Después de un largo debate -por momentos ríspido-, de acuerdos políticos -aprobación del Concejo municipal- y de un arduo trabajo en materia urbanística y medioambiental, la ciudad de Santa Fe al fin pudo recuperar un espacio verde ubicado en un sitio estratégico del microcentro. Se trata de la Plaza Alberdi que, si bien algunos parecen haberlo olvidado, hace apenas un puñado de años se encontraba ocupada por intrusos y prácticamente abandonada.
Además, el proyecto permitió la construcción de un área de estacionamiento subterráneo con una capacidad de 298 vehículos, que contribuirá a reducir la creciente presión del tránsito vehicular en esta zona céntrica. Un dato a tener en cuenta: los inversores privados afrontaron el costo total de la obra, podrán explotar las cocheras durante 30 años, pero el municipio es el único propietario de toda esta infraestructura.
Se trató, sin lugar a dudas, de una solución inteligente que permitió encarar una conjunción de problemas, directamente relacionados con lo urbanístico, la protección del medioambiente y la calidad de vida de los vecinos.
Las discusiones fueron duras. Pero una vez que se logró sentar las bases de un diálogo civilizado y propositivo, fue posible mejorar el proyecto original. Así, se avanzó en la rectificación de calle Tucumán, la remodelación de la Plazoleta Suiza y la ampliación de la plaza Colón. De esta manera la Plaza Alberdi incorporaron 925 m2 más de área verde.
Cuando se conoció la idea del municipio de reformular la plaza y construir las cocheras subterráneas, se planteó la preocupación por el destino de los árboles añosos de la zona. Sin embargo, fue posible llevar adelante este proyecto preservando la vegetación original e incorporando nuevas especies.
Los ejemplares de mayor tamaño mantuvieron su ubicación -debajo de ellos se preservó el suelo-, mientras que otros fueron transplantados en las inmediaciones. Se lo hizo con el cuidado necesario para garantizar que pudieran resistir sin mayores inconvenientes.
También fue posible la recuperación de obras emblemáticas del patrimonio escultórico de la ciudad. Se trata del Monumento a la Madre y una réplica de la escultura Alma sin Hogar, realizadas por el artista José Sedlacek.
La primera de estas obras fue sometida a un cuidadoso proceso que permitió que recuperar su estado original. Se restauraron los escudos de bronce pertenecientes al mástil y relieves, realizados en bronce por el propio Sedlacek, que se encuentran detrás de la escultura. En la parte posterior al monumento, se procedió a cambiar las placas de mármol travertino que no estaban en buen estado.
La pieza de Alma sin Hogar que se colocó en la plaza es una réplica fiel de la escultura que en 1926 realizó Sedlacek. La estrategia en este caso fue innovadora. Como el mármol de carrara en el que fue esculpida es una piedra que se degrada si permanece a cielo abierto, se realizó una réplica en resina. Mientras tanto, la obra original será expuesta -y resguardada- en el Museo Municipal de Artes Visuales Sor Josefa Díaz y Clucellas, en condiciones óptimas de humedad y temperatura constante.
En la nueva plaza se instaló una serie de novedosos juegos infantiles de gran tamaño, pensados para distintas edades y que respetan normas elementales de seguridad. La idea del municipio es replicar esta experiencia en otros espacios verdes de la ciudad.
El proceso que permitió la transformación de esta zona neurálgica de la ciudad, terminó convirtiéndose en una experiencia enriquecedora. No sólo por el trabajo conjunto entre lo público y privado, sino también porque demostró que el desarrollo siempre es posible a través del diálogo constructivo e institucional.