Por Sebastián Cáceres
Hace meses, quienes se inspiran en las buenas causas para hacer política y ven en la enseñanza de Don Arturo un faro en la marcha, intentan esclarecer la eficacia de la Ivermectina para combatir el coronavirus.
Por Sebastián Cáceres
Hoy es un día especial, aunque pueda pasar desapercibido para muchos argentinos. Hoy se cumple un aniversario más (el 55) del derrocamiento del Presidente Arturo Umberto Illia. Un hombre ejemplar que desde la presidencia supo destinar el 23% del presupuesto nacional para la Educación y la Salud públicas -convencido de que la inversión en ellas era la clave del bienestar y el desarrollo de nuestro país-, que promulgó la ley de salario mínimo, vital y móvil, que bajó la desocupación, disminuyó la deuda externa y aumentó la producción y que, también, entre otros logros, impulsó una "ley de medicamentos" que buscaba garantizar el acceso de la población a la medicina, protegiendo la salud general y ubicando al ser humano como eje de las políticas de gobierno y de la marcha de la economía.
Hoy es un día especial en un tiempo distinto, no sólo para la Argentina, sino también para la humanidad. Argentina abulta unas estadísticas (contabilizamos casi 100.000 muertes a causa directa de esta pandemia), que traducen fríamente las pérdidas humanas, los sufrimientos y el deterioro de un país que reclama más grandeza de sus dirigentes políticos y menos especulaciones y "errores" en la toma de decisiones que terminan salvando o "costando" vidas de seres humanos.
Sin embargo, hay circunstancias que poco cambian. La lucha por el poder (económico, político o de cualquier otro tipo) no es novedosa en la historia de la humanidad. Hay momentos en los que los intereses de los grupos predominantes triunfan por sobre las necesidades de los grandes sectores más desprotegidos y otros tiempos en los cuales las razones humanitarias, los valores más trascendentes y las virtudes más importantes de los seres humanos se imponen, generando bisagras en la historia que permiten dar saltos cualitativos en la vida de una sociedad. En estos últimos casos es en los cuales la humanidad se muestra en todo su esplendor y nos devuelve la esperanza en un futuro mejor para todos.
Sin lugar a dudas, la política de salud del Presidente Arturo Illia, resistida fuertemente por los grandes laboratorios internacionales, fue una de las razones que llevaron al derrocamiento y la salida anticipada del poder de este médico radical que puso por encima de todo al bienestar de su pueblo.
Hoy, un día especial, aquellos que nos inspiramos en las buenas causas para hacer política y que vemos en la enseñanza de Don Arturo, el faro de nuestra marcha, debemos redoblar nuestros esfuerzos, para aportar claridad y dirección a nuestra sociedad en defensa de los intereses de las grandes mayorías.
Desde nuestro espacio de pertenencia, el Movimiento Nacional de la Militancia Radical, venimos trabajando desde hace muchos meses, tratando de amplificar la voz de estudiosos de la medicina que destacan las bondades de la Ivermectina para la prevención y tratamiento del COVID-19 y también influir sobre las decisiones de aquellos que tienen responsabilidades de gobierno y, por lo tanto, herramientas para salvar las vidas de miles de argentinos que viven angustiados esperando ver qué suerte les depara el destino a ellos o a sus seres queridos.
La Ivermectina es una droga segura para la salud humana que ha vencido su patente y, por lo tanto, la exclusividad sobre su producción y las eventuales ganancias derivadas. Es un medicamento que, originariamente utilizado para otros tratamientos, ha sido estudiado desde el comienzo de la pandemia con probada eficacia (¿pero no suficiente?) para combatir este nuevo coronavirus.
Según informes periodísticos y voces autorizadas en la materia, 60 estudios a nivel mundial han demostrado el impacto de la Ivermectina en la reducción de la mortalidad y la cantidad de casos de coronavirus.
En Argentina, la Ivermectina es un medicamento aprobado por la ANMAT para el tratamiento de otras afecciones, pero no para su utilización como tratamiento del COVID-19. Argumentan desde esta agencia que no se han presentado estudios relevantes y suficientes que prueben su seguridad y eficacia a tales efectos.
