Oscar Leguizamón, el conscripto que nunca dejó de ser soldado
Esta es una historia con un profundo sentido patriótico y de pertenencia. Tiene que ver con los soldados cuarteleros de la clase 1963 y el rol que debieron cumplir a miles de kilómetros de distancia de las islas, donde muchos de sus compañeros hacían frente a las fuerzas británicas y caían abatidos por el enemigo. Su protagonista, panadero entusiasta y emprendedor, está convencido que aún hoy, a su manera y en otras lides, sigue dando batalla.
Oscar Leguizamón, santafesino, próximo a cumplir 60 años. Prácticamente toda una vida dedicada al oficio de panadero. El servicio militar, hecho entre los años 1982 y 1983, lo marcó a fuego y para siempre.
A Oscar Leguizamón lo podríamos definir con una sola frase: fue, es y será un soldado. Así se siente y se sentirá siempre, porque se considera un ciudadano que nunca dejó de ser, como bien le gusta decir, "soldado de la patria". Pero Oscar, en realidad, es un activo y entusiasta emprendedor del rubro panadería, que como panadero facturero trata de aportar su granito de arena en cada acción que lleva adelante por el bien de la comunidad santafesina.
Oscar pertenece a la clase 1963, una de las que estuvo en Malvinas, aunque él, en contra de sus más sinceros deseos, no pudo pelear en las islas. No pudo ser combatiente, tuvo que conformarse con ser cuartelero… sin poder darle, como hubiese querido, "batalla directa a los ingleses". Pero, al margen de esa posibilidad que el destino le negó durante la histórica y sacrificada participación de los soldados argentinos en el llamado Teatro de Operaciones del Atlántico Sur (TOAS), Oscar también se siente parte importante de la Gesta de Malvinas.
Desde una trinchera muy personal, con su oficio y entera dedicación al trabajo social o a diversas causas comunitarias, Oscar cree que sigue dando batalla. El próximo 31 de agosto va a cumplir 60 años. Tenía 18 cuando fue convocado para hacer el servicio militar obligatorio (la famosa conscripción o "colimba"), deber cívico y patrio con el que cumplió sobradamente, al estar catorce meses y medio bajo bandera, entre el 2 de marzo de 1982 y el 24 de mayo de 1983. Sin embargo, hasta el día de hoy, en cada iniciativa que emprende y con la que se compromete, siente que "hace patria".
"Me considero simplemente un soldado", repite una y otra vez Oscar, que, como meta cercana, se ha comprometido en la convocatoria de la mayor cantidad posible de los santafesinos que juraron la bandera junto a él hace cuarenta y un años en Goya, provincia de Corrientes, más específicamente en la que por entonces era la Compañía de Ingenieros 7 y ahora es el Batallón de Ingenieros de Monte 12.
Volver a repetir la jura
En su carácter de coordinador por Santa Fe, Oscar participa de la mesa de trabajo denominada "Comisión de Baja 40 Años", avocada a la organización del reencuentro de la clase 1963 y prorrogados, junto a sus compañeros Antonio García Pantaleón, Raúl Horacio Spessot y Lisandro Stalla. Hasta el momento, gracias a la búsqueda en el padrón del Ejército, han podido contactar a más de un centenar de ciudadanos que hicieron el servicio militar allá –algunos ya han fallecido- y siguen convocando.
Según esos datos, eran unos 400 santafesinos clase 1963 en Goya, de un total de 800 conscriptos allí destinados. La idea del grupo es volver a repetir la jura el próximo 17 de junio, en el marco de una jornada muy especial para ellos. Está previsto que allá los reciba el teniente coronel Nicolás Gerardo Pietrobelli, jefe de la unidad militar correntina, quien los espera ese día a partir de las 8 para darles bienvenida, lograr que cumplan con su anhelo de jurar nuevamente la enseña patria y agasajarlos con un almuerzo en su honor.
