Queridos Amigos. ¿Cómo están? Estamos en el mes de septiembre y con él, el mes de la Biblia. Con esta iniciativa, la Iglesia Católica año tras año quiere potenciar la lectura de la Palabra de Dios, inspirada en esta afirmación de San Jerónimo: "El desconocimiento de las Sagradas Escrituras es el desconocimiento de Jesucristo". Por eso mismo hoy, al comenzar mi reflexión, quiero compartirles esta bella historia:
"Se cuenta que un novicio decía al santo: Padre, es que yo leo la Biblia y no me queda casi nada. El santo entonces mandó al joven a sacar agua de un profundo pozo con un canasto empolvado y sucio. Después de una hora le preguntó: ¿Has logrado sacar agua? Nada, respondió el discípulo, toda se sale por las rendijas del canasto. ¿Y el canasto, cómo ha quedado?, preguntó el maestro. Ah, el canasto sí ha quedado totalmente limpio, sin polvo y sin basura. Mira, le dijo san Arsenio, eso es lo que hace en tu vida la lectura de las Sagradas Escrituras: aunque no te quede casi nada en tu memoria, la Palabra de Dios te va manteniendo el alma limpia, y va alejando de ti la mancha del pecado y la basura de los vicios".
¡Cuánta enseñanza contiene esta simple y, a la vez tan profunda historia! La Iglesia nos invita a la lectura de la Palabra de Dios, porque cada encuentro con Jesús y su Palabra es transformador, nos humaniza, nos hermana. Por un lado, nos invita a la conversión personal y por el otro a la transformación de nuestra sociedad. La Fe tiene dimensión política y debe orientarse siempre a la transformación de la sociedad. Y esta Fe se vive y se expresa en estas circunstancias de la historia, hic et nunc, o no se vive en ningún lado (ver aparte).
Queridos Amigos. Hace solo algunos días el Papa Francisco estuvo en Indonesia, país eminentemente musulmán, haciendo uno de sus más difíciles viajes misioneros. Uno puede preguntarse: ¿Para qué lo hace un hombre, ya casi anciano de 87 años? La respuesta es una sola: lo hace, para que Jesús sea conocido y amado por todos. Por eso una de las cosas que más impacta y maravilla es ver el entusiasmo de la gente, ya que sorprende realmente el cordial y masivo recibimiento. Lo que vemos, lo que observamos, son gestos y signos de una Fe profunda de la gente.
El pueblo fiel, el "Pueblo de Dios" quiere ver al Santo Padre, quiere escuchar su palabra fresca, esperanzadora y alentadora. Porque, lamentablemente, hay tantos mensajes falsos, huecos y vacíos. La gente quiere encontrarse con el Mensajero de Dios y el Papa, mis queridos amigos, en los tiempos actuales sin lugar a dudas, lo es. Tiene mucho para comunicar, a todos. Para dar un ejemplo. El día 4 de septiembre de 2024, en Yakarta, el Papa Francisco se encontró con una platea de jóvenes que lo escuchaba en silencio, sentada en el piso. Entonces les dijo:
"Hay tres cosas a tener en cuanta: la idea, lo que pensamos; el lenguaje, lo que decimos; y después, la realidad, lo que vivimos. Lo que pensamos, lo que decimos y lo que vivimos tienen que tener armonía, son cosas que tienen que ir juntas, si no, vas a ser un esquizofrénico. (…) El esquizofrénico es uno que piensa una cosa, dice otra y hace otra. En cambio -explicó- la madurez es pensar, sentir, vivir, soñar, en armonía".
Por otro lado, el Apóstol Santiago, en la segunda lectura prevista para un día como hoy aclara que la Fe verdadera no es lo que declaramos sino lo que hacemos y vivimos. Es contundente al decir: "Si un hermano o una hermana andan desnudos y faltos del alimento diario y uno de ustedes les dice: 'Vayan en paz; abríguense y aliméntense', pero no les da lo necesario para el cuerpo… ¿de qué sirve? Así es también la Fe: si no tiene obras, está muerta por dentro".
En este sentido, preocupa mucho, por lo menos a mí, que nuestra Fe cristiana esté perdiendo la dimensión social, política y cultural. Se pretende reducir la Fe a la dimensión privada, con poca o casi nula repercusión en la "vida diaria". La Iglesia debe hacer escuchar su voz en el mundo cada vez más secularizado. No puede permitir silencio, ni la ambigüedad. Necesita una postura clara.
Hace ya varios años, el padre Carmelo Giaquinta, obispo de Resistencia, en un acto patrio afirmaba lo siguiente: "En Argentina hay muchos habitantes y pocos ciudadanos". La misma afirmación se puede aplicar a la Iglesia hoy y a nosotros mismos. Hay muchos cristianos bautizados, pero… ¿Cuántos realmente convertidos? ¿Cuántos discípulos de Jesús de verdad? La diferencia entre un bautizado y un discípulo es abismal: el discípulo es el que piensa, siente y actúa como actuaba Jesús. ¿Y usted?
Pensemos unos minutos sobre estos temas. Que Dios nos bendiga.