Urquiza, primer presidente de la República Argentina, estuvo detenido en Santa Fe a principios de 1832, como consecuencia de su, por entonces, dudosa filiación al federalismo.
Archivo Daguerrotipo del General Justo José de Urquiza tomado luego de la batalla de Caseros. (Original en el Museo Martiniano Leguizamón de Paraná).
Aunque el hecho no es desconocido por los historiadores, conviene recordar que Urquiza, primer presidente de la República Argentina, estuvo detenido en Santa Fe a principios de 1832, como consecuencia de su, por entonces, dudosa filiación al federalismo. En esos días era Estanislao López la figura central de la escena política regional y Santa Fe centro de toma de decisiones nacionales, en tanto sede de la Comisión Representativa de los gobiernos firmantes del Pacto Federal.
Los vaivenes de la política entrerriana
Con casi 30 años de edad, Urquiza, que ya era una figura emergente en la parte oriental de "el Entre Ríos", había sido uno de los protagonistas de los confusos episodios de la política entrerriana de 1830 y 1831, en los que se entremezclaron intereses políticos locales con las intrigas de los unitarios exilados en la Banda Oriental, los que combinados con Ricardo López Jordán (medio hermano del finado Francisco Ramírez) presionaban para distraer tropas y recursos federales y favorecer al General Paz que actuaba en el interior.
El futuro presidente había participado del derrocamiento del gobernador León Solás, aliado de López y de Rosas, el 13 de noviembre de 1830. Como el nuevo gobernador López Jordán no contó con el apoyo de Estanislao López, a pesar de proclamarse federal, fue depuesto por el coronel Pedro Espino el 10 de diciembre, lo que significó para Urquiza un exilio en Paysandú.
Recuperado el ímpetu subversivo, Urquiza cruzó a Entre Ríos por Mandisoví con 400 hombres y tomó Concepción del Uruguay el 2 de marzo de 1831, mientras el General Lavalle desembarcaba al día siguiente, para ser vencido enseguida en Gualeguaychú. Nuevamente exiliado, Urquiza sufrió el embargo de sus bienes y el robo de su ganado. Por entonces ya contaba con alguna fortuna adquirida como tendero y hacendado.
La captura del General Paz por las tropas federales, ocurrida el 10 de mayo, desalentó a los conspiradores, aunque nuevos episodios se sucedieron en Entre Ríos hasta fin de año. Espino perdió la confianza de López y de Rosas, y consecuentemente el poder en diciembre de 1831, situación que complicó a Urquiza, por entonces sumado al entorno del jefe depuesto. Así fue que resultó detenido y enviado a Santa Fe.
¿"Unitario lavallista"?
"Aquí lo tengo a Dn. Justo Urquiza en clase de detenido -escribió López a Rosas el 16 de enero de 1832-. He hablado largamente con él, después de haberle inspirado la mayor confianza, para que se explicase con franqueza sobre el origen del movimiento de Don Ricardo [López Jordán] de acuerdo con Lavalle". Urquiza intentó justificar sus combinaciones con Lavalle, señalando que únicamente estuvieron dirigidas a enfrentarse con Espino que había expulsado del gobierno a su jefe López Jordán.
López debió por entonces advertir en Urquiza su potencial como caudillo, y la conveniencia de tenerlo de su lado, por lo que señalaba en la misma carta: "A mi modo de ver el mozo es ingenuo y de carácter franco, y por lo mismo lo mantengo solamente detenido hasta que se haya nombrado gobierno en el Entre Ríos, que entonces le permitiré volver a su casa".
Rosas respondió que las explicaciones de Urquiza "lo retratan no con buenos colores" y que no se decidía a opinar sobre la conveniencia de que volviera a su casa luego de que se definiera un gobierno estable en Entre Ríos, dejando que López decidiera al respecto.
Para tratar la situación entrerriana había viajado a Santa Fe el gobernador de Corrientes, Pedro Ferré. En sus Memorias cuenta que habiendo concurrido para conferenciar con López, pudo conversar también con Urquiza que se encontraba en "calidad de preso por unitario lavallista". El entrerriano debió tener la ciudad por cárcel, ya que Ferré escribió: "el mismo Urquiza me visitó", y explica que abogó por la candidatura de Pascual Echagüe a la gobernación de Entre Ríos, como una manera de asegurar la estabilidad política de esa provincia.
