Por Daniel Bianchi
Por Daniel Bianchi
¿Cómo evocar a Federico Bertuzzi? Hubo tantas facetas en su vida que no pueden agotarse en un solo escrito. "Fede", como sus cercanos le decían, era ese tipo de persona con mucho para conocer. Pastor, escritor, editor, movilizador, dirigente, comunicador, consejero y más. La mejor imagen que puedo usar es la del fuego, como pasión, por las misiones, que él contribuyó a encender.
Lo conocí junto a su familia en 1980. Fue a Ecuador invitado por los directivos del barco para ministrar a los latinos y para ser orador en eventos de misiones y pastores en Guayaquil y en Quito. Recuerdo las charlas que tuvimos en su camarote: su corazón pastoral, su disposición afectuosa. Pasamos tiempos de intenso servicio juntos, de diálogo, en ocasiones con algunas diferencias, pero en las que siempre primó el respeto y el afecto de estar juntos por las misiones.
Sus raíces misioneras se arraigaron seguramente durante su tiempo en el Viejo Continente. Participó de las "Campañas de verano" de Operación Movilización en Europa (un esfuerzo evangelístico juvenil continental). De hecho, la ceremonia de su bautismo (1967) fue presidida por otro notable, Greg Livingstone, miembro de dicha entidad y luego fundador de la misión Fronteras. Otro hito para él lo constituyó el Congreso de Evangelización Mundial de Berlín (1966) convocado por Billy Graham. Federico tenía 18 años y pudo entrar a esa ciudad dividida en plena guerra fría, gracias a un salvoconducto. Regresó a la Argentina y estudió en el Instituto Bíblico Buenos Aires (IBBA), donde Edgardo Surenian lo recuerda por el compromiso que tenía con la Gran Comisión y más adelante como un hombre de misiones con influencia y firme carácter. Luego fue invitado a ser pastor de la Iglesia Bautista Nordeste en Santa Fe, responsabilidad que llevaría por doce años. En todo tiempo, su ministerio lo realizó con el apoyo y participación de Marta Panotto, su amada esposa desde 1974, hasta su partida en 2015. Dos momentos de influencia para su tarea misionera fueron: el viaje a África del Norte, donde estuvo en contacto directo con la realidad musulmana, a la que luego sirvió muchos años por medio de PMI en Argentina, el continente y Europa; y su participación en el primer retiro de pastores de 1982 que organizó MEI (Misión Evangélica Iberoamericana) en Córdoba, Argentina. Pidió un espacio para hablar de misiones con los pastores, pero, como suele ocurrir, el programa estaba completo. Debido a su insistencia, se hizo un solo anuncio para una reunión, fuera de programa, de asistencia voluntaria y en el único lugar que había disponible. No le importó. Federico tomó ese espacio y volcó su corazón ante un nutrido grupo de pastores, pidiendo que asumieran la responsabilidad misionera que tenían como iglesias argentinas. Posteriormente, dio inicio a las Misiones Mundiales con otros líderes (Red Misiones Mundiales desde 1994). Esa entidad de tipo interdenominacional fue pionera en la cooperación y se anticiparía a lo que sucedería en América Latina con Comibam. Su pasión misionera hizo que dejara el pastorado y se dedicara de lleno a estas labores.
Sus amigos lo recordaremos abierto y afable. Siempre dispuesto para escuchar, para dar una palabra sabia y oportuna. Alejandro lo destaca como un "batallador incansable, inspirador constante, pensador profundo y un creador de puentes permanente…Y por sobre todas las cosas un muy, muy querido amigo". Esto trascendió las fronteras, como lo rememora Jaume Llenas desde España, quien fuera presidente de la Alianza Evangélica Europea: "Su contribución a las misiones en España deja un recuerdo imborrable. Su amistad y calidez las guardo en el corazón".
