I
Incisivo, irónico, inteligente. Lo que hizo no lo heredó ni se lo regalaron. Lo realizó a fuerza de talento, de inspiración y de audacia, como se realizan todas las cosas que importan en esta vida.
I
La foto es de 1992 o 1993. La fecha no la recuerdo con exactitud. Estamos Jorge Lanata y yo conversando en la sala VIP de El Litoral, la sala del diario a donde fui todos los días durante casi treinta años. Hablando de años, en esa foto Lanata y yo tenemos unos cuantos años menos y unos cuantos kilos menos. Maula el tiempo, como dice el tango. Dije que estamos conversando, pero en realidad y para ser leal con las exigencias del realismo, yo estoy realizando una entrevista. El grabador colocado entre nosotros dos, no me deja mentir. Una entrevista de aquellos años, cuando todos fumábamos como vampiros, como lo demuestran los dos paquetes de cigarrillos en la mesa. Lanata es el director de Página 12, el diario más novedoso, más desenfadado y más progresista de la reciente democracia. Convengamos que la calidad del diario nunca es un logro exclusivamente personal, pero como lo ratifican todos los que fueron testigos de aquellos años, el rol de Lanata para configurar la identidad de Página 12 fue decisivo. El Lanata que llega a Santa Fe en esos años invitado por la Universidad Nacional del Litoral, es muy joven. Y esa es la otra novedad que asombra o interesa. Su juventud. El muchacho que ustedes ven en al foto y que ya hace rato que conoce los honores de la fama, tiene alrededor de treinta años; uno más o uno menos.
II
Decía que Lanata llegó a Santa Fe invitado por la UNL. Fue la figura central en un panel que se celebró en el Paraninfo acerca de las relaciones entre democracia y libertad de prensa. Después nos fuimos con otros periodistas a comer unos pescados y tomarnos unos vinos en un comedor de la Costanera. Hablamos hasta tarde de lo que suelen hablar los periodistas en estos casos: novedades políticas y chismes de la profesión. En algún momento de la conversación me dice que es un liberal de izquierda. Muchos años después, le escuché decir exactamente lo mismo. Su liberalismo esta más cerca del "liberals" norteamericano que del liberal europeo: mientras que su izquierdismo está despojado de cualquier debilidad hacia el comunismo en cualquiera de sus versiones totalitarias. No recuerdo quién en la mesa recordó el diálogo que sostuvo con el almirante Massera. Si la memoria no me falla, creo que fue en un programa de Mariano Grondona. No era fácil torearlo a Massera en los primeros años de la democracia. Los militares estaban derrotados, pero eso era apenas una sospecha. Ese almirante sonriente y campechano que hablaba desde su casa como un distinguido caballero, era un asesino responsable de la muerte de muchos hombres y mujeres. Un asesino que además se dedicó a liquidar a los amantes de sus amantes y otras íntimas delicadezas por el estilo. Lanata, un pibe veinteañero, se dio el gusto de putearlo en la cara. Y en ese instante, le guste o no a sus críticos de derecha o de izquierda, expresó los deseos de toda una generación y de algo más que una generación. Lanata era un invitado de Grondona, y Massera participaba desde su casa. En cierto momento conversan los dos: Lanata y Massera. Cruzan algunas palabras convencionales, una pregunta va, otra pregunta viene, y de pronto Lanata le dice sin eufemismos y vocalizando todas las palabras: "Usted es un hijo de puta". El programa de Grondona era el más visto en la Argentina de esos años. El más visto o uno de los más vistos, para el caso da lo mismo. Lo cierto es que el muchachito se dio el gustazo de putear "al aire" a uno de los verdugos más destacado y más siniestro de la dictadura militar. Millones de personas lo vieron. Y además vieron cómo el temible almirante se tragaba la píldora con una sonrisa desabrida, cuando en otros tiempos por la milésima parte de ese insulto el insultador hubiera pasado cómodo a mejor vida en menos que canta un gallo. No quiero exagerar pero tampoco desconocer las impresiones del momento. Ese insulto proferido a Massera confirmó, por si a alguien le quedaba alguna duda, que la dictadura militar y sus más destacados centuriones, estaban derrotados. Lanata perfeccionó simbólicamente con su acto lo que fundó el juicio a la Junta Militar.
