Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
Carlos Mario Peisojovich (El Peiso)
Hoy son felicidad, bandera y sudor; el hincha de Colón transpira su felicidad con porrón y cumbia, Colón suda América en su piel hecha escamas por el amor a su club.
En mi viaje interno, ese hermoso estar haciendo nada, bene y plácito (bienestar ya dictaminado), ese “il dolce far niente” que deviene cuando me recuesto cerca de la medianoche, arrullando los pensamientos diarios en la nocturnidad del día que se difumina, para convertirlos en sueños, que en mi caso, son “peisadillas”.
Pero en la noche -ya casi media- de las tierras de Garay, hay alegría.
La medianoche del jueves no retacea en bocinazos. La felicidad sabalera se va multiplicando por las santafesinas calles, familias enteras, con medio cuerpo por la ventanilla, en camionetas, autos, bicicletas, a pata y bailando y/o saltando, desde las ventanas de las casas... los coches van regalando cornetazos y gritos, los “negros”, asomando sus cuerpos, adornados de camisetas, gorros, banderas, bufandas y todo aquello que los identifica como sabaleros, van sacudiendo sus embanderadas humanidades al ritmo de la cumbia de Los Palmeras, que les da ritmo y calor. En la improvisada y espontanea caravana, desde los autos suena el himno sabalero (de candomberas raíces) o el “Medley” de canciones de cancha de la banda de sonido del aquel ascenso del ‘95, también hecho por Los Palmeras. La sufriente mirada tatenga se disimula en una media sonrisa, sonrisa a medias, o se esconde silenciosamente detrás de las paredes, ellos no fueron invitados a la fiesta.
Hoy Santa Fe vive fiesta Sabalera. La historia del fútbol santafesino se engalana con el pase de Colón a la final de la Copa Sudamericana. Para los negros, el viernes es más viernes que nunca, y sus cuerpos lo saben. La historia tenía reservado un momento para los sufridos sabaleros, y en una ciudad que se divide en dos, ellos son los dueños de las sonrisas y los hacedores de las cargadas, son las cosas del fútbol y hoy ellos disfrutan el momento, que es hoy, ahora y lo será para siempre, o al menos hasta el 9 de noviembre, que es la fecha en que se jugará la final, pero la ilusión seguirá intacta. Seguirán en un plano casi místico sus asombrosas caravanas, sin importar el frío; si llueve; si el dólar está en 50 o en 80 pesos; o si se juega en la empobrecida y devastada Venezuela, o en las impugnables canchas de la siempre eterna “enemistad” futbolera en tierras brasileras.
Quiero aclarar a quienes me leen, y a quienes me conocen mucho más, que mi sentimiento futbolero está del lado de enfrente, pero mi sentimiento más profundo es el amor por todo lo que tiene que ver con Santa Fe. Ver en estos días los portales y las noticias en la red, las tapas de los diarios en los kioscos, los títulos de los noticieros en la tele, las radios encendidas a todo volumen (cuando se está contento, se quiere compartir, y la intensidad del volumen de las radios y aparatos transmisores siempre estuvieron más altas que en la normalidad de los días), y así, en cualquier medio de comunicación.
El equipo santafesino que ahora representa a la Argentina en una final continental de fútbol está en boca de todos, y eso es un gran orgullo.
Fiel a su historia, Colón no la tuvo fácil. Desde el sacrificio que hace su hinchada hasta la garra del equipo, que durante todo el partido contra Atlético Mineiro tuvo que remontarla... pero como no soy periodista deportivo, lo dejo para los analistas destacados.
Les cuento que tenía cientos de ideas, fechas, anécdotas y una ensalada de temas y títulos, pero cuando me senté a escribir no podía dejar de pensar en lo que se vivió este jueves en la ciudad.
En el transcurso de la semana voy recopilando mentalmente juegos de palabras, voy renombrando nombres y hombres, busco humor donde no lo hay. Tengo mi silla -la misma que uso todas las mañanas en el café de siempre-, me coloco frente al sol matinal; leo los diarios y leo a la gente que pasa. Muchos se acercan, nos hablamos, nos miramos, nos contamos una, dos y tres veces las mismas historias de manera diferente. Terminan siendo otras historias, sin histerias, sin prejuicios y con sano juicio. En esta hermosa época el sol primaveral brilla más, y hoy Santa Fe brilla de forma desmedida, rojos de felicidad, los negros desatan toda su alegría y la muestran con orgullo, hoy son felicidad, bandera y sudor; el hincha de Colón transpira su felicidad con porrón y cumbia, Colón hoy suda América en su piel hecha escamas por el amor a su club. Y ahí lo veo, llega hasta mí el video del hincha que anoche en pleno festejo por Bulevar y Rivadavia, tenía en sus manos la urna funeraria de algún familiar, seguramente su padre o madre, o quizás abuelo, no importa, el hincha solo quería hacer partícipe de tanta alegría a quien no pudo verlo en vida. Y también vemos la foto en el diario, simple, sencilla, humilde. Un negocio cerrado, y un cartel que reza “cerrado por felicidad”. Así se vive el fútbol en Santa Fe, así vive el fútbol Colón.
La felicidad colonista “não tem fim”.