A finales de los '70, pensar en misiones era sinónimo de extranjeros que habían venido a nuestras naciones. Él fue uno de los pioneros en abrir esos espacios para escuchar, comprender y responder al llamado misionero mundial. En especial se resalta su compromiso con la misión a los no alcanzados y a los pueblos musulmanes. Entendió que era responsabilidad de la iglesia y que los pastores debían involucrarse. Buscó participar en comités y en las entidades que los agrupaban. No siempre tuvo la respuesta que esperaba, pero no obstante todos recordarán su santa insistencia misionera.
Tuvo una amplia influencia en misiones en Argentina y en América. Hay mensajes que se recordarán por mucho tiempo, como "La deuda argentina con las misiones mundiales", "El complejo de langosta", solo para citar algunos. Comprendió la importancia de dejar registro escrito para la reflexión y el conocimiento. Así, durante las primeras décadas de Misiones Mundiales se compilaron libros de cada consulta y congreso. El pastor Hugo Baravalle recuerda la Consulta de Misiones en Máximo Paz (1986) y el Congreso Misionero de Mar del Plata (1989) como dos eventos cruciales. El Dr. Pablo Bedrossian memora un campamento de jóvenes en 1980: "Federico dibujó a mano un planisferio y luego fue compartiendo la situación del Evangelio en un país tras otro. Fueron tres horas inolvidables".
Llevaba un minucioso detalle de los lugares que había visitado, las personas y temas tratados. Una vez contó acerca de los miles de kilómetros recorridos en el año y aclaró: "La mayoría los hice en ómnibus". Durante su tiempo en Comibam pasó varios meses fuera de su casa. Dondequiera que lo llamaran para hablar de misiones contaban con él, sin importar la cantidad de personas y sin pedir trato especial. Los comienzos de Misiones Mundiales no fueron fáciles. Con todo Fede persistía. Cuando su salud se fue complicando, aun siguió viajando. En una ocasión viajó acostado en el piso del avión debido al dolor de columna. Fue camino a un encuentro misionero que se realizaba en Europa.
Amó a la Escritura y la enseñanza bíblica. Comprometido con la teología cristocéntrica y evangélica en toda su plenitud. Hablaba de la salvación, de la Segunda Venida, de la condenación y la influencia de la iglesia para ser sal y luz en la sociedad. Invitaba a otros a prepararse y a pensar en la influencia extranjera en las misiones latinas. Por sobre todo, mantenía en alto la responsabilidad que teníamos como naciones y continentes con el mandato de Jesús.
Buscó que la iglesia en su totalidad, sin distinción de tradiciones y denominaciones, abrazara la misión mundial. También que las organizaciones misioneras, que a fines de los setenta había en Argentina, promovieran la visión misionera como OM, Jucum, Cruzada. Sus jóvenes líderes colaboraron en la tarea que realizaba Misiones Mundiales, lo que facilitó que el llamado misionero se extendiera por el país y más allá. Así se realizaron consultas de capacitación, de misión de la iglesia, conferencias sobre el islam, cuatro congresos misioneros nacionales, varios otros congresos regionales y muchísimo más.
Cuatro años antes del inicio de Comibam (en 1986) como esfuerzo latinoamericano unido, Federico ya había fundado Misiones Mundiales (en 1982). En junio de 2022, Misiones Mundiales cumplió cuarenta años: un sueño y una realidad vigente.
Federico alimentó el fuego de Dios. No lo hizo con meras declaraciones, sino con su vida, carácter, relaciones y acciones. Su tarea fue enorme y su corazón por Dios y por las misiones lo fue aún más. Las generaciones más jóvenes tal vez lo conocen poco y quiero animarlas a que se acerquen a sus videos, audios y escritos. Su salud se fue deteriorando a partir del diagnóstico de Parkinson, su corazón fue sacudido por la ausencia de Marta; otro golpe se lo produjo el Covid-19, pero en todo y con todo, Federico fue fiel hasta el final.
A partir del 2 de septiembre pasado, forma parte de la "nube de testigos" que nos alienta a seguir corriendo la carrera como siempre, como la única manera digna y posible de hacerlo: "Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe".
(*) Director de Conexión Oriental