Es posible la detección del estreptococo mediante el test de antígeno correspondiente. Es una prueba rápida y fácil, que no requiere manos expertas pero sí hábiles y con buena voluntad.
Pese a las incertidumbres del mes pasado, un diciembre imposible de olvidar, y pese al calor habitual, la ciudad de Santa Fe se sacudió el sopor y presentó dos buenas revistas, en mucho meritorias. Vienen bien para desafiar, como David venció a Goliat, al espíritu conservador que todo lo detiene en telarañas sumido, al espíritu de quien sólo mira para sí mismo, la familia y los amigos; al espíritu de quien aún se piensa que el grito ya es la razón.
A las dos revistas, buena parte del mérito les viene porque ambas incluyen en sus páginas un poco de la problemática infanto-juvenil. Y esto me hace pensar que abren sus puertas, y sus brazos, al nuevo pensamiento médico, que además es social, humanista, comprometido con la verdad y con la realidad, basado sólo en aquello que tiene un fundamento que podemos comprobar.
Me dejo de preámbulos y las presento. Primero salió la Revista del Colegio de Médicos de Santa Fe. En esta ocasión incluye un artículo escrito por tres residentes de pediatría del Hospital de Niños de Santa Fe. Esto no es habitual. Siendo así, entonces, mi más sincera bienvenida.
El resultado del test para la detección rápida del estreptococo se obtiene en pocos minutos. En este caso, el resultado es positivo. Crédito: Gentileza.
El artículo comenta un fenómeno poco habitual pero de importancia creciente. Se trata de ciertas alteraciones de la salud mental que se observan relacionadas con las infecciones por estreptococos. Estas bacterias provocan sobre todo faringitis, pero también infecciones más graves, incluso mortales o con secuelas a largo plazo. Y adquieren ahora más importancia porque la frecuencia y sobre todo la gravedad de estas infecciones van en aumento. En este contexto, este artículo resulta oportuno, es necesario, y les estamos agradecidos.
Afirman las autoras: "Los trastornos neuro-psiquiátricos compulsivos son frecuentes en la infancia y generan una gran ansiedad. (...) Sin un tratamiento oportuno, los trastornos cognitivos, conductuales y psicológicos (...) afectan ampliamente la vida personal y social del paciente, con repercusiones en la calidad de vida". E insisten en que también se deben considerar los tóxicos, sobre todo el consumo de drogas, como causa de los trastornos psiquiátricos juveniles. Ya sabemos, por ejemplo, que los porros no son tan inofensivos como dicen.
El artículo tiene un espíritu docente, quiere que sepamos más, que todos sepan más, y lo hace con rigor científico. Y al hacerlo descubre uno de los tantos rincones del infinito laberinto de la pediatría, así como también nos descubre el espíritu de servicio, asistencial y formativo, que impera en el Hospital de Niños. Que por cierto cumplirá este año su primer cuarto de siglo. ¡Enhorabuena!
La otra revista es SigMe, publicación que con este número se estrena, y que nace de la Facultad de Ciencias Médicas de Santa Fe, de la Universidad Nacional del Litoral. Incluye un artículo que estudia el peso y la estatura, entre otros parámetros del desarrollo y en consecuencia de la nutrición, de un numeroso conjunto de chicos procedentes de amplias barriadas de la ciudad. Y demuestran que la comunidad, es decir, las personas valiosas del barrio, tienen un papel decisivo en la no menos decisiva tarea de ofrecerles a estos chicos, sobre todo varones, una alternativa mejor. Que ciertamente la necesitan.
Estoy seguro de que los seis autores de este artículo, dos hombres y cuatro mujeres, se quedaron pensando, como yo, dónde están las nenas, y que la respuesta a este pruriginoso interrogante podría motivar un análisis más profundo de la situación que explican. De estos seis autores, tres son de la Liga Infantil de Barrios, una entidad que merece reconocimiento y admiración. La tarea que llevan a cabo es valiosa, necesaria, y sin duda llena buena parte del espacio vacío que dejan, en los barrios, la negligencia provincial tanto como la municipal. Este también es un artículo oportuno, que a todos nos permite saber más, con base científica y sin aspavientos, y les estamos agradecidos.
Ya hace tiempo que las grandes revistas médicas publican artículos que denuncian situaciones sanitarias injustas, que perjudican la salud física y mental de las personas, y que comprometen su desarrollo por engordar ciertos bolsillos, impregnadas de negligencia, incluso corrupción.
Lo hacen con objetividad y rigor, con respeto pero sin atenuantes, utilizando la verdad como único argumento. Mucho se ha denunciado, por ejemplo, sobre la situación de los hospitales de Gaza, víctimas de la ira más irracional; sobre la crueldad de la patente sobre medicamentos y vacunas; sobre las vergüenzas de los sistemas sanitarios que marginan a quien no puede pagar; sobre el dolor infinito de la mortalidad infantil que se podría evitar; sobre cómo los países invierten más en defensa y en sueldos injustificados que en salud y en educación, etc.
En este contexto, el artículo de la revista SigMe es una pequeña pero valiosa muestra, y nos está diciendo que la injusticia social, como causa de enfermedad infantil y de malas perspectivas para los jóvenes, también es materia de los médicos. Será cómplice quien se desentienda. El silencio es cómplice, y es por tanto co-responsable.
Afirman los autores: "En la ciudad de Santa Fe se emplazan distintos barrios populares donde las disposiciones de saneamiento básico no se cumplen". Y que la disponibilidad de buenos alimentos y la educación alimentaria deberían ser parte de las políticas públicas, junto "con otras acciones, a fin de mejorar la inseguridad alimentaria de estas poblaciones".
Hacia el final del artículo no se privan de denunciar que "en la ciudad de Santa Fe se pueden identificar muchos centros de atención primaria ubicados en la mayoría de los barrios populares. Sin embargo, las apariencias de un contexto favorable esconden dificultades. Las prácticas de promoción y de prevención de salud comunitaria suelen ser aisladas y no se encuentran bajo un programa con rectoría provincial o municipal".
Y terminan por reconocer "el rol de las organizaciones, instituciones y clubes" que trabajando en los barrios consiguen mejorar la salud y las perspectivas de la población infanto-juvenil. Y a la vez se coordinan con los centros de atención primaria para acercarles la gente. Incluso actúan como una extensión de estos centros en la comunidad, tal la experiencia que describen en el artículo. La situación de los chicos en esas barriadas es sin duda para preocuparse, y para que de ella se preocupen, y se ocupen, quienes hoy ostentan un cargo público, y cobran por ello.
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