Como hemos visto, Hugo Wast y Juan Carlos Moreno fueron reconocidos y conspicuos exponentes de la literatura antisemita y antijudía. Por suerte, en todo el país, y Santa Fe no era la excepción, también existía otra corriente, que combatía al racismo y al antisemitismo con tenacidad y fuerza. Así, muy a pesar del clima socio-político conservador y practicante que imperaba, se fueron gestando alternativas laicas, democráticas y progresistas. En julio de 1937, por ejemplo, se fundó el Comité Contra el Racismo y el Antisemitismo de la Argentina (de aquí en adelante Comité), con la firma de dirigentes políticos como Lisandro de la Torre (demoprogresista), Mario Bravo, Américo Ghioldi, Enrique Dickmann y Joaquín Coca (socialistas), Emilio Troise (comunista), Leónidas Anastasi y Eduardo Laurencena (radicales), así como las de Deodoro Roca, Saúl Taborda y Jorge Orgaz, referentes del reformismo cordobés de 1918.
De dicha propuesta también participaron otras importantes figuras de la cultura y la política argentinas, erigiéndose en una importante organización nacional, que terminó por delinearse en el Primer Congreso contra el Racismo y el Antisemitismo, celebrado en el Concejo Deliberante de Buenos Aires entre el 6 y 7 de agosto de 1938, a menos de cuatro meses del monumental acto pro-nazi realizado en el estadio Luna Park, del que ya hemos dado cuenta en entregas anteriores. Fue casi una respuesta. En el Primer Congreso se anticipó el horror de la guerra, como acción y estrategia para desarrollar una política antifascista que sirviera de plataforma en todos los planos de la actividad social: intelectual, estudiantil, sindical, político, femenina.
La lucha contra el nazismo había nacido en un sector de izquierda de la comunidad judía, nucleado en la Organización Popular contra el Antisemitismo, verdadera antecesora de la Federación de Entidades Culturales Judías de la Argentina-ICUF (Idisher Cultur Farband). Pero la convocatoria se extendió con prontitud, porque se comprendió que la lucha contra el fascismo, que en aquel momento era sinónimo de la búsqueda de la democracia y de la libertad, debía convocar a toda la sociedad. Estaba claro que el dilema del momento era "fascismo o democracia".
Ante semejante situación, el Primer Congreso impulsó multiplicar en América la unión de los partidos de izquierda con las organizaciones obreras y populares, de comunistas con radicales y socialistas con demócratas, recuperando paralelamente el internacionalismo llamando a la unidad de "todos los proletarios del mundo" para agregar una fórmula nueva incluyendo a "todos los hombres libres", desde una perspectiva, que reunía la lucha de clases con "una lucha humana".
¿Era necesaria la creación de esa institución/movimiento? Está claro que sí. La sola existencia de ese fascismo vernáculo, asentado en bases populares provenientes del catolicismo, que contaba con el auspicio (o al menos, el visto bueno) oficial, hacía ineludible la conformación de un espacio antifascista amplio, plural y representativo de esa otra parte de la sociedad, la que comulgaba con ideales democráticos, aunque en su seno convivieran diversas corrientes políticas e ideológicas. Desde quienes adherían a un liberalismo (político) clásico hasta tendencias marxistas de diverso cuño se dieron cita en esa actividad, a la que consideraban de primer orden. De no ser así, las personalidades firmantes no se hubieran sumado.
Mirá tambiénSantafesinos en los congresos contra el racismo y el antisemitismo, años 1938 y 1939 (Parte X) Su doble carácter de institución/movimiento se evidencia en quienes eran sus integrantes y en sus proyecciones nacionales, ya que no quedó reducido o limitado a un encuentro en la Capital Federal, sino que se organizó como red, desarrollando una intensa labor proselitista y de agitación a pesar de las restricciones impuestas por el gobierno de turno. Actos, periódicos, volantes, conferencias dan muestra de esa perspectiva e intencionalidad. En medio de un clima político enardecido por las repercusiones locales de la Guerra Civil Española, el Comité encontró un clima favorable para su desenvolvimiento.
