La construcción de viviendas, edificios e infraestructuras de servicios no solo proporciona espacios de bienestar para vivir, trabajar y recrearse, sino que también puede elevar significativamente el valor del suelo, atraer nuevos capitales que revitalicen las áreas urbanas e incrementar la recaudación fiscal, fomentando una mayor capacidad para financiar el crecimiento local y mejorar la competitividad a nivel regional y global. Si incluimos las nociones de innovación y sostenibilidad a esta relación, la arquitectura puede actuar como un motor de cambio que avanza sin límites hacia el futuro.
La innovación arquitectónica no debe ser una simple búsqueda estética, sino una puerta hacia una viabilidad económica y sostenible a largo plazo. En un contexto de creciente preocupación por el cambio climático y la vulnerabilidad social, diseñar edificios eficientes con capacidad para reutilizar los insumos naturales disponibles e incorporar sistemas pasivos junto a materiales y tecnologías limpias; si bien reduce el impacto ambiental y mejora la calidad de vida, también es un modo eficaz para captar personas interesadas en inversiones verdes que beneficien a nuestros ecosistemas urbanos. Esta es la visión que ha permitido, por ejemplo, al arquitecto danés Bjarke Ingels fusionar funcionalidad, ecología y rentabilidad en el proyecto 8 House en Copenhague, y a Stefano Boeri mejorar las condiciones de habitabilidad y enriquecer la biodiversidad urbana de Milán con el diseño del Bosco Verticale.
En el mismo sentido, intervenciones edilicias y urbanas innovadoras pueden actuar como catalizadores económicos. Proyectos como el Guangzhou Opera House en China, el Burj Khalifa en Dubái, el Museo Guggenheim en Bilbao, la Ópera de Sídney en Australia, o el High Line de Nueva York, transforman las ciudades al provocar que los visitantes se maravillen ante su presencia. Estas obras emblemáticas se convierten en activos económicos que potencian la vida urbana, pues la llegada de turistas beneficia a una amplia gama de negocios locales, posicionando a las ciudades a escala global, impulsando flujos constantes de capitales nacionales e internacionales, y fomentando la creación de espacios públicos vibrantes.
Los arquitectos, como alquimistas modernos, transforman un cúmulo de ladrillos, acero y hormigón en experiencias tangibles, donde la economía se refleja en la eficiencia de sus diseños. La economía influye en las decisiones arquitectónicas actuando como un marco de referencia que guía el proceso proyectual, desde la selección de la tectónica, hasta el estudio meticuloso de los detalles más pequeños. Cada metro cúbico que conforma el espacio habitable, cada esquina bien iluminada y cada material cuidadosamente seleccionado, aporta a la eficacia y rentabilidad de un emprendimiento; mientras que la adaptabilidad y flexibilidad frente a diferentes usos asegura su vigencia y permanencia a lo largo del tiempo.
Norman Foster es un claro exponente de cómo economía y estética convergen en una danza armoniosa. Su Millennium Bridge en Londres es testimonio de esta sinergia, donde eficiencia estructural y belleza se unen para crear una obra funcional y visualmente impactante; o su proyecto Hearst Tower en Nueva York que ejemplifica cómo la eficiencia y la rentabilidad pueden lograrse al integrar tecnología verde con un diseño innovador.
Este breve recorrido por los hilos que dan vida a nuestros entornos urbanos evidencia la interacción constante entre la economía macro y micro en el contexto arquitectónico. Edificios, parques, centros comerciales y sedes empresariales, redefinen continuamente el paisaje urbano, al tiempo que movilizan las economías locales. Cada proyecto arquitectónico, desde grandes desarrollos hasta pequeñas intervenciones particulares, contribuyen económicamente en múltiples niveles.
Los arquitectos no sólo diseñamos nuestras obras, también diseñamos ambientes urbanos y ecosistemas económicos. Como dijo Frank Lloyd Wright "la arquitectura es la madre de todas las artes" y por ello los arquitectos, como economistas creativos, vamos moldeando nuestro mundo. Diseñar con respeto y consciencia, pensando en quienes habitan nuestras obras y ciudades, asegura que las construcciones perduren. Sólo un enfoque integral que contemple la estética, funcionalidad y tecnología, junto al impacto social y económico de nuestras decisiones arquitectónicas, asegurará una contribución positiva para el desarrollo urbano y bienestar de nuestras comunidades.
(*) Oficina de Arquitectura (OdA), un espacio destinado a la innovación y experimentación colectiva.
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