La triste e irresoluta situación que se vive hoy, a más de 450 días del secuestro de ciudadanos israelíes por Hamás, conmueve día a día a toda la sociedad.
Lo voy a resumir con una frase: "No hay con quien hablar". No hay interlocutor válido racional en el lado gazatí.
La triste e irresoluta situación que se vive hoy, a más de 450 días del secuestro de ciudadanos israelíes por Hamás, conmueve día a día a toda la sociedad.
Todos los programas, radiales o televisivos, comienzan con el recuerdo de esta situación irresuelta y permanente; familiares de los secuestrados son entrevistados con el objetivo de hacer más visible la situación, intentando presionar a las autoridades para que encuentren una solución. Se suman manifestaciones multitudinarias todos los fines de semana.
Lo voy a resumir con una frase: "No hay con quien hablar". No hay interlocutor válido racional en el lado gazatí.
El manejo y la resolución de conflictos entre personas "civilizadas" nos puede llevar a buen término, circunstancia que a cualquiera nos puede suceder en la familia o con amigos, en la calle o el trabajo. Hay quienes dicen que el gobierno quiere seguir la guerra, no importa el costo; hay periodistas que dicen que los negociadores no saben "leer" al Hamás.
Hay quienes exigen que si hay un arreglo, deben regresar los 101 secuestrados (vivos y muertos). Pero la lectura es que el Hamás se quedaría en ese mismo acto sin un botín de presión para exigir a cambio.
El Hamás pasó un listado de los presos que quieren que se intercambie pero ante la solicitud de que pasen la lista de los secuestrados y la condición en que se encuentran se niegan. ¿Será que no saben cuántos están vivos, ni el estado de los mismos? Eso parece.
El impacto que ha provocado está guerra multilateral en el inconsciente colectivo es tan grande que gran cantidad de ciudadanos considera a los pobladores de Gaza cómplices del 7 de octubre de 2023.
En el gobierno también. Pruebas hay: en las filmaciones del mismo 7 de octubre, tanto del lado israelí como las emitidas en las redes sociales por los terroristas, se observan ciudadanos gazatíes no armados, de diferentes edades, a pie o en bicicletas y motos de pequeñas cilindradas, saqueando y cometiendo atrocidades en todos los escenarios de la invasión.
Haciendo historia, diré que hace unos años Israel realizó un intercambio de un soldado y liberó a 1.000 presos palestinos. La lista de presos fue elaborada por el Hamás y en el intercambio fue liberado el gestor del ataque del 7 de octubre: Yahya Sinwar.
Por eso el gobierno de coalición que está en el poder se opone a que en la posible lista de intercambio figuren condenados a muerte por acciones terroristas. Entre los secuestrados hay bebes, niños, adolescentes, mujeres y hombres adultos, sumado a soldados y soldadas.
Las exigencias del Hamás comienzan con exigirle a Israel que detenga la acción armada de defensa-ataque. Otra exigencia es que se retire de Gaza y desocupe el control sobre el límite fronterizo con Egipto.
Todavía, al día de la fecha, han lanzado raquetas a Israel desde la franja. Se habla de que han construido unos 400 kilómetros de túneles en los aproximadamente 400 kilómetros cuadrados, en tres niveles de profundidad: 10, 20 y 30 metros.
Podemos sumarle que uno de los participantes en presionar al Hamás ha sido el futuro presidente estadounidense Donald Trump, que en más de una ocasión se dirigió a ellos "exigiéndoles" la liberación de los secuestrados. Fue una expresión de deseo, ya que no surgió ningún efecto.
El 7 de octubre de 2023, Gaza inició una guerra santa (la yihad) con el objetivo de eliminar a Israel. Y hay que repetirlo hasta el cansancio: todo su accionar se dirigió a eliminar población civil, no fue una escaramuza.
Desde ese día se sumaron el Hezbolá desde el Líbano, las acciones terroristas en Cisjordania, las milicias pro iraníes desde Irak y Siria, y los hutíes desde el Yemen. Esa es la foto que debe mirarse: no es simple, no es fácil.
Hay una presión social manifestándose de múltiples formas, exigiéndole al gobierno que llegue a una solución para traer a los secuestrados. El reloj de arena de la vida y la muerte cada día que pasa se llena hacia la fatalidad.
Las condiciones de los secuestrados son infrahumanas: en túneles de un metro de ancho por dos de alto, con poco aire, con poquísimo alimento y cantidades mínimas de agua, prácticamente en la oscuridad, sufriendo abusos y todo tipo de violencia. Como se suele decir, padeciendo "la muerte en vida".
Es de esperar que prontamente se llegue a un arreglo, pero la magia no existe. La solución es deseada fervientemente desde el lado israelí, lo que no es seguro, según la infructuosidad en las negociaciones, ya que la situación se prolonga indefinidamente.
Las posiciones por lo pronto son irreconciliables, lo que no lleva a ningún lado. El tiempo dirá si se llegará a buen puerto o tendremos que lamentar la perdida de muchos seres queridos, como consecuencia del fatídico 7 de octubre de 2023.
(*) Santafesino radicado en Israel desde 2002.
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