Es tan pequeña que impresiona. La diferencia de volumen con la iglesia renacentista de Santa María de los Ángeles (con posteriores intervenciones barrocas), que se edificó sobre ella a modo de protección física y, a la vez, de exaltación religiosa, disminuye aún más la percepción visual de su tamaño. Su nombre, un diminutivo, lo expresa con claridad: La Porciúncula (en italiano, "La Porziuncola"). Significa "pequeña porción de tierra" y se corresponde con la diminuta construcción erigida en ella. La paradoja es que, en esta conjunción de pequeñeces, tuvo su origen una de las grandes órdenes mendicantes de la Iglesia católica. Fue el sitio en el que Giovanni di Pietro Bernardone, nacido en la cercana Asís, descubrió su vocación religiosa, fundó años después la orden de hermanos menores y experimentó los últimos latidos de vida cuando tenía 44 o 45 años.
Ese lugar, donde se levantaba una deteriorada edificación que algunos estudiosos remontan al siglo IX, le fue ofrecida al joven Francisco (su nombre religioso) por Teobaldo, abad del complejo benedictino erigido en el cercano monte Subasio. La entrega del bien se produjo en 1212, pero el futuro San Francisco, joven y magro, desde tiempo antes había empeñado su esfuerzo para restaurarla, al principio solo, luego, con la ayuda de sus primeros compañeros. De hecho, en 1208, Francisco, que había comenzado su transformación religiosa dos años antes (cuando era un joven burgués que colaboraba con los negocios de su adinerado padre), concurría a la semiderruida "Porciúncula" para entregarse a ejercicios de oración y penitencia cercanos a las prácticas eremitas. Pero ese mismo año se le acercará el noble Bernardo de Quintaval, quien, interesado en su proceso espiritual, se convertirá en su primer hermano. Poco después llegará su segundo discípulo, Pedro Catani, cuyos restos descansan en la iglesita. Y luego, paso a paso, se irán sumando otros.
Como ocurriera siglos después con Ignacio de Loyola y otros seis estudiantes de la Universidad de París, convocados en el momento fundacional de la Compañía de Jesús en la iglesia de San Pedro de Montmartre para pronunciar sus votos, en el valle de Santa María de los Ángeles y a la vista de la ciudad de Asís, emplazada en una estribación de la cadena de los Apeninos, el grupo inicial de discípulos apenas sobrepasaba la decena.
1. Fresco de San Francisco de Asís, pintado por Cimabue en la basílica inferior durante el siglo XIII. 2. Vista de La Porciúncula en el crucero de la iglesia de Santa María de los Ángeles.
En esa iglesita, Francisco, basado en textos del Evangelio, redactó la regla de la orden de hermanos menores, sitio que desde entonces permanece en manos de los frailes de hábito marrón. Allí recibió a Clara de Asís, con la cual fundó la segunda orden, llamada de las clarisas, y en ese austero lugar se realizaron por largo tiempo los capítulos generales y las reuniones anuales de los seguidores del "poverello".
Por esas razones, ese lugar mínimo se convirtió en un gran centro religioso, y a lo largo de los siglos fue refaccionado y ornamentado. Distintos artistas dejaron su impronta en frescos murales, como el ignoto monje Hilario de Viterbo, quien, en 1393, pintó en clave gótica el colorido retablo mural, en el que se destaca una escena de la Anunciación de la maternidad a María y, encima, dentro de una característica "mandorla" medieval, las figuras de Jesús y la Virgen. Siguiendo el sentido ascendente de los arcos ojivales del techo, en la parte frontal, un templete gótico que contiene una escultura de la Virgen con el Niño, se estira hacia la cúpula de la gran basílica, representativa de la bóveda celeste.
A pocos metros del diminuto edificio (cuatro metros de ancho por siete de largo), también en la zona del crucero, y siempre bajo el gran envoltorio basilical, se conserva el lugar donde Francisco expiró. Se trata del resto de otra construcción, quizás perteneciente al sencillo convento crecido en torno a la iglesita, convertido ahora en lugar de oración. Cuando se sentía morir, no mucho tiempo después de recibir los estigmas de la Pasión, el fundador pidió ser llevado a la fracción del valle donde había recibido la revelación, creado la seráfica orden e iniciado su camino hacia la santidad, que será formalizada muy pronto por decisión del papa Gregorio IX.
A poco de producida su muerte, los frailes condujeron su cuerpo llagado y consumido a la iglesia de San Jorge, ubicada dentro del recinto de Asís, donde fue depositado luego de pasar por el templo de San Damián, para que Clara y sus hermanas pudieran despedirlo. El "poverello", que vivía castigándose, había pedido que lo enterraran "desnudo en la tierra desnuda" en la denominada Colina del Infierno, una formación orográfica relativamente baja en el extremo noroeste de la ciudad umbra, donde solía enterrarse a marginales y delincuentes.
Es el sitio donde habrá de edificarse la enorme basílica de San Francisco de Asís, dividida en dos planos, uno superior y otro inferior, en realidad una cripta que, por su gran tamaño, devino iglesia. En 1230, sus restos fueron transferidos a la ya terminada iglesia inferior, y enterrados debajo del altar mayor, en tanto que la colina que sustenta los edificios, pasaba a llamarse "del Paraíso". Con el transcurso de los años, el complejo edilicio crecerá en volumen y ornamentación. Se agregarán capillas en la planta inferior y el convento anexo no dejará de ampliarse.
Grandes artistas del siglo XIII, entre ellos, los florentinos Cimabue y Giotto, y los sieneses Simone Martini y Pietro Lorenzetti -la crema del prerrenacimiento-, consagrarán sus pinceles a la glorificación del santo. Un fresco de Cimabue, que muestra a la Virgen en majestad con el Niño en brazos y cuatro ángeles de grandes alas, agrega en su margen derecho (visto de frente) la más antigua imagen que se conoce de San Francisco, realizada por el pintor sobre la base de descripciones e informaciones provistas por discípulos que lo conocieron en vida.
La paradoja, en cualquier caso, es que la voluntad de Francisco, asociada con la belleza de lo pequeño, lo íntimo, lo despojado, lo humilde, bien expresada por la Porciúncula de los orígenes, fue modificada, en la altura de Asís y en el valle de Santa María de los Ángeles, por la erección de dos complejos de enorme magnitud, sin duda bellos, pero alejados del sentido profundo de lo que el santo quería y representab