Por Jorge Bello (*)
La presencia de la enfermera en la escuela permite que los alumnos puedan plantear dudas, o pedir ayuda, o buscar consejo. Su tarea de escucha permite la catarsis, inspira confianza, diagnostica una situación que luego canaliza.
Por Jorge Bello (*)
Decía en estas páginas el pasado viernes 23 de abril que la enfermera escolar es una figura que ya está establecida en algunos lugares. Es una apuesta por la salud infanto-juvenil del presente, que es también la del futuro, puesto que el mañana depende de hoy.
Argentina es un gran país, y ahora tiene la oportunidad de demostrarlo, y Santa Fe puede estar, si quiere, entre aquéllos que no esperaron que del cielo les caiga el maná sino entre aquéllos que se arremangaron en defensa de lo propio. Mejor que esperar a ver si viene lo que te corresponde es salir a buscarlo, o hacerlo mientras llega, si es que llega.
Es necesario construir lo que hace falta con el propio esfuerzo, en unión y armonía, porque no caerá del cielo. La enfermera escolar es un ejemplo, entre otros varios posibles. Es necesario aprender la lección que nos dejó el pasado curso lectivo, y actuar ahora con espíritu constructivo, generoso, sin duda innovador, porque los tiempos son dramáticos, y no presentan síntomas de mejoría.
Siendo que es así, la presencialidad escolar debe continuar. Aún más, hay que hacerla más amplia. Hay que extender los horarios presenciales y, por ejemplo, abrir el patio y las otras zonas comunes de la escuela para que los alumnos puedan estar allí más horas, incluso sábados y domingos. El patio es más sano que la calle y más seguro que no pocos interiores.
Hay que actuar con espíritu constructivo y generoso, e innovador. Hacer, aún a riesgo de equivocarse, es mejor que esperar con exigencias. Reclamar está bien, pero por las dudas hay que ir haciendo.
Argentina está, y es un motivo de orgullo, comprometida con una nueva y universal iniciativa que busca que la infancia y la juventud estén más presentes, ocupen un papel más importante que el actual en el diseño de las políticas oficiales. Más concretamente, se espera que Argentina mejore en el derecho a la salud que tienen niños y jóvenes. Es decir, que les mejore el acceso a los servicios de salud.
Se trata de la iniciativa "Children in all policies" (Los niños en todas las políticas), promovida, entre otros, por Unicef y la Organización Mundial de la Salud. La página web es: https://cap-2030.org
Más información sobre esta iniciativa y sobre lo que se espera de Argentina en: "Children in all policies 2030: a new initiative to implement the recommendations of the Who-Unicef-Lancet commision" (Lancet, 01/05/2021). Véase también la bibliografía.
Es necesario, en efecto, mejorar el acceso a la salud de los niños y los jóvenes. Y si entendemos que escuela y salud son un solo corazón, si entendemos que pueden potenciarse mutuamente en pos de un bien común, y si entendemos que profesionales de la docencia y profesionales de la salud deben consensuar estrategias que mejoren la salud infanto-juvenil aprovechando el entorno escolar porque éste es un lugar idóneo para ello, entonces se entenderá fácilmente que la figura de la enfermera escolar tiene unas perspectivas muy interesantes.
Pero no hay que esperar a que venga, sino que hay que ir a buscarla. La enfermera escolar es una enfermera, y no un médico, del barrio. Es por todos conocida y está preparada, está formada para la importante función que debe desarrollar.
Dos o tres horas, una o dos veces a la semana, esta enfermera atiende un consultorio dentro de la escuela. No cobra, porque viene prestada del hospital o del periférico, o de otras instituciones.
No hay turnos, no hay que pedir permiso, no hay que dar explicaciones, solo hay que ir. Es un consultorio donde el alumno puede plantear dudas, o pedir ayuda, o buscar consejo, o quejarse sobre materias que difícilmente comentaría en casa: drogas, alcohol y otras adicciones; sexo y sexualidad; violencia presenciada o sufrida en casa; temores y malas relaciones; sentimiento de ser víctima de abuso o maltrato en casa o en la escuela; machismo, trabajo, explotación, soledad, angustia, autoimagen; ganas de no comer o de comer sin medida.
La enfermera escucha, permite la catarsis, inspira confianza, diagnostica una situación que luego canaliza hacia donde corresponda, si es que corresponde canalizarla. Tal vez baste con un consejo y un seguimiento, y la seguridad de que podemos volver a empezar.
La consulta es privada y confidencial, pero la puede hacer uno, o una, a título individual, o en grupos de dos o tres. O bien puede dar una clase, o mejor abrir un debate en clase sobre estas materias. Se evitan males mayores. Al alumno, a la alumna se le hace así más fácil el acceso a la salud porque es en el contexto escolar, y de esto se trata.
Es un argumento más para mantener una presencialidad que se adapta a la necesidad de los alumnos, porque es a esta necesidad -y a ninguna otra- a la que debe dar respuesta. No es fácil, puesto que requiere amplitud de miras. Pero bien sabemos que esta amplitud existe, está allí. Sólo hay que salir a buscarla.
(*) www.bello.cat
La presencialidad escolar debe continuar y hay que ampliarla. Extender los horarios presenciales, abrir el patio y zonas comunes para que los alumnos puedan estar allí más horas, incluso sábados y domingos. El patio es más sano que la calle y más seguro que no pocos interiores.
La enfermera escolar es una enfermera del barrio. Es por todos conocida y está preparada, está formada para la importante función que debe desarrollar. Dos o tres horas, una o dos veces a la semana, atiende un consultorio dentro de la escuela. Viene prestada del hospital o del centro de salud.