Por Jorge Bello
Vacunar es proteger, tanto al individuo como a su comunidad, y tanto pensando en el presente como en el futuro. Por esto, desde 2018, más de cien países vacunan a sus bebés contra el rotavirus.
Por Jorge Bello
El paralelo que podemos establecer entre el problema del coronavirus y la diarrea por rotavirus encierra una reflexión en positivo, útil para ayudar a entender qué pasa, y qué puede pasar.
Aunque son dos enfermedades distintas, comparten dos puntos en común: 1. Ambas pueden ser graves, y de hecho provocan la muerte de miles y miles, de bebés y niños pequeños en el caso del rotavirus. 2. Contra ambas hay vacunas, seguras y efectivas, aunque no libres de polémica.
Las varias cepas de rotavirus provocan una forma de diarrea, muchas veces también con vómitos y fiebre, que resulta en especial peligrosa cuando afecta a bebés o, en general, a niños menores de 5 años. El peligro está en que la pérdida de líquidos de esta diarrea es tan rápida que, excepto que se le ponga pronto remedio, provoca deshidratación, primero leve.
Unas horas después, la deshidratación se hace grave y profunda, y por las alteraciones metabólicas que ésta implica, el bebé o el niño entra en un sopor que anuncia el fatal desenlace. La diarrea por rotavirus provoca deshidratación y luego tal vez la muerte de muchos miles, cada año, en todo el mundo. Argentina protege a sus bebés contra el rotavirus porque los vacuna. Gratis. A todos. Y nadie se queja. Y no sé si todos lo agradecen.
En el mundo hay seis vacunas contra el rotavirus, y las seis son buenas vacunas, ahorran graves problemas, salvan muchas vidas infantiles. Vacunar es proteger, tanto al individuo como a su comunidad, y tanto pensando en el presente como en el futuro. Por esto, desde 2018, más de cien países vacunan a sus bebés contra el rotavirus.
Las vacunas contra el rotavirus no evitan la diarrea por rotavirus, sino que evitan la enfermedad grave por rotavirus. Y éste es precisamente el objetivo: evitar la forma grave de la enfermedad.
Esto no debe sorprender. Por ejemplo, la vacuna BCG (contra la tuberculosis), que se administra a todos los recién nacidos argentinos, no previene la tuberculosis. Sino que previene las formas graves de la tuberculosis infantil, como la meningitis tuberculosa.
Entonces, en estos casos y en otros parecidos, la efectividad de la vacuna no se debe valorar por su capacidad para prevenir la enfermedad leve, sino por su capacidad para evitar la enfermedad grave.
Las seis vacunas contra el rotavirus que hoy están autorizadas tienen un triste antecedente que no conviene ni olvidar ni ocultar puesto que aquéllo que pasó nos recuerda que la ciencia de la salud no es ni perfecta ni infalible. Porque el ser humano al cual va destinada no es ni perfecto ni infalible.
La primera vacuna contra el rotavirus se llamó Rotashield (laboratorios Wyeth) y salió en 1998, autorizada por Estados Unidos después de ensayos clínicos llevados a cabo en Estados Unidos, Finlandia y Venezuela. A poco de administrarla a gran escala, se observó que en algunos bebés la vacuna provocaba un peligroso efecto secundario, intestinal. Esta complicación se observó en un bebé de cada 12.000 bebés vacunados.
Hizo falta, entonces, llegar al punto de la vacunación a gran escala para detectar esta grave complicación, que no se había detectado en los ensayos clínicos previos. Esta vacuna fue entonces retirada del mercado.
Tendrían que pasar ocho años hasta que dos laboratorios, Glaxo y Merck, lograran perfeccionar la vacuna para evitar, hasta donde fuera posible, esta grave complicación, conocida como invaginación intestinal. Estudios posteriores y a gran escala permiten observar que la invaginación se presenta ahora con similar frecuencia tanto en bebés que reciben esta vacuna como en quienes no la reciben. Es decir, la invaginación intestinal ya no parece depender de la vacuna sino de la propia condición humana que, como decía, no es ni perfecta ni infalible.
La vacuna de Glaxo se llama Rotarix (se necesitan dos dosis) y la de Merck se llama Rotateq (tres dosis), y ambas son igualmente eficaces. Las otras cuatro vacunas contra el rotavirus son Rotasiil y Rotavac (India), Lanzhou (China) y Rotavin (Vietnam). Todas se administran por vía oral.
Éstas y otras vacunas siguen siendo objeto de intensa investigación porque se trata de conseguir vacunas cada vez mejores. Por ejemplo, las investigaciones que promueve Médicos sin Fronteras están próximas a conseguir una vacuna contra el rotavirus que no necesita refrigeración, lo cual sería una gran cosa porque haría más fácil el guardar y transportar la vacuna.
Aunque el caso del coronavirus es muy diferente del caso del rotavirus, la reflexión que presento es útil para ver que, aun siendo imperfectas por definición, el beneficio de las vacunas es tan grande que supera sin duda alguna al pequeño riesgo que éstas inevitablemente implican.
La diarrea por rotavirus provoca deshidratación y luego tal vez la muerte de muchos miles, cada año, en todo el mundo. Argentina protege a sus bebés contra el rotavirus porque los vacuna. Gratis. A todos. Y nadie se queja. Y no sé si todos lo agradecen.
En estos casos y en otros parecidos, la efectividad de la vacuna no se debe valorar por su capacidad para prevenir la enfermedad leve, sino por su capacidad para evitar la enfermedad grave.