Algunos años atrás, Roberto Arlt aconsejaba a quien quisiera hacer carrera política: "Usted proclame: 'He robado, y aspiro a robar en grande'. Comprométase a rematar hasta la última pulgada de tierra argentina, a vender el Congreso y a instalar un conventillo en el Palacio de Justicia. En sus discursos, diga: 'Robar no es fácil, señores. Se necesita ser un cínico, y yo lo soy. Se necesita ser un traidor, y yo lo soy' (...)". Según el escritor, esta sería una fórmula de éxito seguro, porque todos los sinvergüenzas hablan de honestidad, y la gente está harta de mentiras.
Algo parecido sucedió con Javier Milei. Sin filtros, confesó que admiraba a Margaret Thatcher, la "Dama de Hierro" que nos pisó la cabeza en 1982: ¿Cuántos héroes de Malvinas lo votaron? Dijo que el Papa Francisco era "el representante del mal en la tierra": ¿Cuántos católicos lo votaron? Insistió en la creación de un mercado para la compraventa de órganos humanos: ¿Cuántos energúmenos lo votaron entre chistes tales como: "Si no hay plata, te pago con un riñón"? Defendió la desregulación de la tenencia de armas de fuego para todos los ciudadanos: ¿Cuántos pacíficos ciudadanos que sólo ven tiros en Netflix votaron estas violentas ideas que podrían sembrar una balacera en cualquier esquina del país al estilo de la película "La Purga"?
Milei puso en duda el número de desaparecidos durante la dictadura militar (según él, fueron 8.753 y no 30.000) y criticó el "curro de los derechos humanos": ¿Cuántos defensores de "memoria, verdad y justicia" lo votaron? Sostuvo que venía a ocuparse de los que están debajo de la línea de la pobreza e indigencia, del 60% de chicos que no pueden "morfar": ¿Cuántos de esos ciudadanos lo votaron y hoy tienen más hambre y menos oportunidades que antes?
Fue contundente cuando dijo que existían provincial "inviables" que se las tenían que arreglar por su cuenta porque se iba a acabar el verso de "la justicia social": ¿Cuántas de esas zonas discriminadas como si fueran enfermos terminales a los que hay que "desconectar" del respirador porque dan pérdidas festejaron el arribo de El León al sillón de Rivadavia?
En su fanatismo de libertad de mercado no se opuso a la contaminación de los ríos con tal de que las empresas generen dividendos: ¡Algo absurdo por donde se lo mire! Si nuestros ríos están envenenados: ¿Cómo vamos a sobrevivir como especie? Incluso si se lo piensa desde la perspectiva de que lo más importante es generar dinero (más importante que la gente incluso): ¿De dónde sacará la rueda productiva más agua en buen estado para seguir facturando? Claro: ¡Las sociedades anónimas van a estar forradas en guita y, cuando se cansen de ordeñar nuestras riquezas y volcar sus desechos tóxicos acá, van a buscar nuevos destinos baratos donde posar sus sucursales! ¡Las deudas y la tierra arrasada serán de nosotros y las vaquitas, ajenas!
Se manifestó admirador de Carlos Menem y bendijo a Domingo Cavallo como el mejor economista de la historia argentina: ¿Se nos borró de la mente que Cavallo coqueteó con la dictadura, luego estuvo a la derecha de Menem y, finalmente, a la derecha de Fernando de la Rúa durante la democracia? ¿Nos olvidamos de que Cavallo fue una pieza clave del destino económico del país a fines del siglo XX y que su gestión se coronó con "corralitos", cacerolazos y la huida en helicóptero de Chupete? Tenía razón un amigo periodista cuando me dijo que Mieli y Menem tienen mucho en común (además de Martín Menem): sólo que Milei fue frontal y El Turco vino disfrazado de caudillo del interior y, en La Rosada, se sacó la careta para mostrar su rostro neoliberal, frívolo y de promiscuas "relaciones carnales" con Estados Unidos.
A este perfil, agreguemos que los seguidores de Milei dijeron que la pornografía enseñaba más que la ESI (Ramiro Marra); que San Martín no era el Padre de la Patria ni el Libertador de América (Emilio Ocampo); o que los padres podían renunciar a su paternidad si se les "cantaba el moño" (Lilia Lemoine). ¿Cómo pudo tanto escándalo ser la opción más votada en el balotaje?
