La tentación de los títulos diferentes me acompaña. Podría titular… Javier Milei y el tiempo de beber la Cicuta. El título también podría ser…El Cul de Sac que incomoda al pensamiento de los argentinos. Una aproximación se encuentra en esta frase: La realidad incomoda a los teóricos.
Transcribo un fragmento que ayuda a ubicar lo que le pasa a los argentinos y a los que quieren explicar lo que les pasa a los argentinos…./Esta “Era Menem” pone en práctica el reality show que gana franjas de audiencia a través del canal estatal de televisión y cuyos contenidos eran similares a los productos audiovisuales de Mediaset, la empresa multimedia de la familia Berlusconi. Se deprecia entonces el consumo tradicional de contenidos en beneficio de esa nueva pantalla que alterna horas de sensacionalismo urbano con escenas en directo de todo tipo de violencia y la contingencia emocional de los políticos, tanto en el plano de la intimidad de la familia presidencial como su escenario social, conformando entre ambos la esfera privada sin paredes que la oculten al ojo mediático. El filósofo Michaël Foessel observa que “los políticos exhiben su intimidad para no tener que ser juzgados por sus actuaciones [...] nos guste o no, el juicio político se constituye desde el punto de vista del espectador que intenta reconocerse en las imágenes que los políticos le presentan”. Así lo entendieron Menem y sus asesores que no dejaron de proveer relatos íntimos intercalados por “fiestas” con un catering singular, “pizza con champagne”, que establecía el marco estético del menemismo y cuyas contingencias se iban alternando con las declaraciones del presidente como un prólogo difuso al que sería tres décadas después el marco narrativo de Milei”/.
En La Maleta de Portbou el escritor y analista Miguel Roig, en un artículo /ensayo titulado “Javier Milei, la síntesis depredadora” escribió el párrafo que antecede. Aconsejo lectura de ése material. Escrito desde España pone en texto, clima, contexto y desesperanza a lo que nos sucede porque, para seguir con analogías sencillas: la película está en marcha.
Un problema del pensamiento de quienes se dedican a esa eficaz tarea, pensar qué pasa e inscribirlo en algo conocido o que se puede conocer, acaso explicar, con seguridad acomodar a lo que ya existe o, singularidad deseada, anunciar que algo nuevo está sucediendo y describirlo tienen un equívoco basal con Argentina y esa mecánica. El párrafo anterior de Miguel Roig ayuda a manejarse en mitad del equívoco, cuando la película ya está en marcha y las posibilidades son solo dos: la butaca para observar desde fuera o un rol en lo que muestra la pantalla.
Los analistas suelen quedarse en la butaca, donde lo importante es analizar la película desde que apagaron las luces y debe exigirse—sin dudas – saber cuándo apagaron las luces.
Los actores, aún los de reparto, suelen sentirse dueños del texto entero y de cada fotograma. Esa alucinación es comprensible, pero no es sana. Los actores políticos argentinos poseen esa virósica, tal vez genética.
Hay demasiada familia crítica que no sabe de las luces, los créditos y el comienzo del filme, como demasiados personajes secundarios anunciando el final.
Javier Milei. Crédito: Violeta Santos Moura/Reutere
El párrafo transcripto pone luces sobre un pasillo oscuro: Argentina desde 1983. Diversas razones llevaron a que se produjesen las elecciones generales de ése año. El fin de una dictadura protagonizada por el Partido Militar llena de grises a los actores políticos de esa fecha. No hay una Gesta Libertadora y son muchos los elementos internos y mundiales que llevaron a las elecciones de 1983. Todos levantan su bandera. Todas son válidas.
Una Social Democracia a la Argentina, con el voto popular, alcanzó a La Democracia. El partido Radical fue central. Se le ganaba al peronismo en elecciones libres, “algo que antes nunca”, como escribió Julio Cortázar. El columpio decidía (obligaba) y el peronismo adhirió a la Democracia Cristiana. Hasta bien entrado el Siglo XXI ambas corrientes de pensamiento en Alemania patrocinaban económicamente a agrupaciones nacionales. Fundaciones como la Ebert y la Adenauer han sido partícipes económicos, con la esperanza de incidir filosóficamente en el pensamiento de los actores políticos argentinos.
Sobre aquella impronta radical y un hecho verdaderamente fundacional (Juicio a las Juntas Militares Genocidas con el Ejército aún armado, con soldados, pertrechos y muchos generales) el pensamiento se creyó superador. Tal vez lo fuese. Se creyó único dueño de la interpretación del pasado y la definición del presente. No lo era. No lo fue. Aún hoy muchos pensadores, adheridos a esa década como último esfuerzo analítico, intentan esquematizar Argentina según esa fotografía.
La centralidad de Menem, que está en el peronismo, pero no adhiere, como el peronismo vanamente racional de Antonio Cafiero a la Adenauer y la despintada Democracia Cristiana, pone su luz de neón brillante, ostensiblemente indecoroso, barato, poco profundo pero muy difundido a un hecho que deslumbra. Enceguece. Hace tropezar. Atosiga.
