"La historia describe varias décadas de la vida de Forrest Gump, un nativo de Alabama que sufre una leve discapacidad intelectual. Eso no le impide ser testigo privilegiado, y en algunos casos actor decisivo, de muchos de los momentos más transcendentales de la historia de los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX, específicamente entre 1945 y 1982".
Wikipedia explica para que entienda cualquiera: "Forrest Gump es una película estadounidense cómica dramática estrenada en 1994. Basada en la novela homónima del escritor Winston Groom, la película fue dirigida por Robert Zemeckis y protagonizada por Tom Hanks". En varios momentos de esta vida que transcurro sentí que estaba cerca de cosas que me trascendían. Guardo de todas ellas instantes propios. Historias de otros que pasaron cerca.
Conocí a Roberto Fontanarrosa siendo los dos bastante jóvenes. Creo que tenemos el mismo año para ubicar el nacimiento. Cito de memoria: "Villa Tacuarita. Agrelo 1537. Teléfono 553087". La calle era Agrelo. Los dos primeros dígitos del teléfono eran los de Zona Alberdi (55). En la casa decía, en su entrada, "villa Tacuarita". El Negro solía agregar: "Agrelo, donde el aire es terso y suave". Era su modo. Usaba frases del común en sitios no convencionales.
Han puesto de moda a Roberto y está bien. Lástima su muerte, "cuando mucho cabía esperar de su talento todavía". Cuando los cronistas porteños se engolosinan con la agonía pública de Martín Caparrós, que ahora cuenta sus aventuras sexuales con Juan José Saer como un denuesto post mortem sobre el Turco y cree que es un vivo bárbaro que, además, está traficando comercialmente con su muerte, es un moribundo cabrón que no me enfurece.
Caparrós es lo que se sabe, me enfurece que cuenten sobre el ELA sin recordar la silenciosa forma de Roberto de manejar eso, su sobrevida, su agonía, su muerte. Otra dignidad. Otro silencio, verdadero silencio. Una ignorancia de los cronistas porteños que no hace nada más que indicar hasta qué punto la ignorancia es virósica.
El viejo de Roberto era un "machazo" reconocido del básket -así se escribía en algunas crónicas de 1950/1955- rosarino. Berto Fontanarrosa. Don Berto para nosotros. Cuando aparecía algún cronista de más edad en nuestras mesas de café la pregunta era esa: "¿Qué sos de Berto Fontanarrosa?". "Soy el hijo", decía Roberto sin esperar nada más que el elogio. Las crónicas hablaban de un caudillo duro en las canchas y solidario. Tuvo que convivir con una vida diferente. "Full back" izquierdo en los torneos de Provincial; no era bueno ni constante, era observador y buen crítico.
En aquella casa hacíamos asados. No tantos. El "Mochila" Martini (Juan Carlos Martini, para más datos), Carlos Saldi, Reinaldo Svend Segovia, pocos más. Restos de la revista Boom. Después Zoom. Los biógrafos comerciales son tan apurados, "plink caja"… hay por lo menos cuarenta chistes gráficos de fútbol que le pedimos al Negro para "Deporte '70", una revista que editaba Amalevi (Editorial Amalevi, sobre la veterana calle Mendoza). Tampoco está el libro que hizo para Editorial La Línea bajo la dirección de "Chiquita" Constenla (Julia Constenla… y el que no sepa quién fue en militancia y ediciones, allá él con su olvido)
La asociación con el personaje de la novela viene por un día donde pasó de todo muy cerca. Había conseguido, para Roberto, un encuentro con Carlos Fontanarrosa. Mi situación en Revista Gente me permitía el pedido. Quería que sus personajes gráficos estuviesen en Revista Gente. Carlos Fontanarrosa, el hombre fuerte de Editorial Atlántida era el que inventó "Polémica en el fútbol", que aún hoy perdura con formatos parecidos… y levemente diferentes. Fontanarrosa lo hizo con "Apo" (Alfredo Rütschi, padre de Alejandro Apo). Le dije a Carlos que le llevaría a Roberto, para que charlase, pero que de mi parte creía que debíamos contratarlo. "Fontan Pick" aceptó (así le decíamos a Carlos).
El pliego de colores (se imprimían separados) estaba a mi cargo y militaban su locura cerca del escritorio una bandada de personajes que me superaban. Por razones de administración, el secretario a cargo era yo, debía firmar sus colaboraciones pero tener cerca a Marcelo Fortunato Capurro, al negro José María Pasquini Durán, a Eduardo San Pedro, a Fain Binder, a "Chiquita" Constenla, a Gustavo Trigo, a Abel Guibe era tener una verdadera tropa de asalto. Aclaremos: muchos de ellos de paso al salir de La Opinión, rumbo hacia otros destinos.
Recuerdo ahora, ahora mismo, a Doris Gumper, colaboradora que después, ya como pareja de Capurro, tuvo a su cargo una importante tarea publicitaria. En aquellos años los trenes iban y venían a horario. Lo tomamos un lunes en Rosario Norte. Debíamos llegar sobre las 11 a Retiro, estación del Mitre. Un taxi a la redacción. Yo llevaba mi bolso ya que en algún momento iría hasta el departamento que ocupaba, a unos cien metros de Méjico y Azopardo. Llegamos por el viejo ascensor al tercer piso. Insisto, no había puertas cerradas con Carlos Fontanarrosa. Abrí y estaba con el "ruso" Gelblung.
