La inquietud es una de las características de la obra de Hugo Lazzarini. Está latente de manera permanente en sus obras, auscultándose en cada trazo, cada pincelada. El autor santafesino ejecuta en cada obra la perpetuación sempiterna de los grandes maestros del medioevo y el renacimiento, creando sorprendentes estructuras visuales que deslumbran al espectador. Y lo que sorprende de su más reciente muestra, son los logros cada vez más profundos en el trinomio tonalidades, luz y sombra.
Las figuras humanas adquieren así, una profunda perspectiva que impacta no solo en lo visual, sino también creando una fuerte conexión emotiva con el alma y el espíritu. Algo que, seguramente, desvelaría a los maestros griegos. Un Partenón de colosales obras es su presentación, que a su vez funciona como un megalítico entorno expositivo que indaga más allá de la figura, en una cosmogonía que excede lo estético para incorporar dispositivos sensoriales y perceptivos que trepidan junto a las emociones.
Trabajo silencioso y comprometido
Así, mientras Argentina se enfrenta a un debate económico y con afiladas aristas sociales, Hugo encara en pleno 2023 otra fenomenal tarea: lleva una veintena de nuevos cuadros los cuales serán expuestos en varias localidades de España. Todo esto, cuando las mieses maduren a partir de los iniciáticos meses del verano europeo.
Para admirar. "Salida del marco", pintura en acrílico del reconocido autor Hugo Lazzarini.
El santafesino, de silencioso trabajo en su taller, cumple en su tiempo libre, con una labor social impregnada de ideales. Nobles causas vinculadas a hospitales públicos, se han visto favorecidas por su accionar. Podemos decir que, su obra es el humanismo llevado a cabo desde la tela y la prédica. Si la manufactura que emerge de sus manos puede considerarse como cristocéntrica, su misión desde el plano terrenal puede competir con la obra del barbado nazareno.
Hugo, que en mayo último fue reconocido con el Primer Premio del Salón 53º Aniversario de Braque Arte (Buenos Aires), prosigue en su loable tarea docente, tratando siempre de encontrar el sagrado hilo rojo conductor de la vida, pero también, rubricando su compromiso institucional con todos aquellos que necesitan apoyo y afecto.
El perfil de Lazzarini combina sendas cuestiones. Opuesto al nihilismo y la vaguedad contemporáneos, es un emergente en tiempos de aguda soledad y patéticas gestiones. Como autor es, decididamente humanista. El análisis de las presentes obras, habla de un compromiso con el ser humano. Lo postural que emerge del plano unidimensional, nos habla del hominem en su más estricto sentido.
Esto conlleva a una particular semiótica del autor, protagonizada por signos, significados y significantes que no son complacientes. Cada plano, cada cosa, el entorno objetual que conforma un ritual pagano, refiere a profundos símbolos emparentados con el Vitruvio mismo, en un "render" genial que amalgama perspectivas, profundidad en una casuística en donde la lógica sucumbe ante la avalancha de propuestas.
Humanismo contemporáneo
Si el lector tomase una escuadra y un compás, fácilmente podría llegar a conclusiones asombrosas. El número áureo, por ejemplo. Más de una obra de Hugo Raúl Cayetano Lazzarini pasaría por ese test. No estamos solo ante un fenómeno de inspiración. Estamos ante secretos del arcano develados para el universo. No puede haber una vastedad temática semejante, sin haber de por medio un sacro portal que comunique con otros planos y entidades.
El pintor sabe más de lo que dice. Y oculta más de lo que expresa. ¿Por qué este fenómeno? Porque se imbrica en una relación existencial-cosmogónica, que ha sido pactada quién sabe en qué espacio- tiempo de la vida del cosmos, donde fuerzas centrífugas y centrípetas han decidido tomar el control de las cosas.
Quizás si Hugo hubiera existido dos o tres siglos antes, hubiese pasado desapercibido. Simplemente por el hecho de que muchos pintaban como él. Por ejemplo: Mozart sin Salieri no era Mozart. Tampoco Salieri hubiese podido facturar sin Mozart. En definitiva: Lazzarini es hoy, lo que no existiría ayer y convalida el presente. En la época de los maestros mencionados, no había redes sociales ni sistemas operativos.
El invento de Gütemberg se abrió paso a manotazos en pesadas planchas y prensas, con los vapores de ácidos y tinajas de pesada tinta. Quizás si el maestro que nos ocupa hubiese existido 500 o 600 años atrás no dispondría de la popularidad que hoy tiene. ¿O sí? ¿Son las redes las que dan conocimiento del hecho, o el trabajo metódico y disciplinado el que otorga la valía? Quizás nunca lo sabremos.
Lo que sabemos es que Hugo ha sabido mantener en la contemporaneidad y en el limbo de las dudosas expresiones contemporáneas, una producción comprometida firmemente con los anclajes que dejaron sentados en Europa artistas como Sandro Boticcelli y Miguel Ángel. Un fresco y visceral mensaje a la humanidad, en formato de cuadro.
(*) Bloguero y fotógrafo.
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