Volvamos a Milei, basó su campaña en amenazas de motosierra; es decir, no apostó (sigo con la metáfora filosa) por un corte sigiloso de cirujano o por las estocadas puntuales de un espadachín. Llegó a La Rosada como una especie de Joker (el de Joaquín Phoenix) con la firme convicción de "querer ver arder el Estado" y darle rienda suelta a la voracidad del Libre Mercado.¿Cómo pudo ganar un tipo que no se cansa de decir que hay que sufrir muchísimo como única alternativa para salir del fondo?
Como primera respuesta, supongo que muchos de los que lo votaron pensaron que iban a estar del lado inofensivo de la motosierra. "Compraron" al personaje de TV despeinado, con verborragia de standapero y risa cínica que se paseaba de un lado para el otro con sus perros y su hermana. Escucharon "libertad" como slogan comercial que siempre "garpa" y quisieron asegurarse un lote en el barrio privado de los libertarios: "¡Libertad asegurada más dólares, ya!"
Seguramente, estaban cansados, hartos, embriagados de odio. Estaban desesperanzados. Ingenuamente, creían que este "inexperto" candidato era una suerte de Lionel Scaloni que nos iba a sacar campeones del mundo con los bolsillos llenos de verdes. Como en el 2001, gritaban: "Que se vayan todos". Y agregaban: "¡Sí, que pague la casta!"
Ciegos de furia, ignoraron todas las advertencias que tenían a la vista: ¡Sobre todo, la alianza pre-balotaje con Mauricio Macri ("un tibio, un timorato, un mediocre y un cobarde") y Patricia Bullrich ("la montonera asesina")! En menos de un mes de gestión libertaria, la gran mayoría de los ciudadanos quedamos parados del lado cortante de la motosierra y la Casta se nos ríe en la cara, respaldando al presidente, en la Casa Rosada.
Enamorados de las crisis
Que quede claro: ¡No defiendo a los Fernández! ¡No sufro el síndrome de Estocolmo! La inflación, los ajustes, la corrupción, la caída del poder adquisitivo o la inseguridad (sólo por citar) me pegan tanto o más que a vos, lector. Esta democracia de 40 años de vida está a miles de kilómetros de alcanzar satisfactoriamente los objetivos fundamentales pronunciados por Raúl Alfonsín: "Con ella, no sólo se vota, sino también se come, se cura y se educa."
Con este texto me propongo hacer un breve espacio de "metacognición": es decir, "parar la pelota" para reflexionar sobre nuestras decisiones. ¿Por qué recurrentemente nos comportamos como esas personas que, teniendo a la vista excelentes oportunidades, eligen una pareja que les mete los cuernos, los ningunea, los estafa, los intimida y los llena de culpas? ¿Por qué cada vez que usamos el voto como un "arma" para hacernos oír, nos pegamos un tiro en las "patas"?
Por un lado, coincido con André Malraux cuando afirma que: "Los pueblos no sólo tienen los gobiernos que merecen, sino que se le parecen". Por otro lado, y como sostiene Facundo Manes, sospecho que inconscientemente estamos enamorados de las crisis. En "El cerebro argentino: una manera de pensar, dialogar y hacer un país mejor", leemos: "Una pregunta que podemos hacernos es qué porción de nuestras crisis se asocia a factores exógenos, es decir, depende de circunstancias ajenas que impactan en mayor o menor medida en nosotros y no somos más que víctimas de las mismas; otra inquietud es qué parte tiene que ver con decisiones propias (de dirigentes, de líderes con apoyo popular, de colectivos organizados, de impulso sociales); y otra, cuánto es atraída por el mismo deseo de que las cosas, sean cuales sean, sucedan intensamente".
Según Manes, muchos de nuestros momentos críticos son el fruto, al menos en parte, de la improvisación, de la falta de diseño y preparación, de la intención de atar todo con hambre, de la sobrevaloración de nuestra intuición y buena estrella, de estar convencidos de que al fin y al cabo estamos condenados al éxito. También son el resultado de las permanentes decisiones que privilegian el corto plazo. En esto se incluyen las mezquinas conductas particulares o sectoriales.
En conclusión, es cierto que en cada crisis hay oportunidades, pero también las hay cuando las cosas se pueden planificar, discutir y pensar con la cabeza fría en el marco democrático. No dejemos que el estrés crónico que padecemos por la inestabilidad del país nos bloquee la mente. Salgamos de la queja y pasemos a la propuesta: el deporte de la queja nos convierte en cómodas víctimas que nada podemos hacer por cambiar nuestra suerte. Busquemos salidas creativas a los callejones sin salida en los que nos metimos. Creemos un país con lugar para todos. Trabajemos para: "promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad…"
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