Javier Milei cumplió dos meses de gobierno durante su estadía en Roma, desde donde usó las redes sociales, dio instrucciones y echó a dos funcionarios. Sesenta días es poco tiempo para juzgar como para intentar un balance serio, pero pasaron cosas y algunas conclusiones se pueden sacar. Aparentemente, su muy importante capital político lo constituye el hecho de que lo que prometió en campaña lo intentó cumplir, pero todavía con muy exiguos resultados. Comparado con otros candidatos-presidentes lo de Milei es meritorio. No cambió el mensaje aunque si tuvo que negociar y flexibilizar muchas posiciones. Pero todo esto no significa que Milei esté en lo cierto en cuanto a diagnóstico o medidas a adoptar.
Es evidente que está aprendiendo a máxima velocidad lo que significa negociar posiciones en nuestro país, sobre todo en cuestiones económicas que podrían afectar los ingresos provinciales y con eso generar problemas de gobernabilidad en muchas provincias. Los gobernadores prometieron acompañar pero hasta ahí, más no. Y la represalia se hizo sentir. Disminución de ingresos y utilizar el mote de traidores a muchos de ellos.
Según algunas encuestas todavía conserva un 50% de popularidad, pero esta cuestión también tiene fecha de vencimiento, con mayor o menor paciencia y tolerancia. Hay que sumar a esto que paralelamente al no cambio en el mensaje, hubo cosas que no cumplió. Tuvo que pedir ayuda a sectores de la casta, postergó la implementación de medidas que eran de inmediata ejecución, no supo negociar con una CGT que a pesar de sus pocas ganas tuvo que convocar a un paro general, bastante tibio, pero paro al fin y pelear con gobernadores que tienen ganas de ayudarlo a cambio de algunas transferencias. ¿Estiró mucho la cuerda el presidente?
En política internacional hizo lo que prometió. Criticó duramente a gobiernos de países que llamó corruptos, comunistas, en su lenguaje inapropiado que recibió críticas, hay algunas tensiones con Brasil, nuestro principal amigo, amistad que deberíamos cuidar y mucho. Lo enfático de lo realizado con respecto a Israel, más allá de la crítica a Hamás, desata dudas en sus propias filas. La visita al papa Francisco también tiene sus cosas. Lo criticó, se arrepintió y fue. No llevarle mates y bombillas fue un acierto, eso lo aprendió.
Bajar el proyecto ómnibus de 664 artículos que luego fueron 584, para quedar en 382 tras quitar temas relativos a políticas fiscales, fue considerado por muchos analistas como la primer gran derrota política de Javier Milei; exagerando esto la oposición, como no podía ser de otra manera. El más que famoso tema del no corte de calles por ahora sigue con ventaja para el oficialismo, aunque no fuera tan absoluto como lo habían prometido. La no utilización de niños en las marchas es un hecho a destacar.
Inflación, recortes presupuestarios, obra pública, políticas generales para los jubilados, inseguridad y narco tráfico son temas que hoy se llevan mayoritariamente el interés ciudadano. Aumentos en servicios públicos, transporte, incremento de la pobreza, educación, salud, sin dejar de lado otros temas importantes que prometió solucionar y/o cambiar y todavía no concretó. El peso del ajuste por ahora pasa por el pueblo sin afectar a la casta.
El presidente tendrá que analizar el presente, lo conseguido hasta ahora y los porqués. Tendrá que escuchar, flexibilizar y entender que no puede llevarse por delante al país y sus instituciones. Hay muchas cosas para cambiar y mejorar y seguramente, en eso, tendrá el apoyo de la mayoría de los argentinos. Pero habrá otras en que no será así. Milei necesita cambiar algunas cosas él para aprender a gobernar y concretar las mejoras y soluciones que el país necesita. El país necesita cambios profundos para salir de una situación muy complicada resultado del desgobierno de la gestión anterior. Lo que no sabemos aún es si Milei entenderá que todo comienza por cambiar él y que las formas también son importantes.
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