Nos escribe León (45 años, Santa Fe): "Hola Luciano, las últimas notas fueron para padres y yo quiero que vuelvas a escribir sobre la pareja. Lo digo en chiste, pero también en serio. Al menos quienes tienen una familia, ya tienen algo. Los que estamos solos, los que aún buscamos el amor, ¡necesitamos respuestas más urgentes! Ahora en serio, si te escribo es porque te quiero preguntar sobre si existe un tipo de amor maduro y cómo es que se llega a esa etapa".
Querido León, me hizo reír la lectura de tu carta. Te agradezco el sentido del humor, que siempre es necesario para hablar de temas serios. No sé si la pareja es más urgente que la familia; tampoco estoy seguro de que quienes tienen una familia estén tranquilos -en otra columna hablamos de cómo muchas veces en el pasaje a la familia, la pareja queda en el camino. En fin, lo que sí es claro es que en este espacio que hemos llamado "conversando con un psicoanalista" tratamos los temas de actualidad, los que aquejan a miles de personas, algunas de las cuales llegan a un consultorio.
Ahora bien, a propósito de la urgencia quisiera recordar ese famoso dicho popular que subraya que "lo urgente no deja tiempo a lo importante". Preguntas difíciles quizá no tienen respuestas complejas, pero necesitan ser pensadas, elaboradas sin prisa, sobre todo para no caer en recetas o fórmulas que intentamos una y otra vez, hasta que nos chocamos de vuelta contra una pared. Como dice una muy bonita canción de Gustavo Cerati: "Vamos despacio, para encontrarnos".
Para comenzar a responder, quisiera decirte que intuyo que tu caso es como el de quienes llegaron a cierta edad sin haber consolidado un vínculo amoroso estable. Esto a veces suele ser motivo de tristeza; se siente que se llegó a la mediana edad y se piensa a lo mejor que se fracasó en el amor. En este punto, quisiera hacer una distinción: el amor no es la pareja. Conformar una pareja es a veces todo lo contrario de vivir un amor; una pareja puede surgir de una expectativa de seguridad, me explico: no son pocas personas las que en terapia cuentan que después de una decepción juvenil, formaron una pareja con la que casarse y tener hijos, pero para ya no sufrir. Lo que sí me parece importante es recuperar la pregunta acerca del amor después de cierta edad, sin que eso pase tanto por si se logró armar pareja o no.
Con pareja o no, después de un matrimonio o una separación, se llega cierto día a la edad en que nos preguntamos qué hicimos con el amor. En otro tiempo histórico esta no era una pregunta, porque las personas se olvidaban del amor después de la juventud, pero en nuestra época y sobre todo para nuestra generación este es un tema relevante.
En este punto, quisiera hacer una distinción: si la adolescencia concluye el día en que descubrimos que no todo es posible y dejamos de vivir en mundo idealizado; la vida trae con los años esa encrucijada en que podemos estar seguros de que hay cosas que ya no pasarán. Esta es la mediana edad. Es el momento en que adquirimos la madurez para hacer un duelo por lo que vivimos, pero mucho más por lo que no ocurrió.
A muchas personas este momento les llega en la llamada crisis de los 40; a otros en los 60 o 70 y de la mano de una negación por la cual salen a hacer cualquier cosa con el propósito de "recuperar el tiempo perdido". Hace unos años escribí un libro llamado "Galanes (in)maduros" para hablar justamente de las torpezas de un varón cuando no está dispuesto a aceptar su edad. Sin embargo, no es de esto que quisiera hablar contigo, que sea de nuevo la pregunta por el amor la que nos oriente.
Hoy en día hay cada vez menos historias de amor en el mundo. Las personas casi que se volvieron psicoterapeutas de pareja, porque saben un montón de cosas acerca de cómo debería ser el otro, lo que se espera de una relación, etc., pero el amor no llega y a veces falta a la cita. Entonces me parece que una pregunta importante, al menos la que puedo responder como psicoanalista, es cómo es que llegamos a amar.
En principio, quisiera decirte que el amor no es uno ni es un continuo. Nacemos en el amor de familia, es decir, primero somos amados como hijos; pero no es del amor infantil que hablamos cuando deseamos vivir una "historia de amor". Más bien lo que es infantil en el amor y en la pareja resulta ser un obstáculo para que haya algo más cierto y profundo. Entonces ahora quiero hablarte de cómo un día el amor cambia y ya no podemos ser hijos en el amor.
Esto no depende de la edad, depende del psiquismo. Por ejemplo, alguien puede tener pareja o incluso casarse sin haber dejado nunca esta posición infantil. Por cierto, cuando a veces se habla de las relaciones "sanas", al finalizar la lectura uno no sabe si se habla de erotismo o de una madre suficientemente buena, pareciera que la idea de "otro bueno" va de la mano de que no nos haga nada que incomode, que se adapte a lo que cada uno quiere y espera. Si no, "rajá de ahí".
Desde mi punto de vista, dejamos de ser hijos en el amor el día en que un amor nos despierta. Uno que no se va a realizar. Un amor que descubrimos "a partir de" otro, pero que no será "con" el otro. El amor adulto empieza con un duelo, por un amor imposible; a partir de ahí, se empieza a amar, pero como dice la canción de Serrat: "Si algún día después de amar, amé, fue por tu amor". Eso le dice Serrat a Lucía, que no era precisamente su madre.
El amor que conmueve la expectativa infantil del amor está destinado a la decepción. A un dolor irremediable, pero no sin remedio, porque ahí empieza otra vida. En muchas novelas este amor se representa a partir de la diferencia de edad (por ejemplo, El lector de Schlink), pero esa diferencia podría ser cualquiera ya que este amor es el que despierta a que el amor es diferencia.
No solo podría proponer un ejemplo en que una mujer es más grande. Esto vale para ellas también, como lo muestra otra de mis películas favoritas "Perdidos en Tokyo". El abrazo final es un resumen de esto que digo: no podrá ser, pero gracias. Después de un tiempo juntos, tiempo perdido, ambos se despiden de un amor que no será posible, pero que permite recuperar el ánimo de amar.
Ante el dolor es posible resentirse o tener gratitud. Después de cierta edad, el amor es para despertar y descubrir que los duelos no se hacen al final sino al principio. Un día se deja de llorar por lo que no pudo ser y se advierte que el amor tiene su raíz en lo imposible. Otra opción es permanecer como hijos quejosos para siempre, que quieren que un día venga quien les de todo lo que no tuvieron. Esta es una encrucijada bastante común hoy: quienes conocen a una persona e implícitamente esperan que repare todo el pasado. Si los años no traen la reflexión suficiente como para aceptarnos y tener gratitud porque, a pesar de todo, en este mundo el amor es un milagro, es que hemos vivido en vano.
Con todo esto, lo que busco decirte León es que no te vuelvas loco con la cuestión de la pareja. Creo que después de cierta edad, la brújula es el amor, por lo que no pudo ser, pero también por las posibilidades que se abren si uno se dispone a algo más que querer asegurar un vínculo.
El amor no es la pareja. Conformar una pareja es a veces todo lo contrario de vivir un amor; una pareja puede surgir de una expectativa de seguridad. Es importante es recuperar la pregunta acerca del amor después de cierta edad.
Con pareja o no, después de un matrimonio o una separación, se llega cierto día a la edad en que nos preguntamos qué hicimos con el amor. En otro tiempo histórico esta no era una pregunta, porque las personas se olvidaban del amor .