Por Edmundo Carlos Barrera (*)
Por Edmundo Carlos Barrera (*)
Era el día domingo 23 de noviembre de 1572, cuando en la plaza pública de Asunción sonó un toque de trompeta seguido por un redoble de tambor. La gente prestó atención y se fue arrimando. Seguramente se anunciaría una noticia importante. Entonces Juan López pregonó con toda su voz que el teniente de gobernador, Martín Suarez de Toledo, había decidido fundar una nueva ciudad en la desembocadura del río Paraná o en Puerto Gaboto o en el punto que se creyera más conveniente.
Fueron testigos del acto el capitán Ruy Díaz Melgarejo y los alcaldes Juan Delgado y Melchor Núñez. Don Juan de Garay sería el organizador y ejecutor de la expedición. Y Don Francisco de Sierra sería el Maestre de Campo. Luego se invitó, a los que tuvieran interés en participar de la misma, a presentarse en los días siguientes ante el escribano Luis Márquez.
El filólogo americanista Ángel Rosenblat nos cuenta que "desde 1537 se construyó en Asunción un núcleo hispano-guaraní de vida apacible donde unos 400 españoles, alojados en 260 casas de paja y barro, con sus mujeres indígenas, construyeron una sociedad semi-india y semi-hispánica, poligámica, bilingüe, que se mantuvo un par de generaciones casi enteramente aislada, en plena selva tropical". A su vez, Agustín Zapata Gollán, agrega: "Asunción había quedado aislada del mundo. Ya había comprendido la imposibilidad de llegar al Perú. Los montes eran impenetrables e imposible la navegación del Pilcomayo. Por el Río de la Plata el viaje era penoso y largo… sin hallar en las costas una población de españoles. Quedaba sólo el camino fatigoso y lleno de peligros que siguieron algunas expediciones a través del Brasil".
Por dichos motivos, y otros que se pudieran sumar, el día 14 de abril de 1573 Juan de Garay se puso en marcha al frente de ocho españoles y más de setenta jóvenes que pertenecían a la primera generación de los hijos de la tierra, como se les decía entonces, pero en realidad eran hijos, mayoritariamente, de padre español y madre indígena, nacidos en América. Entre ellos, había algunos pocos criollos, es decir, hijos de padre y madre españoles, pero que también habían nacido en América. Como eran jóvenes, se los nombraba "mancebos" y por su lugar de nacimiento, "de la tierra".
Manuel Cervera cita documentos en los cuales el capitán Martín de Orúe, cuando vio salir a la expedición, dijo: "Es cosa de muchachos". Utilizó la expresión "es cosa de muchachos", no solo por la juventud de la expedición sino porque no había, fundamentalmente, una motivación económica. Iban a fundar una ciudad en medio de la nada, que serviría solamente de escala o posta, entre Asunción y España, y eventualmente con el Perú. Tal vez fuera la primera ciudad fundada por "americanos", dado que la mayoría de sus fundadores habían nacido en América.
Los conquistadores no se caracterizaban por su idealismo. Eran personas con fuertes motivaciones de riquezas, o con desmedidas ambiciones de poder, que causará frecuentes disputas entre ellos. De alguna manera, también ocurrirá entre los miembros de esta expedición, con el alzamiento conocido como de "Los Siete Jefes" en 1580, a poco de fundada la ciudad. No obstante, es muy probable que esta expedición estuviera integrada por jóvenes motivados en buscar recompensas de otra naturaleza, más que otras expediciones encaminadas directamente a buscar riquezas.
El imaginario de la conquista era metálico. Primero el oro, luego la plata, y por último, se podían conformar con algún otro metal. Pero en estos territorios donde debían fundar la nueva ciudad no había ni oro ni plata, ni piedras preciosas, ni siquiera había piedras comunes, que fueran útiles para construir sus viviendas. Sólo había tierras, grandes extensiones de tierras, con excepcionales condiciones de fertilidad y de inmejorables condiciones climáticas. Los indios que vivían por acá las cultivaban muy poco. Con la caza y la pesca les alcanzaba y les sobraba y tenían una relación armoniosa con la naturaleza, más aún, se sentían parte de la naturaleza.
