Por Carlos Eduardo Pauli (*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos.
Por Carlos Eduardo Pauli (*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos.
A mediados de 1872 hace su aparición en el periódico La República, de Buenos Aires, el gaucho Martin Fierro. Creemos que es una buena ocasión para hacer un alto en el camino. Eso nos permitirá ahondar en aspectos poco frecuentados del poema hernandiano. La profundidad del mensaje no se entiende si no conocemos la vida de su autor.
Coincidimos con Carlos A. Leumann, quien en su introducción a la edición crítica del Martín Fierro (Editorial Estrada, 1951), nos dice "los datos someros de su vida han dejado una impresión engañosa, han hecho suponer que Hernández fue un hombre de fisonomía moral y actuación pública sin mucho interés y que toda la importancia suya proviene de haber escrito el Martín Fierro". Y muy otra es la verdad: "Martin Fierro fue una consecuencia de su persona misma, y en cierta manera un episodio de la lucha tremenda, desigual, angustiosa, que él sostuvo, por los gauchos contra las ciudades. Su poema fue un acto de amor, traía él un fuego semejante al de los profetas bíblicos y estaba hecho para señalar caminos y para salvar pueblos".
A continuación acota, "pero la gran imagen de su vida sale forzosamente apagada y se oculta con pormenores de superficie semejantes a estos, taquígrafo en el Senado de la Confederación, Fiscal de Estado y Ministro de Hacienda en la provincia de Corrientes, puso nombre a la ciudad de La Plata, senador por la Legislatura de Buenos Aires, vocal del Consejo Nacional de Educación. No sirve la veracidad de las noticias abstractas, esquemáticas si se trata de comunicarnos con una vida llena de humanidad genial". En consonancia con Leumann, haremos una pincelada biográfica que nos ayude a comprender la temática que plantea en su obra.
José Hernández, autor de la obra "El Gaucho Martín Fierro", nace el 10 de noviembre de 1834. Sus padres son Isabel Pueyrredón y Rafael Hernández. Se vivían tiempos turbulentos. Al ser asesinado Facundo Quiroga en Barranca Yaco, dará comienzo la larga dictadura de Rosas. En 1840, la familia Pueyrredón, ante la persecución de los unitarios, emigra al Brasil. El niño queda a cargo de su abuelo paterno en Barracas, zona de saladeros y por ende de concentración de tropas y reseros. Allí se familiariza con el lenguaje y las aspiraciones de esta clase desheredada. En 1846 se reúne con su padre a quien acompaña durante siete años en sus viajes a las estancias para comprar cueros y ganados que traslada a esos saladeros. Con la caída de Rosas, el 3 de febrero de 1852, se abre una época. José Hernández, como muchos federales, se unen a Urquiza y pelean junto a él en Cepeda (1859), y lo hará también en Pavón (1861). La retirada de Urquiza, cuando se avizoraba la victoria, sigue siendo un misterio para la historiografía. ¿Cómo se explica que teniendo la batalla ganada, ordene la retirada y le deje el triunfo a Mitre, representante de los intereses porteños? Este iniciará una etapa de persecución a los gobernadores del interior, que habían sido fieles al "Tirano de Palermo". En ese contexto es asesinado el General Ángel Vicente Peñaloza en La Rioja. Hernández responderá publicando una "Vida del Chacho", que es una condena a la política mitrista, que contaba con el beneplácito de Sarmiento. En poco tiempo sus enemigos son los hombres más influyentes de la política argentina. Así se explica, su adhesión a la rebelión entrerriana que encabezó Ricardo López Jordán, que nucleó a los amplios sectores disconformes con la política de Urquiza. Cuando este movimiento es derrotado en Ñaembé en 1871, Hernández se exilia en Santa Ana do Livramento, donde comenzará a redactar, lo que va a ser la primea parte del Gaucho Martín Fierro. Como dice acertadamente, Félix Coluccio, "Martín Fierro protagonista, no es un gaucho matrero y asesino como se advierte en el juicio de algunos críticos. Hay que juzgarlo de acuerdo con la época, el ambiente y la sociedad en vertiginosa transformación en que vivió". Por eso dirá a modo de advertencia:
"y sepan cuantos escuchan de mis penas el relato
Que nunca peleo ni mato, sino por necesidad
Y que a tanta alversidá, solo me arrojó el mal trato"
Fundamenta su afirmación, aclarando que eran muchos los desheredados que había en nuestra pampa en la segunda mitad del siglo pasado. Martín Fierro no es un caso único, encarna a casi todos los gauchos que vivieron en la época. Menesterosos los más, y acorralados por un progreso que no los envolvía, contribuyeron a él desde antes de las guerras de la independencia. Las correrías del indio llevaron al gobierno de Buenos Aires a dictar la Ley de Vagancia, que permitía a los jueces de paz calificar de "vago" al que no pudiese demostrar un trabajo estable y mandarlo al servicio de fronteras.
Es a partir de la definitiva "Conquista del Desierto" cuando comienza a oscurecerse la estrella del gaucho. Cuando se lo necesitó para luchar contra el indio, se lo arrojó a la lucha cruenta, pero al regresar todo había cambiado y nadie se compadeció de él ni de su suerte.
El Martín Fierro se difundió rápidamente. Muchos autores coinciden en notar que en ranchos y pulperías se lo escuchaba con atención. Generalmente cuentan que al pulpero que sabía leer, le tocaba la tarea de ser relator de las andanzas del gaucho y los presentes se identificaban con el protagonista. De esta forma se explica la cantidad de ediciones que tuvo esta primera parte.
Así llegamos a 1879, cuando aparece "La vuelta de Martín Fierro" (N. de la R.: considerada junto a la primera parte bajo el título unificado de "El Martín Fierro"). Habían pasado seis años desde que apareció la primera parte. La situación política del país había cambiado mucho. Ahora gobernaba Nicolás Avellaneda, que era partidario de la "conciliación" de los partidos que tan encarnizadamente se habían enfrentado. El presidente permite la vuelta de Hernández, quien estaba exiliado luego de su participación en los alzamientos jordanistas. En los cuatro primeros versos de la vuelta, están esbozados las peripecias del pasado, sus padecimientos y la esperanza de tiempos mejores:
"al fin de tanto rodar
me he decidido a venir
a ver si puedo vivir
y me dejan trabajar".
Para no quedarnos en la superficie del relato, en las coloridas descripciones de costumbres, anécdotas, que colorean la obra, es bueno echar una mirada a las opiniones de quienes han oteado más allá. El escritor boliviano Pablo Subieta, inicia los estudios valorativos del poema. "Martin Fierro, más que una colección de cantos populares, más que un cuadro de costumbres, más que una obra literaria, es un estudio profundo de filosofía moral. (...) No es un hombre, es una clase, un pueblo, es una época de nuestra vida, es la encarnación de nuestras costumbres, instituciones, vicios y virtudes", dice Subieta en 1881.
Martín Fierro, completa el mencionado autor, "es el gaucho luchando contra las capas superiores de la sociedad que lo oprimen, es la protesta contra la injusticia, es el reto satírico contra los que pretendemos gobernar sin conocer las necesidades del pueblo, es el cuadro vivo, palpitante, natural, estereotípico de la vida de la campaña, desde los suburbios de una gran capital, hasta las tolderías del salvaje".
Amable lector, me parece que tendríamos que frecuentar más esta obra, que aunque escrita para los argentinos del siglo XIX, nos trasmite un mensaje, que tiene siempre actualidad.