En este año 2023 se conmemora el 150º aniversario del nacimiento de Santa Teresa del Niño Jesús. Y el centenario de su beatificación. Por eso el Papa lo ha declarado Año Jubilar hasta el 7 de enero de 2024.
En este año 2023 se conmemora el 150º aniversario del nacimiento de Santa Teresa del Niño Jesús. Y el centenario de su beatificación. Por eso el Papa lo ha declarado Año Jubilar hasta el 7 de enero de 2024.
Su nacimiento también ha sido inscripto en la lista de aniversarios de la Unesco para el bienio 2022/2023, de acuerdo a lo que es su norma de proponer a personas destacadas –cada una a su modo y en su tiempo-, que sean un testimonio en favor de la paz, la educación, las ciencias, las ciencias sociales y la comunicación.
María Teresa Francisca Martín, más tarde Sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, hoy más conocida como santa Teresita del Niño Jesús, nació el 2 de enero de 1873 en la ciudad de Alencon, en Francia, habiendo sido la menor de nueve hermanos. De los cuales cuatro murieron siendo muy pequeños. Por lo que Teresita convivió con sus cuatro hermanas.
El 9 de abril de 1888 ingresó al Carmelo de la ciudad de Lisieux, donde desde la muerte de la madre vivía la familia Martín. El 10 de enero de 1889 toma los hábitos de monja carmelita. Y el 8 de septiembre de 1890 hace profesión perpetua. No obstante su juventud en 1893 empieza a colaborar con la maestra de novicias en la formación de las futuras monjas.
El 30 de septiembre de 1897 muere en santidad, a los veinticuatro años de edad. En 1997 el Papa San Juan Pablo II la proclamó Doctora de la Iglesia, otorgándole el título de Doctor Amoris, Doctora del Amor.
El Concilio Ecuménico Vaticano II enseña que no sólo veneramos el ejemplo de los santos. Sino que veneramos su memoria para que "la unión de toda la Iglesia en el Espíritu sea robustecida por el ejercicio de la caridad fraterna". (cf Ef, 4, 1-6) (LG 50)
Refiriéndose a los santos nos dice que "conviene, pues, en sumo grado, que amemos a estos amigos y coherederos de Jesucristo, hermanos también nuestros y eximios bienhechores; que rindamos a Dios las debidas gracias por ellos, que los invoquemos humildemente y que, para impetrar de Dios beneficios por medio de su Hijo Jesucristo, Señor nuestro, único Redentor y Salvador nuestro, acudamos a sus oraciones, protección y auxilio. Todo genuino testimonio de amor ofrecido por nosotros a los bienaventurados, por su misma naturaleza, tiende a Cristo y termina en Él, que es la corona de todos los santos y por Él a Dios, que es admirable en sus santos y que en ellos es glorificado". (oc)
Los santos son nuestros amigos porque con su vida nos muestran que la santidad es posible. Santa Teresita es por lo tanto también una amiga nuestra. Una amiga muy especial. Las personas no son como una pieza estándar. "Dios no estandariza a los hombres; Dios no estandariza su relación de amor con nadie, y menos con los santos. Cada santo hace visible a Cristo y hace experiencia el amor de Dios por la humanidad" (1). ¡Cuánta necesidad tenemos de reflexionar y ahondar esta experiencia del amor divino por nosotros criaturas de Dios e hijos suyos en un mundo tan descreído del amor! Y aún de Dios, que muestra la necesidad que tenemos de "despegarnos" de la horizontalidad que nos apega a las experiencias terrenas negativas que opacan la vida, y nos impiden levantar vuelo en seguimiento de Cristo. Por eso cada santo vive esa experiencia desde su propio contexto existencial, en lo "humano, histórico, psicológico, ambiental, familiar…", afirma el texto antes mencionado. Y añade que "en cada santo tenemos un amigo diferente que de múltiples maneras nos ilumina el camino del seguimiento de Cristo… ¡para que cada uno de nosotros haga su propio camino!" (oc)
La luz que nos entrega santa Teresita es la del "caminito espiritual". Pero el uso del diminutivo no debe confundirnos. Ese "caminito" en realidad es un gran camino que conduce a Dios. La "infancia espiritual" a la que se refiere es una identificación adulta y madura con Cristo.
Podemos preguntarnos qué lugar ocupan las virtudes en este camino espiritual. O la austeridad de la vida. Lo cierto es que la vida cristiana exige renunciamientos, sacrificios, una vida virtuosa. Y hasta mortificaciones. Pero lo esencial y propiamente cristiano es dejarse amar por Cristo como miembros e hijos de la Iglesia. Que vivamos unidos a Cristo como los miembros a la cabeza. Y nos dejemos animar por los dones que el Espíritu Santo dona a la Iglesia y a los creyentes. Está bien ser austero. Es loable ser virtuoso. Pero santo es quien sigue a Cristo integrado a la Iglesia como hijo suyo.
La "infancia espiritual" consistió en dejarse llevar de la mano como un niño que no opone resistencia. Tratemos de captar esta imagen que nos puede ayudar a comprender su enseñanza. "Vivió en paz los largos tiempos del silencio de Dios en los que su oración, dice quien introduce su obra autobiográfica, era sólo austera fe, porque así se unía al abandonado Cristo de la Cruz" (2). Y añade que "es la santidad cristiana adulta, apasionada, serena y subyugante, de quien tiene como prototipo al Hijo único de Dios, Jesucristo, el Señor, a quien busca parecerse más, día a día". (oc)
Sugiero recordar que en la Francia de fines del siglo XIX en la que vivió la santa se expandía el pensamiento positivista, que adquiría impulso con los inventos de la época y se fortalecía por la difusión del pensamiento anticlerical y ateo.
En ese contexto, la espiritualidad de Santa Teresa del Niño Jesús adquiere singular importancia. La suya es una espiritualidad original conocida también como "teología del pequeño camino". La que se fundamenta en la práctica del amor a Dios expresada no por acciones grandes y notorias. Sino más bien por los gestos pequeños y cotidianos. Sencillos y que hasta nos pueden parecer insignificantes. Sin embargo el suyo ha sido un camino duro de santidad, como respuesta al amor de Dios por el hombre. Sufría. Pero sufría uniéndose al Cristo sufriente.
No hay que limitar la doctrina de la "infancia espiritual" al ámbito de lo puramente psicológico y sentimental, que sólo presta atención a los gestos pequeños. Sino que el núcleo de su espiritualidad muestra que el hombre, no obstante su pequeñez, es divinizado por la acción de la Gracia.
(LG) Conc. Vat. II: Const. Dogm. Lumen Gentium.
(1) Vietti, Gustavo: Introducción en: Teresa de Lisieux, Historia de un alma. Edic. San Pablo, Buenos Aires, 1994.
(2)Vietti, Gustavo: ibid.
La suya es una espiritualidad original conocida también como "teología del pequeño camino".
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