Leo y escucho por todas partes que se habla de "salud mental". Pero… ¿a qué se refieren con "salud mental"? ¿Qué significa "salud mental"? Si la "salud mental" es, tal como la define la Real Academia Española, "el estado de bienestar emocional, psicológico y social del individuo, que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés, desarrollar sus habilidades, aprender y trabajar adecuadamente, contribuyendo a su comunidad", habría que buscar las causas de por qué nos sentimos tan frustrados, tan "furiosos" o nerviosos durante un proceso judicial.
Por cierta experiencia propia -aunque trataré de no caer únicamente en el ejemplo personal- y un elemental conocimiento del contexto que intento reflejar y describir, pareciera que el origen de esa sensación de frustración, enojo y nerviosismo es principalmente uno. O al menos es el que casi por inercia rige a todos lo demás: la inacción y la demora por parte de los jueces en expedirse.
Los años pasan, pasan los años
Ante este planteo, una de las preguntas que surge es la siguiente: ¿En qué terreno deben moverse los profesionales del Derecho en defensa de sus clientes? Quizás en el terreno de las "arenas movediza"; un pantano de idas y vueltas, tramitaciones muchas veces engorrosas, marchas y contramarchas, del que no es fácil salir. Al parecer, atrás quedaron aquellos tiempos del "Pronto despacho" y la rápida definición de un expediente, no sea cosa que "vuestra señoría" se sienta atacado en sus principios y la resolución adoptada no sea arbitraria a la razón y la justicia.
Los años pasan, pasan los años. No es una metáfora, es la realidad. Mientras el cliente confía en el profesional elegido, y a la vez ruega que este no renuncie para no tener que reemplazarlo, el tiempo real (que pasa "volando", literalmente) a la Justicia como estamento pareciera no importarle, mientras el proceso judicial suma fojas y más fojas, así como también empiezan a sumar los intereses al capital reclamado en "autos", o por la solicitud de regulación de honorarios.
Ni qué decir de otras vicisitudes o incidentes que pueden formar parte de los procesos judiciales, como ser: recusaciones o excusaciones; cambio de jueces por jubilación o fallecimiento; juzgados en receso por feria judicial; huelgas y reclamos. Todos ellos, sucesos que muchas veces llevan a pensar seriamente si no sería conveniente aquello de "más vale un mal arreglo que un buen juicio". Pero… ¿Cuándo es conveniente llegar a un acuerdo o inclinarnos por "ir a juicio", sabiendo lo que nos espera? ¿Y si "vamos" a juicio, cuándo podemos considerar que un juicio ha sido bueno? ¿Acaso solo si ganamos?
Ahora bien, es necesario tener en cuenta algo fundamental: ¿Por qué se llega a un juicio? Principalmente porque las mediaciones o periodos para acordar no logran su objetivo. De su contenido no permiten incluirlo como prueba en un posterior juicio, prohíben comentarlo a terceros, obligan a pagar honorarios a profesionales sin demasiada experiencia y se muestran las "cartas" de actores y requeridos. Es ahí, precisamente, durante todos esos años de demora en pronunciarse la sentencia, que la salud mental se debilita.
La incertidumbre, depresión y desesperanza se apoderan del sujeto al tiempo que la salud física se suma al cuadro. También está la imposibilidad de hablar con el magistrado. Habiendo un profesional designado y de no litigar "por propio derecho", se torna imposible poder acceder a una audiencia con el juez de la causa. Allí funcionan los "filtros", mesa de entradas o secretarios. Las pruebas que no pudieron incorporarse durante la sustanciación del proceso, serán extemporáneas e inadmisibles en un Alegato de Apelación.
La palabra de profesionales
Para ampliar mi punto de vista y -reitero- no caer en el ejemplo propio, he consultado a varios profesionales del Derecho (los otros testigos de lo que pasa), para abordar en conjunto el tema del impacto de la demora en los procesos judiciales en la salud mental de las personas que participan en ellos. Y una de las conclusiones a las que llegan, es que el sistema judicial argentino coloca invariablemente a cualquiera de las personas intervinientes en una especie de "limbo psicológico".
Sin exagerar, puede decirse que, debido a la tensión y la presión acumuladas, la espera prolongada en un proceso judicial genera efectos que, en términos de salud mental, pueden compararse a los de un duelo o una enfermedad crónica. La lentitud de la Justicia no solo afecta a quienes buscan una resolución a sus problemas legales, sino que también consumen emocionalmente a quienes los representan.
Los abogados, en el rol o papel de intermediarios nuestros -entre el sistema judicial y las personas "judicializadas"-, se ven atrapados también en un entramado de la más pura burocracia y las más variadas postergaciones, convirtiéndose en testigos y otras veces en víctimas de la angustia de los clientes, por el desgaste que el propio sistema les impone.
El agotamiento profesional, también conocido en la actualidad como burnout (*), es una realidad en la vida de muchos abogados que lidian a diario con la lentitud de la Justicia en Argentina. Cada nueva prórroga, cada expediente que se posterga o retrasa, cada audiencia que se reprograma, son duros golpes al entusiasmo profesional y a la motivación de quienes nos dedicamos a defender los derechos de otros.
Los abogados no son inmunes a la incertidumbre que sufren los clientes, para nada. Y en la medida en que el proceso se alarga, y los plazos se vuelven cada vez más inciertos, el defendido demanda cada vez más respuestas, por lo que se ven obligados a sobrellevar una carga que trasciende el conflicto jurídico para adentrarse en una esfera emocional.
Este desgaste acumulado, puede llevar a que muchos profesionales hasta se cuestionen la vocación elegida (su propia vocación hacia el Derecho), o sientan que fallan en la misión de representar a sus clientes y, en última instancia, experimenten una pérdida de satisfacción profesional. Es menester que se tome conciencia de que cada demora no es solo un expediente pendiente, sino un golpe a la salud mental y emocional de quienes forman parte del proceso.
La verdadera justicia no solo debe ser imparcial y rigurosa, sino también sensible, rápida y consciente del impacto humano que se genera con cada demora. Como conclusión puedo manifestar que la justicia lenta es una carga que afecta la salud mental de todos los involucrados en el proceso. Para los profesionales del Derecho, es un peso que amenaza su bienestar y vocación, y que convierte el acto de ejercer la defensa en una lucha constante contra el desgaste y la desesperanza (**).
(*) El Síndrome de Burnout, o simplemente burnout, también conocido como "síndrome del quemado" (o de la "cabeza quemada"), es un estado de agotamiento mental, emocional y físico que se produce como consecuencia de una respuesta inadecuada al estrés laboral crónico.
(**) A todo lo expuesto cabe agregar el daño que a la salud mental de los justiciables pueden ocasionar situaciones del estado actual del Poder Judicial en Argentina, con la vacancia de casi el 30 por ciento de los jueces, los paros de los trabajadores judiciales y los innumerables paros de los trabajadores del Registro General de la Propiedad.
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