Chiche Gelblung cerraba el pliego blanco y negro, el de actualidad, que el martes al mediodía debía ir a imprenta para salir el miércoles a la calle. "Mi pliego", el pliego color cerraba los viernes a las 19, después de elegir tapa. Era, creo que aún soy bueno en producción gráfica, acaso por años en publicidad. Cada viernes elegía la tapa pero… si alguna de las modelos de tapa tenía afectos especiales con Aníbal, Constancio, Aller Atucha o algún otro súper amigo de la casa… bueno entonces la elección era entre las mejores y la recontra mejor era siempre esa niña.
"Acosta menos mal que llegó, se tiene que ir con Chiche ya mismo de vuelta a Rosario. Mataron al General Sánchez". "Carlos, este es Roberto Fontanarrosa, de quien le hablé", le dije. "Que dice tocayo, mire, es un día difícil, si se viene mañana, no, mañana no, mejor el jueves, conversamos y vemos que hacemos, aquí Acosta dice que usted puede servirnos en la revista… discúlpeme, hoy es un día muy nervioso, nos vemos el jueves", contestó Carlos.
Se dieron la mano y Roberto se fue. Dejé el bolso en portería. Tiempos de próstata firme y vejiga resistente. Salimos y estaba el auto de un fotógrafo, "El Lechero" Fernández. Le decíamos "lechero" porque una vez, haciéndole fotos a Alfredo Alcón este lo miraba y lo miraba, como Alfredo tenía esa costumbre por su modo de ser no le molestaba a la cronista, René Salas, pero finalmente fue Alcón el que preguntó: "¿Yo creo que te conozco?"… Juan Manuel Fernández contestó: "Sí, yo era el pibe que le llevaba la leche a tu casa con mi tío".
"El Lechero" Fernández tenía un Renault 12 afiladísimo. Debíamos ir hasta El Palomar. Aeroparque cerrado. "El Lechero" Fernández y Chiche adelante, yo atrás. Yendo para el destino un súper cordón policial. Grande, realmente grande. "El Lechero" frenó. Chiche pidió que siguiésemos, para mostrar carné y seguir. "El Lechero" insistía: me bajo, sacamos unas fotos y seguimos. Chiche lo insultó. No llegábamos.
Son diez minutos, decía "El Lechero". Chiche siempre fue un campeón para disimular ataques de histeria, locura o berrinches. Hizo uno de sus ataques/shows y "El Lechero" aceleró. El piloto del avión de Editorial Atlántida estaba esperando, con todos los papeles en regla. Volamos a Fisherton. Andá a los diarios vos, yo veo que pasa por ahí. Nunca supe qué hizo Chiche. El taxi me trajo hasta la puerta de Diario La Tribuna.
Uno de los mejores secretarios de redacción que yo he visto trabajar fue Reinaldo Svend Segovia. Uno de los mejores tipos para cerrar un diario "caliente" era Ignacio Villamil. A la tarde el diario debía tener todo. "El Colorado" Beltrame me hizo copia de todas las fotos. Fui armando un croquis del lugar. No dibujo bien ni mucho menos. Fuimos y volvimos a la esquina del asesinato. Sobre las 4 hacia el Aeropuerto de Fisherton. Chiche insultaba porque no nos daban pista para volver.
El único momento que tuve un miedito, un sobrecogimiento, fui cuando lo vi a un General, con botas de montar, pegando con su fusta contra las botas, paseándose como enloquecido. Daba pavura. Era un tipo dispuesto a matar, casi un actor de serie de nazis y esas cosas. Alcides López Aufranc. Aún recuerdo esos ojos achicados y enfurecidos. Miedito no. Si lo pienso bien ahí vi el odio de ellos. Yo no era de ese grupo, eran ellos y él lo demostraba claramente.
Llegamos a Buenos Aires. Rápido a construir todo. Los dibujos de Gustavo Trigo eran demasiado historieta; los de Abel Guibe más diario Crítica del 30. Usamos esos. La foto de tapa fue el parabrisas baleado. Blanco y negro, obvio, no daba para chicas de tapa. Creo que decía "10 de abril de 1972, el día más negro de Argentina". Nunca supe si la foto era del "Colorado" de La Tribuna o del "Lechero". El miércoles, "El Lechero" le decía a Chiche: "Viste, Chiche, nos perdimos al muerto, a Sallustro, el operativo era ese. Nos perdimos la foto del muerto". Son tan particulares los fotógrafos.
Sobre el fin de semana siguiente, en el bar Odeón (el bar era ese, El Cairo todavía era de alternadoras en la madrugada y viajantes sobre el mediodía), me encontré con Roberto. "¿Qué hiciste?", le pregunté. "Nada -dijo- me volví caminando hasta La Martona (una lechería sobre calle Corrientes) y hablé con Firpo (el entonces jefe de Redacción de 7 Días) y fui hasta la redacción. Me ofertó laburar y le dije que sí, … me quedé un día más en ese hotel que está al lado de la lechería".
El Negro no era un "mano suelta", seguro le pagaron el hotel. En poco tiempo más Inodoro empezó a salir en la revista de "los Cívita". Hizo una única alusión al fastidio total de ese día: "Dos Fontanarrosa juntos iba a ser demasiado".
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