El mundo está lleno de buenas ideas, sencillas, que solucionan problemas, complejos, que nos afectan a todos. Hay que mirar más allá del patio de casa, y descubrir que hay otros, otras personas igual de inteligentes. No somos más inteligentes que el otro. Y nos honra el deseo de saber qué hace el otro, y cómo lo hace.
Nos honra la capacidad para diagnosticar, luego solucionar problemas, o atenuarlos, y salir adelante. Todo lo demás es pan para hoy y hambre para mañana, una técnica que, ya se sabe, engorda ciertos bolsillos a costa de hacer flacos a los otros.
Me propongo presentar una buena idea, gran experiencia. Pero dejo constancia de que casi nunca se puede importar e implantar tal cual lo que hacen los demás, allá, puesto que la diferencia de realidades lo impide. En cambio, sí que se puede estudiar la idea, y estudiar cómo se la puede aplicar acá, adaptada. Esto exige tener un espíritu humilde y una mente abierta, y unas manos solidarias y generosas. El consenso también es un requisito, tanto como lo es la honestidad y la transparencia.
A finales de mes, el lunes 28 de agosto, otros miles y miles de alumnos de primaria y prescolar comenzarán a recibir una buena comida, sencilla y nutritiva, y lo harán en la escuela, durante el horario escolar. El objetivo es combatir los crecientes índices de desnutrición infantil, agravados últimamente por la sequía y la inflación. La desnutrición es aquí infantil y materna, puesto que también son altos los índices de bebés que, sin ser prematuros, nacen con poco peso, lo que en general se interpreta como desnutrición fetal.
Ya se sabe que un niño mejor alimentado aprende más y mejor, y esto implica que luego tendrá mejor acceso al mundo laboral. Como consecuencia, las ciudades serán más seguras. Y toda la compleja maquinaria de trabajo, salud y bienestar estará entonces bien aceitada y la rueda girará tranquila y sin sobresaltos. Es decir, la comunidad que protege e invierte en sus hijos se protege a sí misma y se asegura el mañana.
Para poder darles de comer a tantos y tantos escolares y prescolares de más de doscientas escuelas, fue necesario construir diez enormes cocinas, donde trabajan unas tres mil quinientas personas. El diseño y la construcción, y la organización de estas cocinas, altamente eficientes, está a cargo de una organización sin fines de lucro, de larga trayectoria en alimentación escolar a gran escala: Food-Education (food4education.org).
La comida que sale de sus fogones, en cantidad inmensa, se abastece casi por completo de una inmensa red de pequeños productores domésticos. Éstos producen verduras, frutas, legumbres, pollos y gallinas, huevos, leche, pan, etc. Sólo el 14% procede de mayoristas. Así, unos comen, crecen y aprenden; y los otros tienen trabajo, y todos salen ganando.
Numerosas escuelas crearon un huerto, con riego artificial, donde los alumnos mayores cultivan tomates, sandías, zapallos, berenjenas, cebollas, espinacas. Y plantaron árboles frutales. Y todo lo que entonces sale del huerto escolar alimenta el comedor escolar. Lo que sobra, puesto que mucho es lo que producen, se vende a beneficio de la escuela.
La comida se sirve en platos de metal, y todos sentados en mesas largas o en el suelo. O bien en grupos de más o menos seis, éstos más mayores, sentados a una mesa o en el suelo en círculo, y una fuente de comida puesta en el medio para todo el grupo, y comen con la mano, tal como es costumbre en muchos países.
Bien se ve que no estoy hablando de Argentina ni de Santa Fe. Pero podría ser, ¿por qué no? Estoy hablando del Programa de Comidas Escolares de la ciudad de Nairobi, capital de Kenia, África oriental. En esta ciudad hay más chicos que en toda la provincia de Santa Fe. El país es mucho más pequeño que Argentina, pero tiene más habitantes. En cuanto a los menores de 14 años, por ejemplo, mientras que en Argentina representan menos de una cuarta parte del total de habitantes, en Kenia son algo más del 38%.
El citado Programa está activo en numerosos países africanos y alimenta a varios millones de escolares, todos los días. Son cifras enormes, como enorme es la realidad, y demuestran que es posible hacer más, mucho más, con lo que tenemos a mano.
La Unión Africana y el Programa Mundial de Alimentos están detrás de estos colosales desarrollos. Una vez por año, expertos en alimentación escolar masiva se reúnen para compartir experiencias, e intentar mejorarlas. La última vez fue en Marruecos, el pasado 1 de marzo.
Sólo es una idea, grandes experiencias. Antes de rechazarlas, airoso el caballero, remendados sus pantalones, propongo pensarla. Más información en: "Kenya introduces huge school meals programme" Lancet (15-07-2023).
En el buen menú
Las experiencias adquieren en estos tiempos una dimensión aún mayor. Surgen de la decidida voluntad de solucionar un problema, o de atenuarlo, o de prevenirlo sin querer esperar a que la solución caiga del cielo, venga por decreto o la anuncie el candidato en campaña. En general es la comunidad, o un grupo de vecinos, o de padres, o de jóvenes quienes se organizan, se asesoran y llevan adelante un proyecto o un desarrollo que resulta necesario para esa comunidad. Y dado que aquello que se hace es muy importante y puede servir para otros con similares dificultades, y similar buena voluntad y ganas de arremangarse, es necesario que todo sea transparente y que quede asentado. La experiencia vale tanto por sí misma como por su utilidad para otros.
Ya sé que el caso de Kenia es diferente del argentino. Por ejemplo, en Argentina, de cada mil bebés que nacen, hay cinco o seis que mueren antes de cumplir los 5 años. En Kenia, en cambio, son más de 30. Este dato nos convida al orgullo pero es un poco engañoso puesto que es el resumen de todo el país. Y se sabe, porque es una triste y dolorosa realidad, mil veces proclamada y mil veces olvidada, que las perspectivas de llegar vivo, y sano, los 5 años depende mucho, de manera decisiva, del lugar, de la región de que se trate y de las condiciones socio-económicas de la familia.
Es fácil encontrar buenas experiencias en Santa Fe, en especial las que benefician a los chicos del barrio. Son buenos ejemplos. Se trata de proyectos, a todas luces necesarios, que la autoridad ignora y que acaban saliendo adelante gracias a la buena y férrea voluntad de un grupo de vecinos que entienden que lo hacen ellos a pulmón, o no lo hace nadie.
Hay que tener en cuenta que es doble el objetivo de un comedor escolar o de un comedor social de barrio para niños. Por una parte, hay darle al niño unos alimentos de buen valor nutritivo. Por otra parte, enseñarles a comer bueno y barato. Es decir, la mala comida, excesiva en calorías, excesiva en sal, azúcar o grasa no tiene ninguna cabida en el menú escolar ni en ninguna generosidad.
En cambio, los alimentos buenos y baratos como la sopa, lentejas o garbanzos con huevo duro, verduras hervidas o crudas en ensalada, arroz y fideos con manteca, polenta con salsa de carne picada, algo de pollo, leche y pan, etc., son bienvenidos. Recordemos que la infancia de Santa Fe tiene problemas de obesidad, que es otra forma de malnutrición. Esto pasa, al menos en parte, por comer comida basura y tomar jugos y gaseosas. Por tanto, tenemos que alimentarlos a la vez que enseñarles qué comer.