El gobierno que hizo el mérito mayor, el verdadero gesto fundacional a la Democracia: los asesinos se juzgan según leyes de la democracia y así se hizo se fue apabullado por la inseguridad, los saqueos, el mal estado de la sociedad a la que no se le dijo de un modo sencillo el Debe y el Haber de la economía.
Hoy se omite que el voto popular consagró a Menem y desde entonces los teóricos tienen un problema con el voto popular, lo defienden, pero no les agrada lo que provoca. Menem es elegido una vez. Pacta con Alfonsín y es votado por segunda vez en una alianza radical peronista que consagra una Reforma Constitucional y certifica los votos de Menen. Es el mismo Alfonsín heroico que enjuicio a los militares asesinos. Se pacta la re elección y el cambio de mandato de 6 años y único a dos de cuatro. Menem es re electo.
Menem baila en el inconciente popular desde entonces. La economía es una cuestión basal. Menem es molesto al raciocinio de los analistas. Gana con el voto popular. No es Candidato sobre el fin del Siglo XX cuando gana una alianza antiperonista (el eslogan es “somos Mas”, mas que ellos, obviamente) que se va derrocada por disturbios populares y un poder legislativo que lo expulsa. Una serie de escarceos, según articulado de la constitución para las acefalías, y el voto de una suerte de Ley de Lemas da una suma dentro del peronismo. Menem 25%. Kirchner 22% y Rodríguez Saa 12%. Perón en 1973 había ganado con el 64%
Los analistas, los “teóricos de la teoría política” cierran sus ojos. El peronismo, con el voto popular alcanza un número que lleva a la pregunta que no se hacen: ¿qué piensa el pueblo argentino cuando vota? Como un latiguillo impertinente surge otra voz: ¿es lícito el voto popular? Help.
En todas las oportunidades, en cada elección desde 1955, el análisis se repite: los Medios de Comunicación inciden en la decisión popular. Es cierto. Cada vez mas cierto. Se intenta corregirlos, dinamitarlos, expropiarlos, comprarlos, finalmente atomizarlos como sucede con ”las redes” hasta que se advierte que las redes agrupan, reúnen, monopolizan, disfrazan la libertad individual y convencen que allí se encuentra la libertad de pensamiento. El armamento es válido para quien lo tenga. El análisis tal como se conocía se refugia espantado en una teoría del “deber ser” que el día por día confronta.
Este es el punto. Detengámonos. El cronista, este cronista, como tantos, aplaude, sale con pancartas, se espanta, se retuerce y/o canta alabanzas a la coyuntura. En la medida de lo posible, según el tráfico hasta la noche, encuadra en el ayer y en el mañana los sucesos. Está en el espacio/tiempo. Los hechos suceden y se debe dar constancia, certificar su existencia según el amor y el odio, según la pintura de la biblioteca que se tenga en el hemisferio izquierdo. El que, desde una lejanía mira está facilitado a una tarea, autorizado, definitivamente acotado a una tarea: no está en el cine y no está entre los actores de la película. Opina desde el ayer y hacia el mañana.
No importa desde qué sitio opinan. Hay un código inolvidable que nadie puede quitar. NK. CFK.CFK.MM.AF. Desde fuera, desde Beravebú o Salsipuedes, desde Liverpool, Fort Lauderdale o Badalona, ése código abre las puertas a la credibilidad, aún en la desesperanza. El que no lo usa yerra.
Argentina está marchando y cada día es una serie infinita de fotogramas. Se impone asociar los hechos a lo conocido y, en la mayoría de los casos, es la simplificación de civilización o barbarie.
Estar donde se vota y saber que el voto es uno, uno solo y que la montaña de arena dijo Milei (y lo dijo sin saber qué quería) tiene sus problemas y ninguna indulgencia.
Muchos describen este momento sin los anteriores y analizar una película empezada no es totalmente correcto. Por eso es valioso la re capitulación de Roig en el completo del artículo: desde 1983 la carreta trajo hasta Milei. Seduce ver a Menem como el fantasma del rey que le cuenta la verdad al príncipe de Dinamarca. No somos príncipes.
Otros olvidan como fue que se decidió filmar esta película, quienes sus libretistas y los directores y quienes votaron, de dónde venían y qué quería decir cada voto /alarido /insulto /desprecio.
Hay varias “precuelas”, no está definida la “secuela”. No se sabe si da para una saga. Lo que deben saber quienes intenten mirarnos, en esta desnudez del día a día, es que la película está en marcha. “Javier Milei y el tiempo de beber la Cicuta”. “El Cul de Sac que incomoda al pensamiento de los argentinos”. “Javier Milei y la realidad que desconcierta a los teóricos”. Estamos encerrados en el “To Be Continued”.
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