De esa manera, el Comité, junto con la Liga Argentina por los Derechos del Hombre (LADH), la Federación de Organismos de Ayuda a la República Española (FOARE), el Colegio Libre de Estudios Superiores y otras entidades dieron vida a un extendido entramado político-social más que interesante, de carácter popular, democrático, anti totalitario y de solidaridad desde una concepción superadora de las estrecheces partidarias. A su vez, estas organizaciones no sólo fueron lugares de encuentro, sino que también fueron espacios donde se constituyeron identidades políticas, lazos sociales, subjetividades colectivas. Fueron verdaderas "escuelas políticas" para muchas personas que se fueron integrando a diferentes movimientos sociales, sindicatos, partidos políticos, organizaciones culturales.
Un dato interesante es la presentación que en el Congreso realizara Arturo Frondizi en nombre la LADH. Entre sus párrafos dice: "La Liga Argentina por los Derechos del Hombre no hace sino cumplir su declaración de principios, que después de enunciar los derechos fundamentales del hombre, proclama que tales postulados son extensivos a toda la humanidad, sin distinción de raza o de nacionalidad, color (…)". Para finalizar, quien luego sería presidente de Argentina, expresa: "Es necesario que sepan el país y el mundo que personas de todos los sectores ideológicos y políticos se han reunido para estudiar los problemas que plantea al hombre en su condición de tal, y a la Nación, como entidad política, el racismo y el antisemitismo -dos manifestaciones de un fenómeno único- exponiendo con valentía y claridad las conclusiones a que se arribe".
El Comité basaba sus posiciones antirracistas en la tradición liberal, aquella que postula lo siguiente: "Reivindicamos para nuestro suelo, al amparo de instituciones democráticas que están sufriendo el embate abierto o insidioso de la reacción, la más amplia libertad de pensamiento y de creencia y ninguna limitación para su expresión. Sólo así nuestra vida colectiva seguirá desarrollándose en la órbita liberal de fecunda y amplia tolerancia que nuestra Constitución Nacional ha establecido. Esta es la única y verdadera tradición que la Argentina se enorgullece en compartir con los pueblos más civilizados del mundo: respeto a la persona en su integridad moral y física".
Mirá tambiénSantafesinos en los congresos contra el racismo y el antisemitismo, años 1938 y 1939 (Parte IX)La Junta Ejecutiva del Comité era de amplia y plural representación político-ideológica, trabajadora, humanitaria, estudiantil, de colectividades y cultural. La integraban: socialistas, comunistas, radicales, demoprogresistas, socialistas obreros; la CGT, la Unión Sindical Argentina, sindicatos (Unión Obrera Textil, Obrero Peluqueros, Unión Obrera de la Madera, Obreros Metalúrgicos) y la Federación de Asociaciones del Magisterio; la antes mencionada LADH y la Organización Popular contra el Antisemitismo; las federaciones universitarias de Argentina, Buenos Aires y La Plata; las comunidades italiana, española, judía; el Ateneo Liberal Prometeo, la Segunda Asociación de Mayo y la Agrupación de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores.
Se invitó a cuarenta y cuatro entidades nacionales, cinco extranjeras y las distintas filiales del Comité. No participaron los partidos Demócrata Nacional, Autonomista y Liberal de Corrientes, Radical Bloquista de San Juan, Popular, Socialista Independiente, Lencinista de Mendoza, Radical Antipersonalista, la Iglesia Metodista y la Asociación Cristina de Jóvenes (YMCA), entre otros. La estructura organizativa del Comité alcanzó al interior (San Juan, Mendoza, Rosario, Santa Fe, Córdoba, Paraná, La Plata y Concepción del Uruguay), a la vez que las delegaciones de Uruguay, Chile, Perú y Brasil le dieron proyección sudamericana.
(*) Decimosegunda entrega del ciclo basado en "Santafesinos en los congresos contra el racismo y el antisemitismo (años 1938 y 1939)", ensayo perteneciente al autor de la presente nota.
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