Efectivamente, Echagüe fue designado gobernador con la aprobación de López y Urquiza regresó a su casa y a sus negocios, siendo enseguida designado por el nuevo mandatario como Comandante de la frontera del Uruguay.
López cambia la versión de los sucesos en 1836
Hacia 1836 se fueron produciendo situaciones conflictivas entre López y Echagüe que Rosas aprovechó hábilmente, sobre todo cuando advirtió que ambos coincidían en un punto: la necesidad del dictado de una constitución nacional, contra su muy explicitada opinión.
Las acusaciones intercambiadas entre López y Echagüe encontraban en Rosas un árbitro que, aparentando imparcialidad, procuraba hacerse de un hombre incondicional a sus designios en el gobierno de Entre Ríos, espacio llamado a ser decisivo en la defensa de su predominio frente a los futuros pronunciamientos correntinos e invasiones orientales.
El 27 de marzo de 1836 escribía López a Rosas una larga carta reseñando sus diferencias con Echagüe. Al referirse a Urquiza lo calificaba como "unitario declarado, enemigo y perseguidor de todo lo federal". Alarmado por las acusaciones de López, Echagüe se reunió con Rosas en San Nicolás dispuesto a ofrecerle todas las explicaciones que requiriera. En lo que toca a Urquiza, Echagüe recordó -según informaba Rosas a López- que este había escuchado sus descargos cuando lo tuvo preso a principios de 1832 y que le había permitido regresar a su provincia, por lo que Urquiza le participó su nombramiento de Comandante General del Segundo Departamento, a lo que López había respondido enviándole como obsequio un poncho guaycurú confeccionado al efecto. Agregaba Echagüe que "nunca había tenido noticia contra la fidelidad de Urquiza" y que los datos que había recogido eran todos a favor de su federalismo".
Lejos de admitir las explicaciones de su antiguo colaborador, López las contradijo en otra larga carta del 25 de junio. Allí disparó: "Nunca he oído que el Comandante General de la frontera del Uruguay, Don Justo Urquiza, se haya empleado en favor de la Federación, ni le haya prestado el más pequeño servicio; lo que sí le he visto es pelear empeñosamente en unión de los asesinos de diciembre [Lavalle y sus seguidores], demostrando en actos públicos y privados su odio implacable contra los federales".
Recordaba luego los días de su detención en Santa Fe, cuando "le hizo una historia de lo ocurrido en Entre Ríos", habiéndole él negado el permiso para regresar, por lo que estuvo en Santa Fe "en calidad de preso, como dos meses, poco más o menos". Explicó además que el regalo del poncho gauycurú fue en correspondencia por el envío que Urquiza le había hecho de "seis o siete caballos", y que nunca le había avisado su recepción.
Así estaban las cosas cuando el Brigadier López falleció el 15 de junio de 1838, por lo que las relaciones entre ambos hombres no mejoraron. Curiosamente, el General Urquiza, ya poderoso en tanto vencedor de Rosas en Caseros, se alojaría en casa de Estanislao López cuando vino a Santa Fe a inaugurar las sesiones del Congreso Constituyente en 1853. No pudo dejar de recordar los días de su detención de 1832, ni las conversaciones sostenidas con López, quizá en esos mismos espacios.
Transcurridos veinte años se había dado una curiosa paradoja. Las advertencias de López a Rosas en relación a la lealtad de Urquiza resultarían premonitorias, pero a la vez el entrerriano vino a cumplir el sueño de López contenido en el artículo 16º del Pacto Federal: convocar a un Congreso que diera a la República la ansiada constitución federativa.
* Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos.
López debió advertir en Urquiza su potencial como caudillo, y la conveniencia de tenerlo de su lado, por lo que señalaba: "A mi modo de ver el mozo es ingenuo y de carácter franco, y lo mantengo solamente detenido hasta que se haya nombrado gobierno en el Entre Ríos...".
Curiosamente, el General Urquiza, ya poderoso en tanto vencedor de Rosas en Caseros, se alojaría en casa de Estanislao López cuando vino a Santa Fe a inaugurar las sesiones del Congreso Constituyente en 1853.