuvo la lupa cuando estalló el caso de la Logia P2 pero que aún sigue siendo un banco como para investigar maniobras sospechosas. Luces y sombras en los pasillos de San Pedro.
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