Durante mucho tiempo se ha publicitado que ser multitasker es una virtud. En las tapas de revistas se ha festejado a las personalidades capaces de patear y cabecear el córner. Ser un hombre-orquesta se ha difundido como sinónimo de éxito.
Durante mucho tiempo se ha publicitado que ser multitasker es una virtud. En las tapas de revistas se ha festejado a las personalidades capaces de patear y cabecear el córner. Ser un hombre-orquesta se ha difundido como sinónimo de éxito.
Hoy es habitual estar trabajando con la computadora mientras miramos televisión, escuchamos música, estamos pendientes de las redes sociales o chequeamos notificaciones del celular. ¿Hasta qué punto nuestro cerebro está capacitado para sostener las tareas múltiples que requiere nuestra cotidianeidad?
En "El cerebro argentino", Facundo Manes explica que el cerebro tiene capacidades limitadas y dos cuellos de botella: 1) La atención: cuando tenemos dos fuentes de información suficientemente complejas, la eficiencia de una decae como consecuencia de la otra; 2) La memoria de trabajo: el espacio mental en el que retenemos la información hasta hacer algo con ella. Esta memoria tiene una capacidad finita y es extremadamente susceptible a las interferencias. Cuando se intenta llevar a cabo dos tareas demandantes al mismo tiempo, la información se cruza y se producen errores.
Según este neurocientífico, muchas veces se plantea que la multitarea podría ser beneficiosa para entrenar nuestra capacidad para el paso rápido y eficiente entre actividades. Sin embargo, existe evidencia científica de que las personas que funcionan con esa modalidad se dispersan más cuando pasan de una a otra ocupación.
En la misma dirección, Alejo Merker señala que querer hacer múltiples actividades al mismo tiempo disminuye críticamente los niveles de rendimiento y altera la atención, concentración y monitoreo invertidos en cada labor. Sostiene que: "existen múltiples discursos que, aún contradictorios con los desarrollos científicos, proponen estrategias para entrenar habilidades tendientes a sostener el multitasking. Resulta prioritario tomar distancia de estas propuestas ya que hacer más no siempre es sinónimo de hacer mejor. En muchos casos, pretender hacer siempre más es el mejor camino para terminar haciendo cada vez menos".
En el mismo sentido, Manes sostiene que estamos capacitados para realizar numerosas tareas pero debemos focalizarnos. Agrega que: "Tener gran cantidad de cosas para hacer y hacerlas una por vez (lo recomendable) no es lo mismo que intentar hacer varias cosas al mismo tiempo. La multitarea tiene un costo cognitivo. La mala administración de la atención no solo genera improductividad, ansiedad y estrés, sino que puede traer también riesgos letales". El ejemplo más claro de esto se ve cuando una persona usa el teléfono mientras maneja: chequear el celu en lugar de atender al tránsito, genera una "ceguera atencional" que puede provocar accidentes tanto o más graves que los que se producen cuando alguien conduce con un alto porcentaje de alcohol en sangre.
En un punto extremo, se ubica el filósofo surcoreano Byung-Chul Han. Según su opinión, el multitasking es una regresión porque está extendido entre los animales salvajes. Así lo explica: "Es una técnica de atención imprescindible para la supervivencia en la selva. El animal salvaje está obligado a distribuir su atención en diversas actividades. De este modo, no se halla capacitado para una inmersión contemplativa: ni durante la ingestión de alimentos ni durante la cópula." Realiza la siguiente comparación: "Actividades como los juegos de ordenadores suscitan una amplia pero superficial atención, parecida al estado de vigilancia de un animal salvaje".
El filósofo surcoreano concluye: "Los recientes desarrollos sociales y el cambio de estructura de la atención provocan que la sociedad humana se acerque cada vez más al salvajismo. La preocupación por la buena vida, que implica también una convivencia exitosa, cede progresivamente a una preocupación por la supervivencia".