III
Después estuve dos veces más con Lanata. Una vez hablamos largo y tendido en la Sala del Consejo Universitario de la UNL. Recuerdo conversamos acerca de la corrupción en el periodismo y hasta dónde un periodista es más o menos independiente o más o menos libre. ¿Soberbio? Humilde no era ni es, pero convengamos que el hombre tiene con qué sostener su autoestima. La segunda entrevista fue en la sala de recepciones de un hotel de calle San Jerónimo. Allí discutimos. Y discutimos sobre un libro de historia argentina escrito por él. No sé por qué la entrevista a los dos se nos fue de las manos. Tal vez yo pregunté en un tono que él consideró indiscreto; tal vez no esperaba que le discutieran su libro; tal vez fue un malentendido. Debe de haber sido el 2000, el 2001, no mucho más. No sé si él recordará ese momento. No lo sé, ni creo que importe saberlo. Yo lo tengo presente porque suele ocurrir que quien es menos famoso siempre recuerda momentos compartidos con el más famoso. No nos vimos más, pero yo lo sigo viendo por televisión, a veces lo escucho en la radio o leo sus columnas. Ya no es un pibe. Ninguno de los dos lo somos.
IV
Más de una vez en la facultad hemos discutido las modalidades del periodismo que practica Lanata; su inclinación o deslizamiento hacia el show. Admitamos que se dio todos los gustos, pero admitamos también que en esas idas y venidas, más allá de las luces y los mimos de la fama, el periodista en el sentido más cabal de la palabra siempre terminó por imponerse. Como todo periodista comprometido, ha logrado que muchos lo quieran y otros lo detesten, pero lo que resulta imposible de desconocer es que la historia del periodismo argentino de los últimos treinta y cinco años no puede escribirse sin su presencia. Periodismo de investigación, periodismo documental, periodismo político. Hizo todo eso y lo hizo bien, y en la mayoría de los casos, muy bien. Como todo creador fundó un estilo propio, intransferible; una manera de relacionarse con la opinión pública; una voz inconfundible, un manejo del humor que a veces puede ser sutil, a veces confrontativo, pero en todos los casos muy personal. El fraseo de Lanata merece una reflexión. Es el fraseo de un hombre culto, de un hombre que habla con la cadencia de quien está seguro de lo que dice. En su retórica abundan lo que convencionalmente se consideran las "malas palabras". Es, como se decía en otros tiempos, un "carajeador". O como le gustaba decir a un biógrafo de Sarmiento, el fraseo de alguien que cuando tiene que decir: "la puta que lo parió", dice "la puta que lo parió". ¿Vulgar, grosero? Quien así lo califica no entiende nada de estilo y de la eficacia de las palabras. El estilo "carajeador" en la Argentina no lo inventó Lanata. "Carajeador" fue Sarmiento, pero también lo fueron el Gringo Pellegrini y Alvear, entre tantos. Como todo estilo hay que saber usarlo y ese don construye una identidad. La grosería, la vulgaridad, es otra cosa, y no necesita de malas palabras para realizarse.
V
Jorge Lanata. Incisivo, irónico, inteligente. No es perfecto ni pretende serlo. No sé cómo vive su relación con la fama, pero presiento que en algún punto lo enorgullece y en algún punto lo harta. Es lo suficientemente sensible como para no dejarse dominar por las burbujas de la fama. Seguramente está satisfecho de sus logros y seguramente hay momentos en lo que está disconforme, porque le sobra calle como para saber que todo hombre que merece ese nombre percibe en su intimidad que no todo lo que brilla es oro y que las imperfecciones y algunos defectos y algunos errores tal vez no nos hagan más correctos pero sí más humanos. A ese humanismo Lanata seguramente lo forjó desde pibe. Lo que hizo no lo heredó ni se lo regalaron. Lo realizó a fuerza de talento, de inspiración y de audacia, como se realizan todas las cosas que importan en esta vida. Por lo que leo y escucho, deduzco que su salud no es buena. Él lo sabe pero no lagrimea, no se entrega, ni pretende inspirar lástima. Enfrenta los rigores de la salud como enfrentó los rigores de la profesión y los rigores de la vida: con coraje, con esperanza y con una cuota lúcida de resignación.
La segunda entrevista fue en la sala de recepciones de un hotel de calle San Jerónimo. Allí discutimos. Y discutimos sobre un libro de historia argentina escrito por él. No sé por qué la entrevista a los dos se nos fue de las manos.
Jorge Lanata. Incisivo, irónico, inteligente. Lo que hizo no lo heredó ni se lo regalaron. Lo realizó a fuerza de talento, de inspiración y de audacia, como se realizan todas las cosas que importan en esta vida.