Martes 3.9.2024
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Mayra Arena es una bahiense que se hizo famosa en las redes a partir de una chala Ted X del año 2018 que tenía como título “¿Qué tienen los pobres en la cabeza?”. En ella hacía un análisis descriptivo de lo que le toca vivir a los sectores marginales de la sociedad y cómo se pudo encauzar de modo tal que alcanzó niveles de educación que le permitieron progresar notablemente. De mendigar y revolver la basura para poder comer algo, a contar con un título profesional y la inteligencia para poder describir aquello que “la clase media no termina de entender”.
A partir de aquella charla se sucedieron las diversas notas periodísticas que buceaban en su personalidad y en la que le pedían definiciones sobre la realidad social y política a partir de su particular perspectiva. Definida como peronista pero no kirchnerista, en más de una oportunidad tomó distancia tanto de Cristina Fernández como de Alberto Fernández. Siempre defendió la alternativa de la educación como motor social junto con “ciertos condicionamientos en la economía” que permitan la movilidad.
Sin embargo, aquella lucidez mostrada en más de una oportunidad desbarrancó días atrás cuando consideró que hay una “corrupción buena” que permite que exista un crecimiento en el país. En efecto, Arena asistió como invitada a Escucho Ofertas, ciclo emitido por la señal de streaming Blender, y allí consideró que la corrupción que hubo durante la presidencia de Alberto Fernández fue “de las más inútiles e inservibles”, a la cual denominó “leguleya o de tramiterío. Es esa que va por los curros de seguros, por los curros de una ley, que es muy de los radicales. Esa corrupción de te pongo tanto, te arreglo tanto, te doy tantos viajes, pero me sacás esta ley”.
Como contrapartida la referente del sciolismo mencionó a “la corrupción de la obra pública” porque estimula a que los gobiernos todo el tiempo estén pensando en nuevos proyectos. “Es decir, si las partes muerden de ahí entonces te conviene que haya un montón de esas cosas. Es de las corrupciones más transformadoras. Es el ‘roban pero hacen’. No me calienta”.
El relativismo moral de Arena provocó diversas reacciones. Hubo una denuncia por supuesta apología del delito pero la respuesta más contundente fue la del padre de Lucas Menghini Rey una de las víctimas de la denominada Tragedia de Once en la que murieron 51 personas. Paolo Menghini sostuvo que “la corrupción es asesina siempre, porque se lleva la vida de inocentes, como en el caso de la tragedia de Once. Además, roba los sueños de vivienda, de salud. Mata futuro. No existe la corrupción buena”.
Y además, en su descripción hace una condena a la “corrupción radical” esa del “tramiterío legal” para repartir entre -al parecer- entre unos pocos y de espaldas a la gente. Y, sin nombrar, alienta lo que se infiere como la “corrupción peronista” que es la buena, la que permite el progreso. “La corrupción en la obra pública es la más transformadora”, sostiene Arena.
Lo llamativo es que defienda un delito que ha marcado a fuego a la Argentina. El delito de corrupción ha despojado a varias generaciones de opciones de educación, de crecimiento, de trabajo digno. La corrupción, siempre mala, nos ha dejado sin escuelas, sin rutas, sin viviendas. Ha provocado que la pobreza en nuestro país sea cada vez más indigna y que alcance niveles que se dan de patadas con nuestras potencialidades.
Desde hace más de una década Transparencia Internacional da a conocer el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) en el que miden a 180 países. Los mejor posicionados son Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda mientras que en el fondo de la tabla están Somalia, Venezuela y Siria. La Argentina está una posición relativamente mala. En términos futbolísticos, de mitad de tabla para abajo, más cerca del descenso que la pelea por la punta.
El presidente de Transparencia Internacional, Francois Valerian, sostuvo en enero de este año al presentarse los resultados de 2023 que “la corrupción seguirá ganando terreno hasta que los sistemas de justicia puedan castigar los actos indebidos e imponer controles a los gobiernos. Cuando la justicia es algo que se puede comprar o interferir políticamente, quienes sufren son las personas. Los líderes deben comprometerse de manera plena con fortalecer y garantizar la independencia de las instituciones que aplican la ley y enfrentan la corrupción. Es momento de terminar con la impunidad de la corrupción”.
La contundencia de la invitación de Transparencia Internacional es tan contundente como clara. Los países que mejoran, que logran altos estándares de vida para sus ciudadanos son aquellos en los que la corrupción es castigada con severidad y en los que la Justicia puede actuar sin condicionamientos. No hay corrupción buena y corrupción mala. Solamente hay delito.