I
I
Semana movida: los fiscales Diego Luciani y Sergio Mola dieron a conocer su dictamen; Cristina Fernández habló desde su despacho del Senado refutando el alegato mientras Sergio Massa, entre otras decisiones, recortaba unos setenta mil millones de pesos en Educación. Como lo he dicho muchas veces, en esta Argentina podemos enojarnos la mayoría de las veces, podemos alegrarnos de vez en cuando, pero para bien o para mal nunca nos vamos a aburrir. La buena noticia la dieron los fiscales a través de un dictamen impecable que solicita una condena de doce años de prisión a la responsable del saqueo más importante de la historia argentina. A ella y su banda. Seguramente los abogados defensores de Cristina darán sus argumentos, los jueces dictarán un fallo y en caso de condena habrá apelaciones. En la Argentina todos estos procedimientos incluyen su tiempo. Sobre esas peripecias Menem sabe mucho y los kirchneristas lo están aprendiendo. Culpables sí, pero presos nunca, parece ser la consigna. Por lo pronto, Cristina decidió hablar. En su momento, cuando le correspondía hacerlo, se negó con un desplante contra los jueces. Que ahora decida tomar la palabra puede interpretarse como una señal de inquietud. Habló una hora y media exponiendo en primer lugar los atributos de poder que dispone. Cámaras, despacho, barra propia. Todo este despliegue incluyó decir que además le niegan el derecho de defensa. Una hora y media de retórica donde no lo nombró una sola vez a Lázaro Báez, pero se lució en cortes y quebradas ponderando al señor José López, una ponderación que incluyó la maravilla verbal de sugerir que López fue un leal colaborador de Macri. Nobleza obliga, hay que admitir que en la apelación a este recurso se registra un destello de creatividad. José López colaborador macrista. Una maravilla.
II
Admitamos que José López es un dolor de cabeza para la banda. Dicho con otras palabras: el hombre o el compañero es indefendible. Lo sorprendieron con las manos en la masa y con los pantalones bajos. Con López no hay lugar para los floripondios verbales estilo lawfare, persecución al campo nacional y popular, campaña antiperonista, fusilamiento mediático. José López es el kirchnerista auténtico haciendo lo que mejor saben hacer: revolear bolsos, protegidos por la noche, bajo la luz de la luna y con monjitas entonando coros de alabanzas. Admitamos con la mano en el corazón que solo el peronismo es capaz de semejante hazaña escénica ¿Qué hacer?, diría Lenin. Negarlo. Así de sencillo. Negarlo antes de que cante el gallo. ¿Cómo lo vamos a negar? No es fácil, es más, parece imposible. Kirchnerista de la primera hora, integrante de su mesa chica, miembro distinguido con charreteras de la banda que salió de Santa Cruz rumbo a Buenos Aires, secretario de estado y en más de un caso ministro. Lejos de un personaje anónimo o de un oscuro militante de base. Pues bien, lo vamos a negar lo mismo. López robaba para Macri y sus colaboradores y sanseacabó. ¿Nos creerán? Creer o no creer son datos emocionales relativos. El resto lo hace el relato. Y la disposición amorosa de los compañeros a creer a libro cerrado lo que dice la jefa.
III
El dictamen de los fiscales Luciani y Mola seguramente será refutado por los abogados defensores de la Señora. Ojalá lo hagan porque hasta el momento no lo han hecho. Ni la Señora ni sus abogados. Hasta ahora, uno de los recursos más prácticos ha sido el de socializar las culpas. "Nosotros robamos, pero todos somos ladrones". Por las dudas, la Señora dio una vuelta más de tuerca a ese recurso socializante. Su marido, que en paz descanse, se reunía con Magnetto para arreglar la fusión de Cablevisión y Multicanal, confesó. "Que no siga hablando porque nos manda en cana a todos", habrá pensado un peronista de la guardia vieja. El peronismo por su parte hizo su propio aporte a esta épica bizarra: cerrar filas alrededor de la compañera. Todo el peronismo lo hizo. El PJ, la CGT, los gobernadores, los intendentes, sus personajes de la farándula. Todos. Que no me vengan a decir dentro de unos años que el kirchnerismo nunca fue peronista. Los hechos, los malditos hechos, nos dicen que lo fue con la misma pasión y la misma sinceridad que fue menemista en su momento. Como para curarse en salud, la Señora dijo que las imputaciones contra ella son imputaciones contra el peronismo y los gobiernos nacionales y populares. Espléndida manera de lavarse las manos. Yo robo para mí, pero cuando me descubren digo que robaba para todos. Espléndida y hasta exquisita; el kitsch en sus versiones más alucinantes.
IV
Admitamos de todos modos que el alegato de los fiscales los preocupó. Hay muchas pruebas, demasiadas, como para que alcance con hacerse los distraídos. Saben que no van a ir presos porque así son las cosas de la justicia en la Argentina y en ese sentido Menem ya sentó precedentes, pero están afligidos. Robaron demasiado y dejaron demasiadas huellas. Y todo esto en un país con un cincuenta por ciento de pobreza y un noventa por ciento de inflación anual. La Señora habla de los años felices, de la feliz década kirchnerista. Para ellos habrá sido feliz; sobre todo si atendemos el monto de sus cuentas corrientes, el esplendor de sus viviendas o las marcas de sus autos de alta gama. Aguerridos y osados militantes contra la clase terrateniente, pero apenas arañan unos dólares lo primero que hacen es comprarse campos y sobre todo cascos de estancias. Lázaro Báez en ese sentido dictó cátedra. Lázaro Báez, sí, el mismo que Cristina no nombró durante su discurso de una hora y media. Verborrágica y excitada, habló de Macri, de los militares, de Caputto, de López, pero de Báez, el distinguido testaferro de Austral Construcciones, ni una palabra. Como se dice en estos casos: "Por sus silencios los conoceréis".
V
Colocado en estas encrucijadas, el peronismo suele recurrir como terapia a su versión mítica del "eterno retorno" en versión Viejo Vizcacha. Supone que Luciani es la expresión más execrable de la Revolución Libertadora, algo así como el fiscal de Aramburu y Rojas, mientras que la respuesta popular a tanta infamia será muy parecida al 17 de octubre de 1945. Las dos fechas míticas: 1945 y 1955. Los dos nudos neuróticos de la épica nacional y popular. Siempre se sale y se vuelve al mismo lugar. La fiesta de 1945; la tragedia de 1955. Si en 1945 "la gran masa del pueblo" salió a la calle para rescatar al "primer trabajador", ahora ese pueblo irredento y justiciero saldrá a la calle para rescatar de la cárcel gorila modelo 1955 a la abogada exitosa. Por supuesto, es una fantasía, una fantasía tan anacrónica como mentirosa. Luciani no tiene nada que ver con la Libertadora, Cristina no tiene nada que ver con el coronel del GOU y la Argentina de 1945 está muy lejos de este país devastado de 2022. No sé cómo continuará esta película o culebrón. Desearía que el dictamen de Luciani marque un antes y un después en la política argentina, como en su momento marcó un antes y un después el dictamen de Strassera. En un caso afianzamos la democracia; en el otro, afianzaríamos la república.