"¿Qué habrán hecho algunos pobres sures para merecer ciertos nortes?". Mafalda
"¿Qué habrán hecho algunos pobres sures para merecer ciertos nortes?". Mafalda
No puedo evitar acordarme de Joaquín Lavado, nuestro Quino, autor de la universal Mafalda, que con su maravillosa pluma supo retratar con humor y mordacidad, con un dejo de cinismo y crítica social, cada instante de una sociedad en permanente cambio y contradicción. Cuando allá, finalizando los 80's, llega a mis manos la colorida colección completa de ediciones La Flor con todas las tiras de Mafalda, me hice prácticamente fan suyo, si bien ya poseía un par de colecciones gráficas de él, y lo seguía en los chistes gráficos de la antigua revista dominical de Clarín, Mafalda ocupó un lugar especial en mis primeros años de lectura juvenil, de hecho, tuve una remera con un estampado de ella. Viene a mi memoria una viñeta en donde una señora le pega un sonoro cachetazo a su encaprichado hijo que llora, dicho cachetazo suena a "¡PAZ!" ante la atónita mirada de Mafalda, que piensa: ¡Alegórica, la señora!
Tras ese violento cachetazo, las cosas vuelven a su lugar, a vivir en paz. Nos fuimos acostumbrando a la idea de que la paz se impone ineludiblemente con la guerra, con la violencia. Los mandamases del norte "pacificaron" terruños extranjeros, estableciendo "democracias" gobernadas por maquillados tiranos vestidos de demócratas con un desinteresado apoyo de fuerzas coercitivas de marines y compañía, o sea, Marines y C.I.A.
El mundo, que ya venía a los tumbos, devastado por el calentamiento global que es prácticamente negado por las potencias mega industrializadas que se aprovechan del viejo terruño como amos y señores, ignorando supinamente el daño que propinan. Dos años de una pandemia que, parece, llegó para quedarse y que apenas da treguas estacionales, porque cuando daría la impresión de que todo está en calma, empezamos a desayunarnos con nuevas cepas que van apareciendo, mutando no solamente el virus original. Además, el miedo se va reciclando y nos encontrando tomando apenas algunos recaudos o terminamos ignorando completamente la situación por esa maldita costumbre de asimilar lo que nos toca en suerte. Así, vamos normalizando el devenir, arriesgando nuestro porvenir.
El toqueteo, el constante manoseo "porno" y gráfico de una realidad que utilizan ciertos medios de comunicación para implementar otras realidades con el propósito satisfacer sus (verdes carita grande) intereses y, en el proceso, voltear muñecos sin importar el/los que caiga/n. Para eso existe una herramienta en las plataformas comunicacionales en las que se han convertido las redes sociales: los ejércitos de "Trolls", esos que a base de repetición meten un concepto, una idea; utilizan "meta mensajes" que son asimilados por ojos y oídos que no están acorazados para identificar noticias falsas y que terminan constituyéndose en gratuitos colaboradores del engaño, inocentes replicadores de la mentira que se vuelve verdad; repitiendo y replicando consignas y juicios que asimilaron ingenuamente en base de una buena edición, a palabras convincentes y a un formato adecuado que imita una información "seria" y claro, haciendo suyas las palabras de falsos profetas de la verdad mediática politizada. En esta guerra y como en todas las guerras, hay dos bandos bien diferenciados, al que le quepa el uniforme, que se lo ponga.
La guerra se presenta en varios frentes, pero solo hay una que se ubica en el frente de los portales y en las tapas de los diarios, esos que ignoran y han ignorado las múltiples guerrillas que no llegan siquiera a un simple destacado en la sección de noticias Internacionales, porque no son tan populares ni venden "la idea" de una gran potencia frente a un débil rival.
Esa guerra, que aún no se sabe si será la gran Tercera Guerra; la de Rusia contra -lo que parece- el resto del mundo civilizado representado por Ucrania, nos preocupa. Independientemente del lugar que prevalece en el imaginario popular y en el pre concepto que se tiene de esta guerra a nivel ideológico y/o geopolítico, sus consecuencias repercuten en cada una de las sociedades globalizadas. Cada guerra es una crisis, y cada crisis golpea con fuerza en las debilidades de los pueblos. Aquí, en nuestra castigada Argentina, como no podía ser de otro modo, nos duele en la economía, más precisamente en la inflación. Tan a destiempo como nos tiene acostumbrado el presidente, tan fuera de foco y tan debilitado en su frente, como en el frente de batalla que supone la oposición, no tuvo mejor idea que declarar la guerra a la inflación, poniéndose ¿inocentemente? en el foco de atención de los hacedores de memes, que no hacen más que quitarle, cada día un poco más, el poco capital político que le queda. Las balas se escuchan por todos lados, las amigas y las enemigas y, como siempre, como en todo conflicto bélico, los daños colaterales se cuentan a millones, en este caso, y para no perder la costumbre, cae en la totalidad de la población argentina, con algunas excepciones, que generalmente son los que no se cansan de carroñear en las malas y de excretar en las buenas, son los sospechosos de siempre, los que nunca son declarados culpables.
La lucha en esta declarada guerra a la inflación es desigual (ni guerras de trincheras, ni guerrillas, ni siquiera humildes batallitas históricas, mucho menos trifulcas y/o altercados, pudieron mermar la fuerza arrolladora de la inflación en nuestro país); no quiero hacerles spoiler, pero les cuento el final: la vamos a perder por varios porcentuales de distancia. Algo se quiebra cuando se pasan los límites de la confianza, cuando los sargentos son superados por los cabos y las órdenes se desordenan a falta de soldados. De cabo a rabo, el caos puede llegar a desatarse, como en todo conflicto. No hace falta seguir "espoileando", todos sabemos quiénes estarán en el bando perdedor. Acertaste.
Una Peisadilla muy otoñal ¿eh? Gris, húmeda, con colores transformados a sepia y un frente frío que se avecina con subas de gas y precios de la nafta que no paran de adelgazar nuestros bolsillos ya flacos. Es lo que hay, es lo que siempre hubo; cuando las calurosas tardes y las sofocantes noches de verano dan paso a las noches frescas, los días nublados y las cuentas bancarias agotadas de tanto gasto estival. Entonces sentimos ese escalofrío que nace en la nuca y termina en el lugar donde siempre recibimos las patadas.
No tenemos paz, se sabe amigos, estamos en una lucha permanente entre lo que es, lo que nos muestran y lo que debería ser. La guerra no es buena, pero dicen que no hay paz sin guerras. Así como que no existiría la primavera sin el invierno. A mi dame Paz sin guerra y primaveras con verano. Siempre.
Nos hemos acostumbrado a la idea de que la paz se impone ineludiblemente con la guerra, con la violencia. Los mandamases del norte "pacificaron" terruños extranjeros, estableciendo "democracias" gobernadas por maquillados tiranos.
Algo se quiebra cuando se pasan los límites de la confianza, cuando los sargentos son superados por los cabos y las órdenes se desordenan a falta de soldados. De cabo a rabo, el caos puede desatarse, como en todo conflicto.