"Lo más lindo y reconfortante que nos va a tocar vivir es que vamos a poder disfrutarlo con nuestros familiares, visitando los lugares donde comíamos, hacíamos guardia y dormíamos hace cuarenta años", destaca Oscar. En la "colimba", añade, "lo peor que debías sobrellevar era no tener presente a tu familia, pero es ahí donde empezás a valorar hasta el pedacito de pan que comías con los tuyos, la mesa familiar, a tus padres, tus hermanos". "Éramos ocho hermanos, cuatro mujeres y cuatro varones… yo era el más chico de todos", aclara después, sin dejar de recordar a su padre Raúl (tapicero) y a su madre, María Luisa (ama de casa).
Durante el conflicto bélico con Gran Bretaña, le tocó aportar su granito de arena como cuartelero, el soldado conscripto que tuvo que quedarse haciendo guardias en los cuarteles. Entonces permaneció alistado en Goya, mientras la guerra se desarrollaba a miles de kilómetros de distancia: "Tuve que quedarme en el cuartel a cumplir con las tareas asignadas. Por eso siempre aclaro que me siento un soldado de la gesta también, veterano, como los demás, pero sin querer molestar a nadie".
"Además del mes de instrucción, que completamos justo el 2 de abril y en la que manejamos el FAL y el FAP, tuvimos una semana más de adiestramiento rápido, porque ya estaba la orden para viajar al sur", agrega Oscar. En esa segunda etapa les dieron algunas nociones de combate cuerpo a cuerpo a cuchillo y tiro con pistola Ballester Molina, "porque nos decían que se venía la guerra con los ingleses".
"No fui combatiente, fui cuartelero"
Oscar recuerda que la permanencia en el cuartel lo llenaba de angustia, pero esa era la forma en la que podía serles útil a sus propios compañeros, ya que durante aquellos días de incertidumbre y de zozobra la Compañía de Ingenieros 7 fue movilizada al sur del país, a la localidad santacruceña de Comandante Luis Piedrabuena, para cumplir con una labor de apoyo logístico y táctico. Al no haber pasado a la isla, tampoco participó directamente en combate, aunque, como se esmera en destacar, le hubiese gustado mucho hacerlo.
"Yo era uno de los que quería ir. Tuvimos el fusil en las manos, estuvimos de guardia y listos para pasar al sur o a las islas, pero no fuimos… me quedó eso como materia pendiente", explica el emprendedor santafesino. "Me considero soldado de la Gesta de Malvinas y fui reconocido como tal, pero siempre aclaro que no fui combatiente, ni embarcado, ni siquiera movilizado. Fui cuartelero, a la espera de un llamado para alistarme si fuera preciso, y cuidando al cuartel de un posible ataque de los ingleses", agrega respetuoso.
Oscar siempre aclara que no fue combatiente, en especial para "no faltarles el respeto" a quienes combatieron en las islas. "Tengo muchos amigos que lo hicieron y gracias a Dios pudieron regresar a sus hogares", acota. "Nosotros no pudimos hacerlo, pero no por una decisión personal, sino que el Ejército es una institución piramidal… y nosotros acatábamos órdenes", prosigue.
En el cuartel la tensión no era menor. "Muchos se la pasaban hablando de que 'llegaba la flota, llegaba la flota', no podías estar del todo tranquilo… además, muchos de nosotros no sabíamos ni siquiera que era una flota". Y había otro tema que era motivo de inquietud: la posibilidad de algún acto subversivo. "Eso también nos mantenía alerta, porque se decía que los guerrilleros se estaban rearmando en Brasil o Paraguay", añade Oscar.
Después describe: "Estábamos sugestionados. Quizás mucha gente se olvida pero años anteriores habíamos sido atacados por los subversivos. Entraban a los batallones del Ejército, tomaban compañías y se apropiaban de las armas. Era un riesgo inminente. No tuvimos que ir al sur pero igualmente teníamos que cuidar lo nuestro, porque la frontera norte era un colador. Teníamos miedo de eso, de que vinieran pensando que estábamos desprotegidos".
"La mayoría de los santafesinos nos quedamos sin ir al sur porque cuando llegó la orden de movilización a nosotros nos habían dado de franco por haber terminado la instrucción y entonces se llevaron soldados locales", completó.