Byung-Chul Han observa la condición del "hombre multitasker" actual a la luz de la mitología: "El mito de Prometeo puede reinterpretarse considerando una escena del aparato psíquico del sujeto de rendimiento contemporáneo, que se violenta a sí mismo, que está en guerra consigo mismo. En realidad, el sujeto de rendimiento, que se cree en libertad, se halla tan encadenado como Prometeo. El águila que devora su hígado en constante crecimiento es su alter ego, con el cual está en guerra. Así vista, la relación de Prometeo y el águila es una relación consigo mismo, una relación de autoexplotación. El dolor del hígado, que en sí es indoloro, es el cansancio. De esta manera, Prometeo, como sujeto de autoexplotación, se vuelve presa de un cansancio infinito. Es la figura originaria de la sociedad del cansancio".
Este filósofo sostiene que toda época tiene sus enfermedades emblemáticas. En el caso del siglo XXI, este se caracteriza por enfermedades neuronales como la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste ocupacional (SDO).
El autor aclara que: "Lo que provoca la depresión por agotamiento es la presión por el rendimiento. Visto así, el síndrome de desgaste ocupacional pone de manifiesto un alma agotada, quemada. En realidad, lo que enferma no es el exceso de responsabilidad e iniciativa, sino el imperativo del rendimiento como nuevo mandato del trabajo tardomoderno. El hombre depresivo es aquel animal laborans que se explota a sí mismo, a saber: voluntariamente, sin coacción externa. Él es, al mismo tiempo, verdugo y víctima".
En otras palabras, el imperativo de rendimiento fuerza a cada persona a aportar cada vez más rendimientos (¡valga la redundancia!). De este modo, nunca se alcanza un punto de reposo gratificante. Leemos en "La sociedad del cansancio": "El sujeto vive con una permanente sensación de carencia y de culpa. Como en último término compite contra sí mismo, trata de superarse hasta que se derrumba. Sufre un colapso psíquico que se designa como burnout, o 'síndrome del trabajador quemado'. El sujeto que está obligado a rendir se mata a base de autorrealizarse. Aquí coinciden la autorrealización y la autodestrucción a este sujeto".
Nana Cantú canta: "Le dicen La Multitasking/ le sale todo mal pero lo hace a la vez/ pues no sabe decir que no/ no vaya a ser que piensen y que digan después/ que no quiere, no puede, no es capaz/ se deja siempre al último." Ahora bien: ¿Cómo salimos de esta lógica del rendimiento que nos tiene corriendo -hiperactivos, histéricos, acelerados y nerviosos- como el hámster en la ruedita de la prisión?
Según Merker, el antídoto es la jerarquización de las demandas y la aceptación de las limitaciones. Para ello, resulta conveniente ejercer un auto-diálogo amable que nos recuerde que no todo es posible y que contamos con limitaciones propias de seres humanos. Fundamentalmente, eso nos previene del desgaste y el deterioro. Además, si nuestro entorno no es coherente en las demandas que nos presenta, el poder establecer límites claros y jerarquías saludables se transforma en una cuestión de autocuidado.
Es prioritario poder clasificar, jerarquizar y diferenciar nuestras tareas a fin de no perdernos en el sistema y, de paso, no perder el disfrute de lo que elegimos hacer. Por otro lado, poder diferenciar lo urgente de lo importante es una brújula que orienta las conductas. Esta distinción puede pensarse a partir de variables objetivas como el calendario: una tarea es urgente cuando está asociado a un plazo.
Al respecto, Manes agrega que cuando estemos agotados o embotados, en vez de mirar el celular o cambiar de pantalla en la computadora, es mejor salir a caminar, respirar profundo, cambiar de actividad o hacer otra cosa menos demandante. Además de volvernos eficientes en lo inmediato, estas alternativas pueden, al retomar la tarea inicial, traer ideas o aproximaciones novedosas que mejoren el largo plazo.
Por su parte, Byung-Chul Han propone cambiar la hiperatención del multitasking por una atención sosegada, pausada, contemplativa y profunda del mundo y de nosotros mismos. Lo ideal consistiría en propiciar un "entre-tiempo" off line: sin pantallas, sin trabajo a la vista, con oportunidad para el juego y -¿por qué no?- para el aburrimiento (que suele ser un amigo inspirador que aporta buenos consejos). El filósofo sugiere habitar un intervalo sanador, reparador y rejuvenecedor que prevenga la calcinación de nuestro cerebro y la carbonización de nuestro espíritu.