Sorprendió la forma, no la decisión. En la noche del martes, el gobernador Omar Perotti le pidió la renuncia a Jorge Lagna, ministro de Seguridad, y designó a Rubén Rimoldi en el cargo, un comisario retirado que venía haciendo pre calentamiento en los últimos meses y cuya presencia había empezado a detectar el propio Lagna en actos oficiales en el sur santafesino.
Las pintadas en lugares emblemáticos de la ciudad de Rosario que siguieron a la zaga de muertes y balaceras, más la inminente interpelación a que debía concurrir Lagna aceleraron los tiempos. El ministro saliente se estaba preparando desde hacía varios días para su presentación ante la Cámara de Diputados donde tenía diálogo fluido con varios actores pero con estadísticas -especialmente en Rosario- que no lo ayudaban. Tal vez la manera elegida por el gobernador para el cambio no fue la adecuada políticamente pero le permitió tomar aire y volver a reunirse con Pablo Javkin y varias autoridades en la tarde del viernes en Rosario. El cambio era inminente y entendió que no era lo mejor para su gestión que la medida la imponga la Legislatura.
Ese martes del cambio, a la hora de la siesta y con pocos funcionarios en Casa de Gobierno, uno de ellos se quejó sobre la impunidad de los que pintaron en la noche del lunes edificios históricos y emblemáticos del centro de Rosario. "Están filmados, son ocho, y no detuvieron a ninguno" señaló con un dejo de impotencia ante la falta de mando sobre la tropa policial.
El día anterior, otro funcionario muy cercano al gobernador Perotti, se quejó de la escasa ejecución presupuestaria en lo que va del año del Ministerio de Seguridad en medio del peor momento para la seguridad pública en la ciudad de Rosario. En los hechos, el funcionario no hacía más que corroborar los fuertes reproches que la oposición y especialmente las diputadas socialistas Clara García y Lionella Cattalini vienen haciendo en el propio recinto legislativo. No obstante, otros funcionarios de la Casa Gris entienden que hay que poner los números de inversión en Seguridad en contraste con los dos últimos años de la gestión de Miguel Lifschtiz y sería otra la lectura.
Mirá también"La potestad de designar a los jefes policiales es del Ejecutivo", avisó PerottiLagna asumió el 19 de marzo de 2021 en la cartera que dejó Marcelo Sain, gestión de la cual formó parte. Demoró varias semanas en completar su equipo y dejar de lado el elenco que acompañó al verborrágico ex ministro. La Legislatura le brindó a principios de año la ley de emergencia para facilitarle la gestión administrativa y, en parte, debía presentar un primer balance ante Diputados. La Cámara lo citó mediante una resolución que incluso estableció la fecha -3 de agosto- y fue el propio ministro quien pidió la postergación de una semana por tener agenda de trabajo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Comisarías desbordadas de detenidos -especialmente en La Capital- con fugas casi semanales; jefes policiales distantes entre ellos y sin diálogo; compromisos de mejoras salariales a personal policial de calle no pagados; reclamos de movilidad del MPA para facilitar investigaciones y móviles que no llegan; récord de asesinatos y balaceras en Rosario; unos 50 oficiales y agentes de la Agencia Provincial de Seguridad Vial implicados en ilícitos y varios de ellos ya imputados. Este es el cuadro de situación que dejó Lagna, político de raza, dialoguista, pero sepultado por una estructura que ha perdido el sentido de verticalidad y de obediencia.
Esta es la tarea que enfrenta Rimoldi, que apunta a lograr un rápido ordenamiento de la institución policial valiéndose de oficiales de su camada que fueron acercados a la gestión en los últimos meses. En lo político, una parte del gabinete puso en marcha una especie de cinturón protectivo. Casualmente acompañado por Marcos Corach, Celia Arena y Danilo Capitani, Rimoldi se sentó este viernes junto a Perotti y Javkin, intentando tranquilizar Rosario, algo que Lagna no pudo resolver. Este fin de semana largo empezó el desafío.