Acercamos a los lectores parte de la biografía de Hildegard von Bingen, santa y doctora, como parte del proyecto dedicado a conocer el legado de esta mujer excepcional, el que se realizará en agosto próximo con una muestra plástica, conferencias y un concierto de música medieval y renacentista cuyos detalles daremos a conocer en breve.
Hildegard von Bingen tuvo numerosas visiones. A diferencia de otros místicos contemporáneos suyos durante sus visiones ella no perdía los sentidos ni entraba en éxtasis. Explicaba que las mismas no eran una pérdida de conciencia sino como una ampliación de su mente autoconsciente y su despertar a la grandeza de los misterios de la fe.
En el libro Vita Sanctae Hildegardis Virginis se cuenta que, siendo aún muy pequeña, al observar a una vaca preñada vio y describió en detalle el ternero aún no nacido. Después del parto muchos concurrieron y comprobaron la exactitud de aquella descripción. Esta mirada “radiográfica” caracterizará toda la vida de la santa.
La propia Hildegarda menciona la Luz Viviente y la Sombra de la Luz Viviente (lumen et umbra viventis lucis) como origen de sus visiones y audiciones y las describió como una gran luz en la que se presentaban imágenes, formas y colores acompañados de una voz que le explicaba lo que veía y, en algunos casos, de música.
Pero no sería hasta los 38 años de edad cuando, luego de ser designada abadesa en 1141 escribe su primera obra «Scivias» (Conoce los caminos), compuesta por 26 de sus visiones relativas al Apocalipsis con comentarios teológicos y poemas inspirados en el Cantar de los Cantares. A su pedido, el manuscrito fue iluminado por un artista del monasterio con coloridas ilustraciones que, probablemente, constituyen hoy la entrada más accesible a su enseñanza espiritual.
En el proceso de creación de «Scivias» el monje Volmar fue su secretario y copista quien luego examinó sus visiones y como juzgó que sí eran divinas, se lo comunicó al abad.
Largo proceso
Aunque era arriesgado autorizarla a escribir sus visiones y a ejercer una misión profética que la jerarquía eclesiástica creía reservada a los hombres, algunos monjes le hicieron ver al abad que contar con una visionaria en el monasterio podría favorecer el incremento de monjas y donativos. Así que una vez redactados los textos el abad se los mostró al arzobispo de Maguncia.
Entonces Hildegarda dio muestra de su inteligencia y astucia: eligió como defensor de su causa a Bernardo de Claraval (san Bernardo). En una carta le confesaba que lo había visto en una visión «como un hombre que veía directo al sol audaz y sin miedo». Más tarde el ilustre monje cisterciense expuso el caso ante el papa Eugenio III quien envió a dos obispos al monasterio para recabar más información. Como resultado, el pontífice concedió a Hildegard el permiso y también la animó a “expresar lo que conociera por el Espíritu Santo”. Al poco tiempo él mismo aprobaría «Scivias» y alentaría a los demás religiosos a su lectura.
Literatura y medicina
Comienza entonces a su actividad literaria, en la que se destacan los intercambios epistolares con personalidades tales como Bernardo de Claraval, el emperador Conrado III y su hijo, Federico I Barbarroja, los papas Eugenio III, Anastasio IV, Adriano IV y Alejandro III, el rey Enrique II de Inglaterra y su esposa Leonor de Aquitania. Su fama llegó a tal punto que fue conocida como la Sibila del Rin.
Entre 1151-1158 compuso su obra de medicina “Libro sobre las propiedades naturales de las cosas creadas”, luego dividido en dos textos: Historia Natural o Libro de la Medicina Sencilla y Problemas y Remedios o Libro de Medicina Compleja. En ellos expuso gran cantidad de conocimientos sobre el funcionamiento del cuerpo humano, la herbología y tratamientos médicos de su época basados en las propiedades de piedras y animales.
Posteriormente redactó la Liber Vitae Meritorum (que trata sobre vicios y virtudes), y el Liber Divinorum Operum, en el que medita la relación entre el microcosmos –el mundo de la creación, en especial del hombre– y el macrocosmos –el Universo como proyección de Dios. Son considerados, junto con el Scivias, sus obras teológicas de mayor importancia. Completan su obra una serie de tratados menos conocidos: Respuestas a 38 preguntas, Explicación del Evangelio, Regla de San Benito, Explicación del Símbolo Atanasiano y varias biografías de santos.
La obra literaria de Hildegarda fue la base de su acción evangelizadora y de su ser en el mundo y dio voz con ojos de mujer a temas de lo más diversos y en especial proclamó las verdades de la creación.
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