Contactos
Aquellos soldados conscriptos Clase 1963 o todo aquel que quiera contactarse con Oscar Leguizamón para conocer más detalles del trabajo de la "Comisión de Baja 40 Años" y el evento a realizarse en Goya, puede hacerlo por teléfono, llamando al 342 4 081657, o por mail, escribiendo a [email protected].
"Quiero hacer el Toque de Silencio"
El 17 de junio de 2022, Oscar Leguizamón recibió la peor noticia que puede recibir un padre. En un accidente automovilístico ocurrido en la ruta 12, en la provincia de Entre Ríos, a pocos kilómetros de La Paz, falleció el mayor de sus tres hijos, Exequiel Adrián, de 34 años. "Él me dejó dos nietos, un varoncito y la nena, de 9 y 8 años, Máximo y Luján", aclara Oscar orgulloso, después de rememorar aquella terrible fatalidad.
Oscar Leguizamón ensaya el Toque de Silencio. Quiere aprenderlo bien, entre otras cosas para homenajear con el mayor de los respetos a los caídos durante la Guerra de Malvinas.
También recordó que en ese momento se juramentó y tomó el compromiso de "hacer algo", porque su cabeza "tiene que estar ocupada permanentemente" y porque "quiere sentirse soldado en serio". Así fue como empezó con las clases de trompeta para aprender el llamado Toque de Silencio (inspirado en la célebre y aleccionadora historia del capitán Robert Elly, ocurrida en 1862, en plena Guerra de Secesión de Estados Unidos), con la intención de interpretarlo algún día en los actos conmemorativos, ya sea por Malvinas o en cualquier fecha patria.
Oscar compró el instrumento y se puso en contacto con un profesor de música, el oficial Lucio Salazar Soruco, director de la Banda Sinfónica de la Policía de la provincia de Santa Fe. También contactó y recibió el sincero apoyo de Omar René Tabares, el trompetista de Malvinas, un veterano de la guerra reconocido y condecorado, que fue prisionero de los ingleses y que junto a su instrumento forma parte de una historia realmente aleccionadora.
"Creo que soy el único santafesino, soldado de la gesta, que toma la decisión de aprender el Toque de Silencio para homenajear a los caídos en batalla, los ex combatientes", manifiesta con entusiasmo. "Estoy aprendiendo a hacer bien el toque, porque sé que puede ganarme la emoción. Por eso, primero tengo que probarme... es solo un minuto, pero tenés que saberlo hacer", describe Oscar, cuyo anhelo mayor es poder hacer el Toque de Silencio junto a sus camaradas de clase el próximo 17 de junio en Goya, acompañado por la banda del batallón.
"Si yo no lo cuento, se olvida"
"Teníamos que escribir una carta y te daban 10 minutos para hacerlo. Tenías que entregarla en la cantina del cuartel y de allí la llevaban al Correo Argentino. Yo estaba con un compañero de cuadra. Escribí la carta rápido a mis padres contándoles dónde estábamos y a dónde nos podían llevar; que era probable que fuéramos a pelear, pero que todavía no sabíamos nada. Yo empecé a escribir y este chico seguía con la hoja en blanco… no escribía. Entonces le empecé a decir: 'Dale, escribí, mirá que van a venir a buscar las cartas y vos no tenés nada escrito'.
'No sé qué ponerles', me dice, y entonces le insisto: 'Ponele que estás bien, que no se preocupen'. Insisto una vez más, pero llega un momento que me queda mirando y con mucha vergüenza me dice: 'Yo no sé escribir'… Eso me quebró, me partió el alma, porque hasta el día de hoy me acuerdo de su desesperación. Él quería escribirles a sus padres y no podía. No podía escribirle a su familia, lo tuve que hacer yo, que tenía la suerte de saber leer y escribir. Eso no lo sabe el político, no lo sabe mucha gente. Y ahora, si yo no lo cuento, quizás quede en el olvido. El soldado no muere nunca, solo si lo olvidan".
Oscar Leguizamón, soldado conscripto Clase 1963
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.
Dejanos tu comentario
Los comentarios realizados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y las consecuencias derivadas de ellos pueden ser pasibles de las sanciones legales que correspondan. Evitar comentarios ofensivos o que no respondan al tema abordado en la información.