Por Bárbara Korol
Por Bárbara Korol
Cuerpos y espíritus que nunca descansan.
Manos que buscan. Que abren caminos y tienen alas. Manchadas de tierra para construir, lastimadas en su afán de levantar universos y derribar muros. Manos que se juntan para rezar pidiendo pan y paz, que ruegan por el amor. Piel delgada, ajada, que interroga la verdad, que llora las tristezas del desamparo y del adiós.
Pechos profundos dispuestos a querer a fondo, a alimentar sueños y niños, quebrados de dolor y ausencias pero valientes para volver a sentir con esperanza. Miradas intensas, nubladas, iluminadas, ojos que anhelan hallazgos, mente en foco, resplandor pagano…
Sonrisas despejadas, alegrías delirantes, carcajadas dichosas, bocas generosas, con dientes o sin ellos.
Labios que consuelan, que besan, que dilatan la amargura.
Vientres amantes, fecundos de sueños y promesas de vidas, y matrices gastadas de deseos no cumplidos y de pasiones avejentadas.
Carne que fracasa y que revive, que renace como semilla cada vez que muere. Flor que nunca se marchita, pecado que no se olvida.
Delicioso, delicado bullicio de voces que llaman al destino.
Mujeres que gestan, que conmueven, que ríen, que lloran, que aman, que luchan.
Mujeres hermosas, imperfectas, frágiles y estoicas… Esencias nobles, vulnerables perfumes, magias ancestrales, sabiduría remota.
Todo adentro, navegando en el plasma, habitando el átomo exacto, el núcleo celular de la existencia…
Origen del color y del aroma.
Savia natural del germen inagotable.
Rebelión de la sangre y de la historia.
Virgen, santa, corrompida, madre, compañera, amiga, hija, cómplice, amada despreciada, soñadora, despiadada, rota, vengadora… sutil espiga de los campos, música que conmueve las ciudades…
Sol y lluvia. Cielo y tierra.
Clamor que ni la muerte apaga.
Simple raíz.
Siempre mujer.