Ahora bien, nos podemos preguntar adónde entra a jugar la economía en una decisión de salud pública y, para esto, es interesante mencionar que en un ensayo clínico para una fase 2 o 3 -que haría falta para aprobar la Ivermectina con nuevas dosis y aplicaciones- se necesita un estudio de, al menos, dos mil casos. El costo para que dicho estudio sea realizado por una corporación estaría en el orden de los diez mil dólares americanos (U$ 10.000) por paciente, es decir, que el estudio costaría no menos de veinte millones de dólares (U$ 20.000.000). Traducido a moneda local, aproximadamente unos tres mil millones de pesos ($ 3.000.000.000). Considerando que el precio de un "blister" de 6 comprimidos de esa droga "genérica" se vende a razón de mil pesos ($ 1000) en una farmacia, el laboratorio debería vender tres millones de "blister" para reunir el dinero invertido en el ensayo (sin considerar costos de elaboración de la droga ni ganancias).
Posteriormente, una vez acreditados los resultados satisfactorios ante la ANMAT, la autorización se brindaría para todos los laboratorios, ya que la patente de propiedad de la droga se encuentra vencida. Es decir, la puede elaborar cualquier laboratorio o farmacéutico, sin perjuicio de quien invierta y desarrolle el estudio.
Sin embargo, y a pesar de la falta de motivación económica de las corporaciones, es importante destacar que fue en nuestro país en donde los Dres. Roberto Hirsch y Héctor Carvallo realizaron los primeros estudios clínicos a nivel mundial para el tratamiento y la profilaxis del COVID-19 y lo hicieron evaluando más de dos mil casos.
Estos estudios se realizaron entre abril y junio del año pasado y se presentaron en la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos. Fueron los primeros ensayos que hablaban de la eficacia clínica de la Ivermectina porque hasta ese momento solo se habían realizado ensayos de laboratorio y no en humanos.
Luego, los resultados fueron entregados al Ministro de Salud de la Nación Argentina y a otras autoridades, aunque la respuesta fue el silencio, primero, y la subestimación de los estudios, después. Cuando fueron presentados los mismos, menos de dos mil argentinos habían fallecido como consecuencia directa de la pandemia.
Por otra parte, estos estudios sí fueron recogidos inmediatamente por expertos estadounidenses de la agrupación "Front Line COVID-19 Critical Care Alliance" (FLCCC), quienes lo hicieron llegar al Senado de dicho país, en donde tampoco recibieron ninguna respuesta.
Vale mencionar, también, que el profesor Satoshi Omura, premio Nobel de Medicina (2015), publicó estos estudios en el "Japanese Journal of Antibiotics", junto a otras decenas de investigaciones en la materia.
Ahora bien, si esto es así, ¿por qué no se ha masificado su uso e impulsado el tratamiento desde las políticas de gobierno? Esta es una pregunta que requiere, sin espera, una respuesta clara y contundente de quienes tienen responsabilidades en el Estado.
¿Será hora de que quienes conducen el Estado decidan motivados en las necesidades de nuestro pueblo? ¿Será hora de que la burocracia se adapte a la emergencia y a lo importante y le dé a este fármaco de bajo costo el mismo tratamiento de excepción que se le ha dado a las nuevas vacunas desarrolladas por los laboratorios en este último tiempo?
¿Será hora de que el legado de Don Arturo Illia se transforme en un mandato que oriente la marcha de la dirigencia política y las decisiones de gobierno para promover el bienestar común de todos los hombres (y mujeres) que quieran habitar el suelo argentino?
Por nuestra parte, hemos presentado un amparo ante la Justicia Federal, contra la ANMAT y el Estado Nacional y estamos promoviendo un recurso administrativo ante el Ministerio de Salud de la Provincia de Santa Fe.
El tratamiento con Ivermectina se encuentra cada vez más ampliamente difundido y hoy ya se aplica oficialmente en algunos países e incluso, recientemente, como tratamiento voluntario en algunas provincias Argentinas.
¿Qué están esperando el Estado Nacional y el Estado Santafesino para dar respuestas a la población, para distribuir la medicación y para proteger debidamente la salud del pueblo argentino?
Hay quienes dicen: "La Ivermectina no cuesta nada y no tiene dueño". ¿Será esa la respuesta correcta?
La política de salud del Presidente Arturo Illia, resistida fuertemente por los grandes laboratorios internacionales, fue una de las razones que llevaron al derrocamiento y la salida anticipada del poder de este médico radical que priorizó el bienestar de su pueblo.
El tratamiento con Ivermectina se encuentra cada vez más ampliamente difundido y hoy ya se aplica oficialmente en algunos países e incluso, recientemente, como tratamiento voluntario en algunas provincias Argentinas.
(*) Convencional de la Unión Cívica Radical.