Por Martín Duarte
Por Martín Duarte
Dice el comunicado de la Liga: "Ante los reiterados hechos de inconducta, violencia y falta de respeto a los valores que se pregonan desde nuestros objetivos institucionales, hemos tomado la drástica decisión de poner un punto y aparte para llamar a la reflexión a todos los participantes de nuestras competiciones: jugadores, entrenadores, hinchas, padres y simpatizantes".
"Desde un tiempo a esta parte, cada domingo, nos sorprende la intolerancia, la falta de cordialidad y la agresividad cuando debería ser una fiesta para fomentar el crecimiento y la convivencia de los niños y adolescentes. Queremos que las canchas de nuestra Liga sean un lugar para formarse como deportistas y personas de bien"
Más allá de la "sorpresa" que manifiesta la Liga, esta violencia no es exclusiva de los clubes santafesinos. Puede observarse en otros ámbitos: en las escuelas, a la vera de un semáforo, en un grupo de WhatsApp o en la cola de un banco. Venimos cargados de broncas, miedos y frustraciones que se han multiplicado por efecto del Covid-19 y de las constantes crisis económicas de nuestro país (inflación, desocupación, pobreza, etc.).
Cualquier chispita hace estallar un polvorín. Como en un caso de "gatillo fácil" de emociones, "pegamos primero" y después preguntamos; "soltamos nuestro veneno de manera impulsiva" en vez de apostar al dialogar; gritamos para aturdir al otro y, a la vez, aturdirnos; rugimos en lugar de "parar la pelota"; "ladramos" con sabor a lágrimas y para disimular lo frágiles que somos y lo lastimados que estamos. Somos escépticos: no creemos en la ley porque encarcela al "ladrón de gallinas" pero libera al de "guante blanco", que tiene contactos en las altas esferas del poder; o no confiamos en el vecino porque nos puede "garcar" en un descuido.
La rabia acumulada nos nubla la visión y pensamos que la culpa de nuestros males está en el árbitro del partido del nene porque cobró un penal dudoso; o está en la maestra de la nena porque "no la quiere aprobar"; o está el zorro que nos hizo una multa por circular en moto sin papeles ni casco.
Al respecto, señala Jorge Jourdán, sociólogo vinculado al movimiento "Los Sin Techo": "Los recientes sucesos en los torneos infantiles de la Liga Santafesina de Fútbol que llevaron a la suspensión de sus actividades nos pueden hacer mirar más allá de ellos y preguntarnos si son la causa o el síntoma de una problemática social. Un partido de fútbol igual que la sociedad en que vivimos está basada en un conjunto de normas y acuerdos mutuos que rigen nuestras conductas. Sin esos acuerdos, no es posible su desarrollo aunque nos parezcan muy básicos; debemos estar de acuerdo en: qué es un gol; cuánto dura el partido; quién gana la competencia; qué es una falta; etc.
Antes del juego, tanto jugadores como espectadores se comprometen a cumplir estas normativas y acuerdan delegar en un árbitro la salvaguarda de las mismas. Este acuerdo mutuo permite la concreción de cientos de partidos de fútbol semanales a lo largo y ancho de nuestra ciudad. La violenta ruptura de estas normas es un indicador del debilitamiento de nuestros acuerdos y, fundamentalmente, es el reflejo de la vida social donde el torneo se desarrolla. Lo sucedido en La Liga indica la presencia de algo más profundo en la sociedad local que se puede llamar 'anomias colectivas': conductas que dejan de guiarse por normas legales, reglamentarias o morales e imponen 'la ley del más fuerte' como guía de los comportamientos.
Ante estos hechos, caben dos interrogantes: 1) ¿Hasta qué punto las causas de los mismos no estarían en algunas prácticas y competencias deportivas que transmiten e internalizan, entre quienes la practican, 'conductas anómicas' donde prevalece el individualismo y la 'ley del más fuerte' o 'del más vivo' en lugar de promover la formación de conductas ciudadanas que respeten los acuerdos y compromisos mutuos en el marco de una vida social común basada en normas y valores?; 2) ¿En qué otros ámbitos de nuestra sociedad fomentamos esas mismas conductas anómicas?"
