A modo de conclusión de la saga titulada "El sentido de la navidad" (*), volvamos sobre el tema del tiempo profano y el sagrado. En las liturgias religiosas y las ceremonias, el tiempo se dilata y el hombre siente una conexión especial con lo divino, porque este tiempo sagrado tiene una característica muy particular: no está sometido a la misma lógica del reloj o del calendario. A través del ritual y la meditación, podemos incluso sentir que el tiempo se detiene, es decir, que entra en un estado de suspensión que trasciende las limitaciones propias del tiempo físico. En este sentido, la navidad es un "espacio-tiempo", donde lo finito se encuentra con lo eterno, lo humano con lo divino.
La navidad se convierte así en un puente entre el tiempo sagrado y el profano: por un lado, es una festividad religiosa que marca la llegada de lo divino al mundo humano; pero, por otro lado, en su manifestación cultural y social, se convierte en una celebración compartida por todos, independientemente de la fe religiosa de cada persona. En esta dualidad es donde la navidad se torna un espacio de reflexión profunda sobre la naturaleza del tiempo, porque el tiempo de la navidad no sólo es especial por su dimensión religiosa, sino porque invita a todos a realizar una pausa, un "respiro" en medio del constante fluir del tiempo profano y sus presiones cotidianas.
Mirá tambiénPilares de la navidad: humanidad, reconciliación y humildadLa natividad puede ser vista como un recordatorio de que la temporalidad humana no es absoluta, que hay momentos de la vida que convocan a la trascendencia, a mirar más allá del presente y conectar con algo más profundo. Ahora bien... ¿Cómo conviven esos "dos tiempos" en nuestra contemporaneidad? El desafío radica en cómo vivimos la navidad. La sociedad posmoderna a menudo se ve atrapada en el consumo y la superficialidad de las festividades, lo que hace que el tiempo sagrado se diluya completamente en el ruido del tiempo profano. Sin embargo, existe una invitación a que todos los individuos podamos rescatar la dimensión espiritual de la navidad, experimentando ese "tiempo suspendido" que permite un encuentro genuino con el misterio de la vida, el amor y la esperanza.
"Lo sagrado, al ser atemporal, se encuentra fuera de las medidas del tiempo cronológico" (Mircea Eliade, "Lo sagrado y lo profano")
En este contexto, la reflexión filosófica sobre el tiempo sagrado y profano nos permitiría cuestionar cómo concebimos nuestra relación con la temporalidad. ¿Es el tiempo simplemente un recurso que utilizamos para alcanzar nuestros objetivos, o hay en él un misterio que invita a la contemplación, el asombro y la trascendencia? La diferencia entre el tiempo "sagrado" (kairos) y el tiempo "secular" (chronos) es una distinción fundamental en la reflexión filosófica y teológica, particularmente desde el pensamiento de San Agustín de Hipona en "Confesiones", puesto que proporciona un marco ideal para profundizar en esta temática.
En contraste con el tiempo profano, el kairos no es medido por el reloj, sino por la calidad del momento y por lo trascendente que ocurre en él. En la teología cristiana, este concepto se asocia con los momentos en los que lo divino irrumpe en el tiempo humano, ofreciendo una posibilidad de salvación o de transformación. La navidad, como la conmemoración del nacimiento de Cristo, es un ejemplo del kairos: un tiempo que no sólo marca cronológicamente los tiempos, sino un evento que tiene un significado simbólico profundo y eterno. Aquí es, justamente, donde entra en juego la reflexión de San Agustín, quien abordó magistralmente el concepto del tiempo, haciendo una distinción fundamental entre el tiempo terrenal, limitado y cambiante, y la eternidad divina, inmutable.
Mirá tambiénEl sentido de la navidad: nacimiento y renovaciónSegún San Agustín, el chronos es el tiempo de los seres humanos, el que percibimos a través de los sentidos y nos arrastra a la acción. Sin embargo, este tiempo no tiene existencia real en Dios, quien habita en la eternidad. Recordemos que para este santo y filósofo, el tiempo es una construcción humana, una medida que solo existe porque nosotros, los seres finitos, necesitamos marcarlo, medirlo, etcétera. En cambio, Dios, en su eternidad, no está sometido al flujo de nuestro tiempo, sino que lo ve en su totalidad, como una eternidad presente.
"¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; si quiero explicarlo a quien me lo pregunta, no lo sé" (San Agustín, "Confesiones", Libro XI)
También, en la obra precitada, Agustín realiza una reflexión filosófica sobre el tiempo al sostener que el pasado ya no existe, el futuro aún no ha llegado y sólo tiene cierta "existencia" el presente, aunque es fugaz y casi imposible de captar. El hombre vive atrapado en la temporalidad, pero su corazón está orientado hacia una eternidad que no se ajusta a las reglas del tiempo cronológico. La navidad, como la irrupción del misterio divino en la historia, se convierte en una epifanía de esta tensión entre la temporalidad humana y la eternidad divina.
Es más, de acuerdo con Agustín, el tiempo es una creación de Dios que sólo cobra sentido en relación con la eternidad, por lo que el kairos es el tiempo de la salvación, un tiempo suspendido, lleno de significado y trascendencia, que irrumpe en la vida humana en momentos especiales. En el caso puntual de la celebración de la natividad de Cristo, ese momento kairos es el nacimiento del enviado, el cual marca un antes y un después en la historia, un "tiempo sagrado" que se inserta en el flujo del chronos. Lo que festejamos el 25 de diciembre, entonces, no sólo es una celebración de un evento pasado, sino una oportunidad de entrar en un kairos personal, de experimentar un momento de conexión con lo eterno a través del ritual y la reflexión.
"El pasado ya no es, el futuro aún no es, y el presente es solo un punto de transición" (San Agustín, "Confesiones", Libro XI)
La navidad representa el puente entre el chronos y el kairos, en tanto que al igual que otras festividades religiosas, tiene la capacidad de convertir el tiempo ordinario en un tiempo sagrado. A pesar de estar inserta en un contexto de consumo innecesario, y rutina desenfrenada y agobiante, la verdadera celebración de la navidad nos invita a un kairos, tiempo especial donde lo sagrado irrumpe en el flujo del tiempo profano. Es en este momento en el que los cristianos recordamos el Misterio de la Encarnación: Dios hecho hombre en un tiempo determinado de la historia, pero con una significación que trasciende ese momento específico, convirtiéndose así en una invitación a escapar del ritmo frenético de nuestro tiempo y adentrarse en un espacio donde lo sagrado nos recuerda la posibilidad de lo eterno, en nuestra vida finita.
En conclusión, el desafío en nuestro tiempo ha quedado planteado: recuperar el kairos en la navidad en medio de la presión del chronos. El consumismo, las expectativas sociales y el ritmo acelerado de la vida posmoderna apuntan directamente a la disolución de la dimensión espiritual ancestral profunda de la navidad. Sin embargo, la invitación está siempre presente a todos, creyentes y no creyentes, a rescatar el tiempo sagrado como oportunidad de entrar en un espacio de pausa, reflexión y espera que nos conecta con lo eterno. En otras palabras, amigos míos, recuperar el kairos de la navidad es permitir que el tiempo, aunque limitado, nos ofrezca una experiencia espiritual profunda, una oportunidad de autoconocimiento y transformación.
La reflexión sobre la temporalidad en el contexto de la navidad nos lleva a pensar en la dualidad del chronos y el kairos, que representan dos modos de vivir: uno, marcado por la rutina y medición constante, el otro, por la trascendencia y el misterio; uno que se nos escurre entre los dedo, otro que parece ser atemporal y siempre presente. La presente reflexión ha intentado, con suma humildad, comprender cómo el tiempo, aunque es una construcción humana limitada, puede convertirse en un espacio para lo eterno: la navidad, como celebración de la Encarnación, nos convoca a vivir nuestra temporalidad de manera diferente, a experimentar un kairos personal y familiar que nos conecta con lo divino y nos brinda la preciosa oportunidad de, como decimos en Argentina, parar la pelota y pensar.
(*) Se completa con las notas "El sentido de la navidad: nacimiento y renovación" y "Pilares de la navidad: humanidad, reconciliación y humildad", publicadas en las ediciones del 19 y 20 de diciembre pasados.
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