Queridos Amigos, muy buenos días. Seguimos compartiendo la Palabra de Dios. Hace una semana reflexionamos acerca de la multiplicación de los panes, destacando la importancia del compartir y de la solidaridad. Hoy damos un paso más. Jesús comienza a cuestionar a la gente, preguntando por los motivos verdaderos… ¿Por qué lo siguen, qué los motiva? ¿Cuáles son sus expectativas?
El evangelista San Juan lo relata de la siguiente forma: "En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: 'Maestro... ¿Cuándo has venido aquí?' Jesús les contestó: En verdad, en verdad les digo: me buscan no porque han visto signos, sino porque comieron pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre. Ellos le preguntaron: '¿Y qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?' Jesús respondió: la obra que pide Dios es esta: que creáis en el que Él ha enviado".
¿Qué significa creer? Creer en Dios es mucho más que cumplir con algunas prácticas religiosas. Creer en Dios significa aceptar a Jesús como único Señor, como único Maestro. Significa: pensar como pensaba Jesús, sentir como sentía Jesús y actuar como actuaba Jesús. Y esto no es fácil. Por otro lado, San Pablo, en la segunda lectura de hoy nos dice: "No procedan como los paganos, que se dejan llevar por la frivolidad de sus pensamientos".
¿Por qué yo hoy creo en Dios, cuando mucha gente ya no cree? En este mundo donde reina el positivismo, donde todo es pragmático, útil, cuando todo se hace en función de algo o para algo… ¿para qué creer? ¿La fe en Dios nos facilita la vida, nos ahorra problemas, nos libera del pago de los impuestos? No. ¿Entonces? La fe en Dios nos presenta otra perspectiva de vida, nos llena de optimismo y esperanza.
San Pablo, básicamente, nos dice: "No se dejen llevar por la frivolidad de sus pensamientos". Miren cómo está el mundo, observen bien las cosas que nos pasan. No se acomoden al mundo. Con tristeza, hasta con inmenso dolor pudimos observar la inauguración de los Juegos Olímpicos de 2024 en Francia, un evento deportivo maravilloso, de tan bellas competencias, pero lamentablemente tan opacado, tan dañado por las ideologías.
La representación de la "Ultima Cena" ha ofendido a millones de personas, especialmente a los católicos. Por eso pregunto: ¿Es necesario contaminar los juegos deportivos con las ideologías de turno? Hoy muchos no creen, pero quieren creer. Consciente e inconscientemente todos buscan a Dios. Cuando todo se derrumba, cuando la ciencia no tiene respuestas, buscamos un milagro. Por eso hay una historia emocionante que me permito contarles:
"Teresa tenía 8 años cuando oyó a sus padres que hablaban de su hermanito Andrés que estaba muy enfermo y que no tenían dinero para la operación. Un día Teresa oyó decir a su padre: 'Sólo un milagro puede salvar a Andrés'. Sin esperar, Teresa fue a su habitación y contó cuidadosamente las monedas que había ahorrado. Se fue a la farmacia y le dijo al farmacéutico: 'Mi hermano está muy enfermo y quiero comprar un milagro. ¿Cuánto cuesta un milagro?'. 'Lo siento, pero aquí no vendemos milagros. No puedo ayudarte', le contestó. El hermano del farmacéutico, que estaba allí en aquel momento, se acercó y le preguntó a la niña: '¿Qué clase de milagro necesita tu hermanito?' Ella le dijo: 'Mi madre dice que necesita una operación y quiero pagarla con mi dinero'. '¿Cuánto dinero tienes?' le preguntó. Tengo un dólar y cinco centavos, contestó Teresa. Estupendo, qué coincidencia, sonrió el hombre, 'eso es exactamente lo que cuesta un milagro para tu hermano'. Tomó el dinero de la niña y le pidió: 'Llévame a tu casa'. Ese hombre era el doctor Carlton Armstrong, un famoso cirujano. Y operó al niño gratis".
Esta bella historia termina con una moraleja: un milagro es siempre un acto de amor, de fe y de imaginación. Sólo el amor da vida y multiplica los favores. Me gustaría que todos podamos tener esta fe profunda y sincera de la niña.
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