Nos escribe Alicia (42 años, Mendoza): "Luciano, ante todo te felicito por la llegada de tu nuevo hijo. Es muy loco esto que pasa con las redes, porque uno se entera de la vida de otros y hasta casi que se encariña sin conocer. Te deseo muchas felicidades y justamente de la felicidad es que trata mi consulta. Estoy en pareja hace varios años, con altibajos como todas las parejas, pero preocupada porque siento que somos compañeros, pero no felices. Entonces te pregunto: ¿qué es la felicidad en el amor?".
Querida Alicia, muchísimas gracias por tu carta y tu deseo de felicidad. A propósito, qué tema tan complejo, sobre todo cuando hoy en día nuestra sociedad confunde la felicidad con el bienestar o el placer constante, visión que está más cerca del ideal de consumo que de la realización a través de conflictos. Confundimos la felicidad con una sensación excitante en lugar de verla como el trabajo que nos toma transitar ciertos procesos, a veces con dificultad y tropiezos. Recuerdo que alguna vez Sigmund Freud, ya en su vejez, dijo que se consideraba un hombre dichoso, porque nada en la vida le había resultado fácil.
Para comenzar, ya que hiciste referencia a mi hijo Juan, voy a decir algunas palabras sobre la llegada de un hijo en una pareja. Hay una famosa frase de la psicoanalista Françoise Dolto que dice lo siguiente: "El hijo deseado es el que viene por añadidura, a causa del deseo de una pareja que ya es muy feliz sin tener hijos". Esta es una frase que me encanta y que repensé mucho en este tiempo durante el embarazo de mi esposa. A Dolto se la criticó mucho por esta idea, porque en una lectura apresurada parece que distingue entre hijos deseados y los que no, o parece que también idealiza demasiado la felicidad de una pareja, pero creo que lo que dice es simple: por un lado, "hijo deseado" quiere decir "hijo del deseo", es decir, no hay alguien que desee al hijo, incluso una madre puede no querer a su hijo, pero ese hijo nacer de un deseo; por otro lado, ese deseo es el que resulta de una pareja, no es individual; es, por lo tanto, deseo de deseo (esta es una buena definición mínima de una pareja), cuestión importante para pensar hoy en día cuando la maternidad se piensa a veces como un derecho liberal o como una función que sólo subsidiariamente incluye a otro.
Desde este punto de vista (el de Dolto) la maternidad no es una posición inmediata, sino que requiere la mediación de un deseo exterior, siempre hay un otro que hace de la mujer una madre para un hijo –incluso cuando una mujer puede decidir tener un hijo sin una pareja, porque esta dinámica puede jugarse en su interior (como un exterior internalizado, por ejemplo, a través de la pregunta que puede hacerse acerca de por qué llegó a ser madre de ese modo y no en una pareja; entonces, la pareja no deja de ser una referencia).
Por último, me gusta que esa mediación que es el deseo, un deseo que no es apropiable, es lo que hace que una mujer viva la maternidad con cierto extrañamiento (a veces con la fantasía de ser "mala", otras con culpa, etc.), es decir, no hay nada más preocupante que una mujer demasiado segura de cómo criar a un niño. Eso explica por qué la maternidad suele llevar a una producción permanente de saberes (desde la pediatría hasta las nuevas formas de crianza), para reducir de algún modo esa distancia que hay entre un hijo y una mujer; saberes que buscan acercar, pero que también separan. Entre una mujer y un hijo, hay un deseo; entre una mujer y un deseo, hay otro deseo; entre una madre y un hijo, hay un saber.
Ahora lo que nos importa: la felicidad. "Una pareja que ya es muy feliz sin tener hijos". Aquí Dolto piensa en el problema de los hijos que vienen a evitar que una pareja se separe, pero el tema es complejo, porque ¿qué hijo no cumple un poco esa función? No puede ser tan lineal la cuestión. Entonces, la felicidad de la pareja quiere decir que no depende de la presencia de otros; es decir, el "sin tener" es lo que importa, porque implica que la pareja (el deseo de deseo) pudo prescindir de la posesión, que se puede desear de manera no apropiante, sin recurrir a objetos que sostengan el deseo artificialmente: la pareja que se sostiene en un proyecto, en algo en común, etc.; a veces los hijos no son necesariamente niños, pueden ocupar ese lugar amigos, un trabajo, viajes, etc. Dolto habla, entonces, del punto en que un deseo puede mostrar su carácter más específico: ser deseo de deseo. Un deseo que sólo responde a otro deseo. Cuando eso pasa, de vez en cuando, ocurre la felicidad.
Y agregaría algo más: cuando Dolto dice "Una pareja que ya es muy feliz", fíjate que no dice que son felices cada uno con el otro. La pareja es feliz, sus miembros son felices, pero esto no es lo mismo que decir que cada uno sea la causa de la felicidad del otro. Esta última cuestión, querida Alicia, nos lleva directamente al segundo tema de tu mensaje – cuando decís "compañeros, pero no felices". Aquí es donde creo que a veces el enamoramiento genera la ilusión de que podemos hacer felices al otro, pero con los años –pienso– más bien se trata de acompañar al otro en la felicidad que puede conseguir en diversas otras realizaciones que a veces no coinciden con la pareja. No porque la excluyan, sino porque esta se convierte en el sostén para un crecimiento compartido.
Para algunas personas es muy difícil tolerar ir más allá de la expectativa de ser la causa de la felicidad del otro. Sin embargo, debo decir que este es un anhelo infantil, que sobre todo tiene su origen en la relación temprana con la madre. Así es que, a pesar del tiempo, alguien puede vivir como una amenaza otras gratificaciones de su pareja e incluso convertirse en un obstáculo por despecho o celos. Si no disfruta conmigo, mejor dicho, si yo no soy la causa de su disfrute, entonces es que no me quiere o que, ahora sí, no disfruta conmigo –en el segundo sentido: no soy disfrutable. Esta dependencia infantil puede ser un gran problema para que las parejas se consoliden y alcancen una madurez amorosa, basada en la compañía y en disfrutar del disfrute del otro. Esta es una de las formas en que vuelve a aparecer ese "deseo de deseo" que mencioné antes.
Para concluir, entonces, creo que en esta columna conversamos un poco acerca de la felicidad compartida y lo que podríamos pensar como un modo de ser "felices juntos", esa dicha que puede advenir cuando renunciamos a querer ser la causa exclusiva de la felicidad del otro.
(*) Para escribir a esta sección: [email protected]