Los jóvenes que integraron la expedición de Garay tenían el coraje necesario como para cruzar regiones hostiles y fundar una nueva ciudad, con la promesa o la esperanza que les tocaría mejor suerte en el reparto que la que habían tenido hasta ese momento. Pues, casi siempre fueron los menos favorecidos los que se embarcan en estas empresas, en lo nuevo, en los cambios, buscando mejoras para su vida. Podemos repetir para Santa Fe lo que Homero Manzi escribiera para Buenos Aires, fundada, solo ocho años más tarde, por el mismo Juan de Garay:
Qué raro que se quedaran
los españoles aquellos
atados a las estancias,
clavados a los silencios.
Tal vez porque ya eran criollos
distintos a los primeros
Tal vez porque ya eran criollos
a fuerza de sufrimientos.
Porque llegaron del norte
inaugurando senderos,
madurados por los soles
y las lluvias de febrero.
En esta región, encontraron en la ganadería una incipiente fuente de riquezas. Tal es así que la primera marcación de ganado vacuno y caballar en el Río de la Plata se realizaría en Santa Fe La Vieja en 1576, a solo tres años de su fundación. Por eso, para muchos la marcación de ganado representa el comienzo de la ganadería organizada. Y, precisamente, el primer registro de marcas en Santa Fe es de ese año, en el cual se inscribieron seis marcas.
Los fundadores se repartían solares, cuadras, chacras y estancias. Además, con el registro de marcas y señales se ponía en práctica el derecho de propiedad sobre el ganado, el que, con la abundancia de agua y pasto se fue multiplicando rápidamente. Esta costumbre, que venía de España, llegó primero al Perú, luego a Asunción y desde allí bajó con Juan de Garay, cuando vino a fundar Santa Fe en 1573. Después siguió hacia el sur, cuando unos pocos años más tarde, en 1580, fundó la denominada Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Santa María del Buen Ayre, que nosotros conocemos como ciudad de Buenos Aires.
Martín Balmaceda nos señala una curiosidad. Dice que Antonio Tomás, fue uno de los testigos que firmó el acta de la fundación de Buenos Aires y, anteriormente, ya había refrendado el acta de la fundación de Santa Fe. En la pintura sobre la fundación de Buenos Aires, de Moreno Carbonero, se lo ve a Antonio Tomás con su barba blanca, pues era uno de los mayores del grupo, había llegado a estas tierras en 1536, con la expedición de Don Pedro de Mendoza.
En Santa Fe, con el tiempo aparecería el comercio, aunque fuera necesario en algún momento apoyarlo con la declaración de "Puerto Preciso", que obligaba a las embarcaciones que transitaban por el río Paraná a entrar a nuestro puerto. Más tarde, llegaría el turno de la agricultura, que fue potenciada por la llegada de la inmigración, desde mediados del siglo XIX, actividad con la cual, esta región se transformaría en una de las más productivas del mundo. Con ambas fundaciones, Juan de Garay consolidó la dominación española sobre el Río de la Plata, región que será uno de los pilares sobre los que se edificó nuestro país, cuando decidimos emanciparnos de España.
Los países, las regiones, como las ciudades, con el tiempo van cambiando sus roles. Actualmente algunos remarcan la ubicación de la ciudad y de la provincia de Santa Fe en el corazón del Mercosur, puntualizando que se encuentran en una encrucijada de caminos (si tenemos en cuenta la llamada hidrovía Paraguay-Paraná y el corredor bioceánico central que une el Atlántico con el Pacífico), pero es oportuno recordar que el futuro es tierra de nadie: hay que conquistarlo. Como lo hicieron en aquel entonces los que fundaron Santa Fe.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y el Centro de Estudios Hispanoamericanos.
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