En tal sentido, María Florencia Ferraro, licenciada en Psicología, ensaya una puerta de salida al alcance de la mano: "Estamos atravesando una crisis de valores donde nos cuesta respetar la opinión del otro; nos cuesta entender que el otro puede ser diferente a nosotros. A eso se suma un problema grave de comunicación basado en la violencia y por el que todos salimos perdiendo. La solución pasa por un trabajo conjunto entre familia, escuela y clubes en una sinergia compartida".
En la misma dirección opina Cristian Sperati, que es un consultor psicológico especializado en deportes: "Vivimos un clima social muy convulsionado. Los chicos aprenden mirando a los grandes. Tenemos que promover y ejercitar la empatía ante sus ojos. Para atacar la urgencia se puede fortalecer el trabajo de los padres delegados que la Liga viene incentivando para abrir el diálogo. La solución funciona como un trípode: escuela, familia y clubes tienen que tirar en una misma dirección. Por otro lado, no hay que descartar las sanciones gestionadas por un tribunal de disciplina o tribunal de responsabilidad. Cada uno tiene que hacerse cargo de sus actos; es decir, tenemos que hacernos responsables. Tiene que quedar en claro cuáles son las reglas del juego y que el que está del otro lado de la cancha y con otra camiseta es un rival pero no un enemigo. No se trata de matar o morir. Se trata de jugar e intentar vencer al oponente hoy o en el partido que viene porque los deportes (como la vida) siempre dan revancha".
Entonces: ¿Qué nos perdemos con la suspensión del fútbol de las inferiores de la Liga local? ¿Qué nos enseña el deporte que trasciende los límites de un campo de juego? ¿Por qué la pelota tiene que volver a girar urgentemente pero con las garantías de una convivencia pacífica?
En "Los once poderes del líder", Jorge Valdano cuenta lo siguiente: "El fútbol me ayudó a ajustar el sistema de comunicación infantil y me enseñó nociones de superación personal, solidaridad, competitividad, reparto de papeles, trabajo en equipo, tolerancia, cultura del esfuerzo... De esa capacidad de aprender mientras juegas, nació mi confianza en el deporte como vehículo de formación".
No obstante, no hay que ser ilusos. Al respecto, Valdano dice: "Sé muy bien que el deporte no tiene fuerza suficiente para cambiar el mundo. No es su propósito. Sin embargo, tengo la certeza de que el deporte puede explicar al ser humano y, muy especialmente, aquellos estímulos que lo activan para superar sus desafíos. Todo juego de equipo convertido en espectáculo es un gran simulador de la vida que pone a prueba los límites individuales y el espíritu colectivo. También nuestros miedos. De una experiencia que nos pone con tanta naturalidad y con tanta frecuencia al borde mismo de la exageración, se vuelve siempre con conocimientos que pueden ser aplicables a cualquier ámbito".
Tal vez, para empezar a desandar este camino escabroso, sea conveniente tomar en cuenta "Los 10 mandamientos" que Johan Cruyff publicó en su libro "Me gusta el fútbol". De todos ellos, sólo resaltamos cuatro, que son claves para el deporte y, por supuesto, para la vida ciudadana: "Siempre debemos estar dispuestos a aprender cosas nuevas de otros"; "El respeto por los compañeros, por el público, por el árbitro, etcétera, es básico en el deporte y en la vida"; "Debemos ser buenos compañeros y aceptar que los demás cometerán errores y que tendremos que ayudarles del mismo modo que ellos también lo harán cuando los cometamos nosotros"; "El fútbol es una buena escuela para la formación personal y ayuda a madurar como persona".